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1454 palabras

Sin duda un día que marcó al azabache y a la pelirroja fue unos meses después de empezar como escuadrón, habría una misión pronto lo que hacía que el pelinegro estuviese la mayor parte del día encerrado en su despacho haciendo el papeleo mientras Erwin y Hange discutían el lugar de la misión y algunos asuntos que se llevarían a cabo más tarde, Levi odiaba eso, no le gustaba estar inmerso en horas y horas de discusiones así que prefería hacer el papeleo aunque al final le levantase un dolor inmenso de cabeza que ni con el té negro se le quitaba. Pero, ese día era mucho peor para el hombre, se había levantado con un dolor horrible de garganta, tenia la nariz congestionada y sus oídos pitaban, sabía que había pillado un resfriado porque el día anterior tuvieron que estas entrenando en mitad de la lluvia y hacia un frío que le calaba los huesos, el resto de su escuadrón parecía estar bien, pero él al criarse en el subsuelo tenía menos defensas que el resto y era más probable que cogiese una neumonía, por eso siempre intentaba evitar el frío y la lluvia a toda costa, todos lo sabía y era por eso que Levi era de los pocos capitanes que tenía una chimenea propia en su despacho y habitación, ambas salas conectadas.

El hombre solo sentía un inmenso frio y era como si la habitación le diese vueltas, se levantó para dirigirse a la cama, pero, antes de dar el primer paso ya se encontraba en el suelo, su vista se nubló y finalmente cerró los ojos. En ese momento se escuchó en la dependencia varios golpes en su puerta. -Capitán, el comandante Erwin me ha dicho que le deje estos papeles- al no escuchar respuesta la muchacha no sabía si irse por donde había venido o abrir la puerta sin permiso y dejar los papeles, las dos opciones eran malas, los papeles parecían ser importantes, pero, si entraba sin permiso Levi le iba a regañar o peor aún la castigaría limpiando el establo, tembló solo de pensarlo. Armándose de valor abrió la puerta pensando que sería rápida. Sin embargo, todo cambió cuando vio al capitán tirado en el suelo desmayado.

Se acercó a él rápidamente y al tocar su pulso pudo sentir lo caliente que estaba, sin duda tenía mucha fiebre, sin pensarlo y sacando la fuerza necesaria lo sentó en la silla de su despacho que por suerte tenía ruedas y le llevó al baño de la habitación del mayor para llenar la bañera de agua templada, mientras esta se llenaba, quitó al capitán sus botas, la chaqueta del uniforme, el pañuelo que llevaba siempre en el cuello y las correas del traje. 

-Creo que mejor el resto de la ropa la dejo donde está- pensó en voz alta la muchacha, no quería ser descortés y no quería ven desnudo a su capitán sobre todo porque luego no sabría como mirarlo. Después lo sentó en el borde de la bañera y procedió a meterle con cuidado aunque fue imposible que en el acto ella no se mojará y el capitán no se llevará algún que otro golpe, era normal, el hombre pesaba casi el doble que la muchacha. Emma procedió a echarle agua por la nuca, la frente y el cuello mientras sostenía su cabeza como a los recién nacidos, los músculos de la muchacha dolían por la postura y el duro entrenamientos a los que no se acostumbraba aún habiendo ya pasado varios meses. 

Los nervios se acumulaban en la chica de piel de porcelana, y el sudor bajaba por su frente, llevaba más de 15 minutos desmayado y no podía ir a por ayuda porque se podría ahogar, así que rezaba a todo lo que existía para que su superior despertase. -Vamos por favor, despierta- se repetía una y otra vez como si fuera un mantra. Hasta que sintió como la mano del azabache se posaba en su rostro y este abría los ojos que parecían estar en un limbo.

-Pareces una ángel- dijo el hombre con voz ronca, el rostro de la pelirroja se tornó de un carmín más rojo que el de su propio cabello, Emma le cogió la mano que estaba en el rostro y la entrelazó con la de él, que era inmensamente más alargada que la de ella.

