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El casillero y la banca de Suguru se han llenado de regalos esta semana. 

Desde pequeños dulces a chocolates, cartas de todos los tamaños y peticiones de una cita para verse después de la escuela.

Está bastante sorprendido por estos eventos, de verdad. Suguru sabe que es atractivo y, en donde Satoru carece de amabilidad, él lo compensa. Es gentil, amable y trata de siempre parecer caballeroso, tuvo cierta popularidad en la escuela secundaria y aquí, bueno, incluso antes de juntarse con Satoru, ya tenía cierta reputación.

Sin embargo, nunca en su vida había recibido tantas cosas de admiradoras. A Suguru nunca le ha llamado la atención ninguna, siempre que recibía este tipo de cosas, las guardaba en su mochila para deshacerse de ellas en un lugar más privado y si las recibía personalmente, simplemente daba las gracias pero no una respuesta concreta. Con el pasar del tiempo las chicas dejaron de darle cosas, probablemente porque se dieron cuenta de que nunca obtendrían respuesta.

El lunes, cuando Suguru ingresó al salón de clases fue recibido con saludos animosos y miles de preguntas por parte de sus compañeros de clase, quienes no paraban de hacer burlas (reconociendo sus límites, por supuesto, Suguru nunca dejaría que sus compañeros hagan sentir mal a otras personas). Recuerde la cara sorprendida de Satoru...

Y hablando de Satoru.

Satoru ha estado de mal humor en estos días.

Las cosas entre ellos estaban de maravilla, Suguru se concentró en hacer feliz a Satoru, ser más afectuoso y más atento, cosas que haría un novio. Eso fue por mucho la mejor decisión que pudo hacer, porque Satoru sonrió más y estuvo contento. Sin embargo...

Satoru fue sutil. Suguru ni siquiera lo notó hasta que Ieri se lo señaló.

Por supuesto que había notado pequeños cambios de humor, cosas como un puchero aquí o allá, pero nada más.

(—Estoy bien—Había dicho el albino incontables veces cuando Suguru le preguntaba—. No es nada.)

Satoru siempre volvía a estar de buen humor después. Se colgaba de su brazo y seguía sonriendo, mirándolo con algo que podía describir como adoración cada vez que obtenía un vistazo de sus ojos azules mientras hablaban.

(—Es obvio que está celoso, imbécil— Ieri lo regañó.

—¿Celoso...? —preguntó.

Ieri soltó el humo que tenía en sus pulmones mientras ponía los ojos en blanco.

—Sí, cabeza de chamoy. ¿No te has dado cuenta de que se pone así cuando llegan a darte chocolates y cartitas, mientras te miran con ojitos de angelito?

—Pero Satoru sa- ¿cabeza de chamoy?

Ieri se encogió de hombros en respuesta y Suguru, sin querer ganarse otro insulto creativo, solo suspiró antes de continuar.

—Satoru sabe que somos pareja, ¿por qué estaría celoso?

Ieri solo lo miró.

—Que conste que te lo advertí.

—No me advertis-

—Sh. Te lo advertí.)

Suguru solo puede esperar a que Ieri no tenga razón.

˗ˏˋ ★ ˎˊ˗

—¿Has visto a Satoru?

Era otro día en el colegio, a la hora del descanso, Suguru, Ieri y Satoru hicieron lo que solían hacer siempre. Antes de terminar el descanso, Suguru se separó de ellos para ir al baño, pero ahora que regresó al salón de clases se encontró con el pupitre de Satoru vacío. El albino no se encontraba por ningún lado, así que se acercó a preguntar a sus compañeros.

¿Satoru y yo..?  | SATOSUGU.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora