ᴘʀᴇꜰᴀᴄɪᴏ

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Emma nunca imaginó que unirse a la legión le podría haber traído tantos pretendientes, ni en sus mejores sueños podría haberse imaginado todas las cartas de amor que le llegaban, no solo de soldados de la legión, también de ciudadanos que la miraban con los ojos enternecidos y adoraban su belleza como si fuese una diosa. No, eso para ella era como un cuento de ficción, imposible, hace apenas unos días era considerada escoria y maltratada por todo su pueblo porque era bastarda, es decir, no conocía a su padre. Aunque su madre se las arreglaba bien, hacía mucho tiempo que le había dejado de importar lo que el resto pensara, solo se centraba en ser feliz y cuidar bien de su hija, aunque sentía que había fracasado al Emma querer entrar en la legión.

Muchos en el pueblo tachaban a Emma y a Rose de brujas, simplemente por tener conocimientos en la medicina, utilizar plantas para realizar cremas o ungüentos para curar dolores musculares e incluso ayudar a cicatrizar heridas. Aunque, bien es cierto que muchos de esos que las criticaban acudían a su consultorio cuando sufrían de algún mal, y siempre salían de allí curados.

Emma no lo entendía, no entendía la hipocresía de la gente, no entendía a las mujeres que las criticaban cuando eran del mismo sexo y sufrían los mismos problemas de machismo en una sociedad patriarcal. Tampoco entendía a los hombres, ni que muchos de ellos pensarán con la cabeza de abajo, como su padre, quién a pesar de no saber quién era, ya lo odiaba. No entendía la sociedad, no entendía los muros, no entendía que le dijesen "chicas, salgan a divertirse" y luego las cazasen y asesinaran a las que verdaderamente lo hacían, critican la manera en la que vuelan pero luego las derriban y dicen " se nota que lo ha pasado mal". Emma no entendía ese deseo de libertad que crecía dentro de ella cada vez que se subía a lo alto de un árbol y observaba el cielo.

Sin embargo Levi, entendía la mayoría de las cosas, odiaba a la sociedad, pero la entendía, entendía esa hipocresía y ese sentido egocéntrico que tenía , entendía el patriarcado aunque no lo compartiese, y como entendía todo no tenía ninguna esperanza en ella. Solo estaba en el cuerpo de exploración por Erwin porque lo admiraba y lo apoyaba. Además, que aunque no le gustase la fama del "soldado más fuerte de la humanidad" admitía que le simplificaba las cosas a la hora de tener sexo, era relativamente fácil encontrar a una mujer que quisiera acostarse con él, lo disfrutaba aunque para él era como una actividad más en su vida.

¿Se odiaba a sí mismo? Sí, ¿odiaba a la sociedad? también, pero ¿Qué iba hacer él si pertenecía a este mundo de mierda? había perdido a mucha gente querida por el camino, le importaban, pero tubo que seguir adelante, eliminando o intentándolo todos los sentimientos que de manera inconsciente a las tres de la madrugada aparecían para arrasar con toda su tranquilidad, lo odiaba, pero no le quedaba más que hacer que vivir y seguir hacia delante.

Pero algo que lograba calmarlo era cuando se despertaba sudando y con lágrimas en los ojos en la silla de su escritorio, se dirigía al comedor a por una taza de té y la encontraba allí tarareando una canción mientras bebía de su taza, simplemente se recostaba en la pared sin que ella lo viese y cerraba los ojos. La voz de la dulce chica se escabullía por todo el lugar e iba a parar a los oídos del mayor, y su corazón empezaba a calmarse, era como un antídoto para el estrés del hombre y sin siquiera darse cuenta, empezó a caer a los pies de la muchacha, como si fuera uno más.





MIDNIGHT RAIN. LEVI ACKERMANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora