7. He dejado de quererte

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Paseaba con furia por la cale. Ya no sentía dolor, en esos momentos era una inmensa rabia.

Era normal que su hermano estuviera con otro y no con él, si no sabía nada de sus sentimientos por él. Si le hubiera dicho algo, en esos momentos sería él el que hubiera dejado la huella de su amor en esas sábanas y no Andreas.

¿Y qué pasaba con él? Era el mejor amigo que jamás podría tener, y le había traicionado de la manera más ruin.

No, no podía culparle. No era culpa de él. Era suya. Solo suya.

Por haber tardado tanto tiempo en descubrir lo mucho que amaba a su hermano.

Entonces le vio pasar corriendo por la acera de enfrente.

¿A dónde iba tan deprisa? ¿Y por qué no estaba en la cama curándose el resfriado?

Decidió seguirle para ver lo que iba a hacer. Caminó tras él procurando que no le viera. Iba muy deprisa, estaba a punto de perderlo de vista. Pero no hacía falta que corriera para no perderle, se sabía de memoria ese camino. Era el que llevaba a la casa de su mejor amigo. Aquel que le había arrebatado lo que más amaba en el mundo.





Llegó a casa de Andreas casi sin respiración. Tocó el timbre con insistencia mientras un golpe de tos le impedía respirar.

Andreas abrió la puerta y en cuanto vio su estado le cogió de la mano y cerrando la puerta se lo llevó a la cocina donde le dio un vaso de agua que Bill se tomó con mucha ansia.

Cuando por fin cesó la tos sus ojos estaban llenos de lágrimas que caían por sus mejillas.

— ¿Qué haces por la calle estando tan enfermo?—le riñó con cariño Andreas mientras le limpiaba la cara de lágrimas.

—Tenía que verte—susurró Bill muy bajito—Lo necesitaba.

Andreas vio que en sus ojos había algo nuevo. Ya no había amor en ellos. Había temor, miedo y algo peor, duda. Le cogió por los hombros y le llevó al salón, donde le obligó asentarse en el sofá y le ofreció una libreta para que no forzase la voz.

Al verla Bill negó con la cabeza. No quería volver a escribir sus palabras, porque si las leía la persona equivocada podía hacerle daño, y ya había hecho bastante daño por un día.

—No fuerces la voz, Tom se enfadará conmigo—comentó Andreas.

—Ya lo está—susurró Bill rompiendo a llorar sin poderse contener.

Andreas le abrazó con fuerza mientras los sollozos le sacudían el cuerpo con violencia. No sabía que decir para consolarle, solo le besaba la frente, bajando hasta sus mejillas y luego hasta sus labios.

Pero eso fue un error. Bill se puso tenso en sus brazos y le apartó para alejarse de sus besos. Tenía miedo de que viera algún rastro del beso de su hermano en sus labios, pues fue la última persona que se los había besado.

— ¿Qué te ocurre?—preguntó Andreas viendo como le rechazaba. Vio el dolor en sus ojos y cambió la pregunta— ¿Qué le ha pasado a Tom? ¿Por qué se ha enfadado conmigo?

—Lo sabe todo—es lo único que contestó Bill en un susurro.

Andreas se quedó sin respiración. Su plan era esperar más tiempo para decírselo, o simplemente no hacerlo. Sabía que Tom nunca lo comprendería. Que le parecería una traición que se hubiese enamorado de su hermano, sobre todo después de los rumores que corrían sobre su homosexualidad. Rumores que él creyó con mucha alegría desde el primero que escuchó pues sabía que era su oportunidad de poder empezar algo con esa persona a la que en secreto amaba.

Quédate conmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora