Agosto

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Fue un domingo 6 de Agosto cuando oficialmente me mudaba.

Tras semanas de insomnio, bulimia, alcohol y mucho llanto, finalmente había elegido buscar un nuevo inicio, había elegido dejar lo más sagrado que tenía (mi familia) para ir a un lugar sin fantasmas, un lugar en donde sólo existía yo, sólo yo, sin él.

J y yo estuvimos juntos mas de 4 años, iniciamos juntos la universidad y como siempre pasa, habría jurado que estaríamos juntos el resto de nuestras vidas, y por supuesto que no fue así. Fue mi primer amor, y por mucho tiempo fue el tesoro más hermoso que la vida me había dado. Nos hicimos novios 3 días después de que mi mamá falleció y ahora sé, que no habría soportado ese dolor sin él. 

Fue su risa, su inocencia, su mirada, todo él, lo que sentía cuando estaba con  él fue lo que me dio fuerzas para seguir después de la muerte de mamá y de un fallido y ridículo intento de suicidio.

Y ahora habían pasado casi 4 meses desde que terminamos. 

En este punto no hay mucho más que decir respecto a nosotros, nos amamos, estoy segura de eso, pero en algún punto nos perdimos, después de una pandemia y 2 años separados, después de mil discusiones, insultos, mentiras, engaños, después de terminar y regresar una innumerable cantidad de veces, simplemente nos perdimos y no fuimos capaces de regresar a lo que tuvimos alguna vez. No me malentiendan, fui muy feliz con él, y lo amé y me amó, pero ya no funcionaba, hace mucho ya no funcionaba y nos aferramos y lo intentamos de todas las formas posibles, hasta que quedamos agotados, hartos de fallar y por su bien y por mi bien, nos separamos.

Y fue así que me mudé a otra ciudad, no muy lejos de la casa donde vivía mi familia, con el propósito de concentrarme en mis últimos semestres de universidad y afrontar la vida sin él.

¿Soledad o libertad?

La vida se burló de mi en la cara, cuando había pasado poco más de 2 meses desde que me había mudado y me encontré llorando por otro hombre. Fue un miércoles 9 de Agosto cuando lo conocí, B era el dueño de la casa a la que había llegado a alquilar un cuarto de estudiante, se trataba de una casa cuyo garaje había convertido en 3 habitaciones, una cocina y un baño. De esta forma vivíamos en la misma casa, pero no juntos.

He de confesar que la atracción fue inmediata, nos vimos  y me sorprendió con un beso en la mejilla, hablamos banalidades y firmamos el contrato de arrendamiento. Era alto y corpulento, masculino, con cabello negro y rizado y una voz que podría reconocer donde sea. El siguiente encuentro que tuvimos fue en la calle, por casualidad coincidimos, y tuvimos una breve conversación. 

Me gusta, me gusta, me gusta y aún así, la idea de tener algo con él resultaba muy lejana, era evidentemente mayor que yo, tan mayor como cualquier hombre con una vida hecha y lo único que sabía de él era su nombre y que era dueño de la casa ¿Era casado? ¿Tenia hijos? ¿Divorciado tal vez?

Pasaron los días, y un viernes nos encontramos en la entrada de la casa,  nos saludamos a la distancia y salí, había pasado un minuto cuando recibí un mensaje de él. Esa conversación se prologó todo el fin de semana, esta vez nos estábamos conociendo, sus gustos, mis gustos, y una cosa llevo a la otra y unos días después estaba con él en un restaurante.

En este punto no había duda que la atracción era mutua, durante el trayecto tocó ligeramente mis manos y halagaba mis cualidades. Fue bonito, especial, único, algo totalmente desconocido, no sabía hacia donde se dirigía, pero no quería que se detuviera. Y no lo hizo.

Volvimos a vernos en otra ocasión, dimos un paseo en su Jeep y tocó mi mano todo el tiempo. Era tan mayor que esperaba que fuera todo un experto tratando mujeres, y sin embargo, resultaba tímido el roce de sus manos, nerviosas sus palabras y débiles sus movimientos. Esperaba un seductor y resultó tan diferente su comportamiento que terminó seduciéndome la ternura que proyetaba su inexperiencia.




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