-Capitán, dime como se encuentra, ¿cree que puede mantenerse así unos minutos en lo que voy a por mi botiquín y le reviso?- El mayor asintió con la cabeza y la apoyó en la pared al lado de la bañera. Con las mejillas coloradas la muchacha se dirigió rápidamente a su habitación y volvió en un tiempo récord. Se encontró al azabache fuera de la bañera de pie, sin camisa e intentando quitarse los pantalones. Inmediatamente se dio la vuelta, escucho quejidos del hombre, sin duda seguía en el limbo y no era consciente de que se estaba desnudando frente a una subordinada. -Capitán ¿puedo ayudarle o puede solo?- escuchó otro quejido terriblemente tierno que hizo que el corazón de la chica se enterneciera y dándose la vuelta intentando mirar lo menos posible le ayudo a quitarse el pantalón. -Siéntese en la silla así consigo quitarlos completamente- habló refiriéndose a los pantalones. Cuando finalmente terminó de quitarlos le dio una toalla para que no tuviera frio, se negaba a quitarle la ropa interior, por ahí no pasaría.

Se dirigió a la habitación de su capitán y le dio ropa limpia mientras se daba la vuelta para que el hombre se cambiase volvió a escuchar otro quejido, ¿ahora que pasa? casi lloró en su mente.         -No puedo ponerme los pantalones- le escucho decir en un tono de pura rabia, la muchacha se dio la vuelta y por última vez (esperaba) le ayudó a ponerse los pantalones. Finalmente ambos se levantaron y la muchacha le tumbó en su cama, con una toalla empezó a secarle y pelo suavemente haciendo que el azabache soltase pequeños suspiros de relajación, lo estaba disfrutando, aunque no estuviera en sus plenos sentidos, Levi estaba disfrutando la atención que recibía de la muchacha más amada del toda la legión, para que mentir por una vez se sentía bien de estar enfermo y que ella le pudiera cuidar, creó un recordatoria en su mente debo enfermar más a menudo para que Emma me cuide de esos pensamientos ya se arrepentiría después el Levi del futuro.

Emma le preparó una medicina que a palabras de Levi sabía peor que la mierda de caballo, lo que hizo a la muchacha reír, después el hombre terminó dormido rápidamente, como nunca lo había hecho en la vida y la muchacha sin más que hacer y no queriendo irse por si volvía a pasar algo se sentó en el suelo al lado de la cama del azabache y apoyada en la mesilla se quedó dormida. A la mañana siguiente Levi despertó como nuevo, verdaderamente la mierda que Emma le había dado funcionó, giró su cabeza y la encontró durmiendo en una postura que sin duda luego le iba a pasar factura, así que se levantó para cogerla y depositarla en su cama, al agacharse frente a ella pudo observar una vez más su precioso rostro, sin duda era digno de admirar, como cincelado por el mismísimo dios, no por nada era la belleza de la legión, Levi se maldijo así mismo porque se encontraba sonriendo como un psicópata y dirigiendo su mano hacia la suave y fina piel de la muchacha, definitivamente era lo más suave que había tocado nunca y volvió a maldecirse al imaginarse besando esos finos y aterciopelados labios, y así sintió que algo cambió en él, como la medianoche cambia el pensamiento de aquel que se encuentra desvelado, cambia aquellos planes que antes sonaban precipitados, cambia decisiones que se vuelven arriesgadas, cambia emociones.

Una tormenta se desató dentro de sí mismo, no podía sentir eso en un mundo que le arrebataba al mas mínimo despiste lo que más quería, no podía. ¿Qué tenía él para ofrecerle a ella?, ¿Qué le hacía a él diferente a los demás? Nada, era igual que todos, un admirador de su belleza, un cobarde que la quería en secreto y un idiota más por caer ante los encantos de la muchacha de voz armoniosa y cabello rojo como el fuego. Era una condena, sí, realmente, era un castigo estar enamorado de ella en esa vida, y maldijo a todos los seres, porque a lo mejor, en otra vida más sencilla, se hubiera permitido el lujo de luchar por ella e incluso amarla infinitamente y añorarla todos los días. Pero le tocó vivir esa vida de mierda, admirarla y protegerla en silencio era su única opción.

MIDNIGHT RAIN. LEVI ACKERMANDonde viven las historias. Descúbrelo ahora