La cafetería se había convertido en mi lugar favorito para escribir, aunque eso no significaba que había comenzado a mejorar ese asqueroso manuscrito, pero bastante me divertía allí.
Además de que era entretenido escuchar el montón de conversaciones que se cruzaban por allí, también me brindaba la inspiración suficiente para crear escenarios medianamente decentes y que valían para algo, Collin lo había destacado en la última conversación que tuvimos de trabajo porque me llamaba al menos una vez al día para asegurarse de que seguía viva.
Anne, una chica de lo más amable que me había atendido desde la primera vez que vine, se acercaba de tanto en tanto para comentarme alguna de las conversaciones que escuchaba porque compartíamos el mismo amor por el chisme o para ofrecerme algo más de comer u otro café. Y era bastante consciente que no tenía una cuenta bancaría como para gastar todos los días dinero en café y comida pero me gustaba mucho estar aquí.
Así que, tanto por responsabilidad moral como financiera, tenía que publicar un muy buen siguiente libro.
Aunque no supiera como.
—Mira qué suerte—escuché una voz cargada de burla.
Cerré los ojos con fuerza durante dos segundos y al abrirlos esa persona no solo no había desaparecido, se estaba sentando frente a mí. Sus ojos azules me recorrieron con diversión y yo le dediqué mi mayor mirada de hastío.
Durante varios días después de la fiesta de sus padres me ignoró con fuerza, no lo veía en los pasillos y en el fin de semana no se había hecho sentir una sola vez, ni siquiera me había enviado un solo mensaje lo que fue una maravillosa novedad. Casi había vuelto a saborear mi vida sin mi vecino metido en ella cuando llegó su primer mensaje y luego lo que fuera que lo había mantenido lejos de mi vida desapareció en la completa nada.
Sospechaba que parte de ello tenía que ver con el hecho de que su madre había dejado en claro que me odiaba sin siquiera conocerme y que quería que volviera con su misteriosa y ausente exnovia. Aunque me ofendía bastante que entre los gustos de esa chica estuviera mi irritante vecino y yo.
Lo que había que aguantar.
—¿Escribiendo tu siguiente best-seller?—miró con curiosidad mi laptop.
—Dos es que estoy escribiendo—ironicé.
Lo vi acomodarse con mucho gusto en la silla mientras dejaba un extraño portafolio sobre la mesa, riendo como si en el fondo supiera que no valía como escritora y que en realidad al paso al que iba tendría que posponer la publicación del libro.
Dejé esa amargura de lado, porque iba a terminar por irme al departamento de nuevo para llorar de frustración mientras retenía a Euler en contra de su voluntad entre mis brazos.
Demasiado tentador para ignorarlo.
Mi vecino no debió de tener nada mejor que hacer con su vida en ese momento porque se limitó a llamar a alguno de los meseros que estaba cubriendo el turno de Anne para pedir un café oscuro como su alma y sin azúcar o endulzante.
¿Quién le había hecho tanto daño?
—Dime—preguntó con exceso de interés—, ¿Cómo es la vida de una escritora famosa?
—No lo sé—murmuré sin dejar de teclear—, busca una escritora famosa y le preguntas.
—Eso hago.
—Yo no soy una escritora famosa—obvié con burla—, solo soy una escritora y punto.
Una gran verdad, no era ni la mitad de "famosa" que fui en algún tiempo. Nada tiene que ver con que llevaba más de un año tan alejada de las redes sociales que había pensado en borrar todas mis cuentas por completo, al menos si no supiera que Collin me asesinaría por ello, además le quitaría el trabajo a la persona que se encargaba de reportar todas las publicaciones sobre eso.
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Cuantos problemas
RomanceKeyla Hill tiene seis meses para escribir una nueva historia antes de que se cumpla el contrato con la editorial y se siente frustrada porque su editor no ha pasado el primer manuscrito que le envío sin importar cuántas correcciones haga. Tiene todo...