Capítulo 8: Serena

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Me levanto temprano, ya es inicio de semana. Mientras me ducho, pienso en todo lo que me pasó. Mi tío y mi primo me quitaron mi empresa con documentos falsos. No tengo pruebas para defenderme. No tengo opción.

Pero sí tengo una meta. Crear mi propia empresa de seguridad, como mi abuelo. Demostrarles a todos que soy capaz, honesta y valiente. Hacer justicia, recuperar lo que es mío.

Pero luego me doy cuenta de que es solo un sueño. Una meta que se desvanece. Ellos no me van a dejar hacerlo. Ellos tienen el poder, el dinero, la influencia. Ellos me quieren quitar la libertad. Ellos me van a encarcelar, a humillar, a eliminar.

De pronto, escucho la voz de mi amiga Tormenta desde el otro lado de la puerta.

—Pastelito, ¿estás lista? Hay alguien afuera que te busca.

Me cambio rápido y salgo. Me encuentro con un hombre de traje y corbata, que me dice que es abogado y que me trae una demanda. Me entrega un sobre con unos papeles que dicen que mi tío me está demandando por difamación, injuria y calumnia.

—¿Qué? ¿De qué habla? ¿Qué es esto?

—Es una demanda, señorita. Dice que tiene que presentarse ante el juez en tres días, o de lo contrario se dictará una orden de arresto en su contra.

—¿Orden de arresto? ¿Por qué? ¿Qué he hecho yo?

—No lo sé, señorita. Solo soy el mensajero. Que tenga un buen día.

El hombre se va y me deja con el sobre en la mano. Me quedo sin palabras, sin aliento, sin fuerzas.

Tormenta me toma del brazo y me lleva al auto. Me dice que no me preocupe, que vamos a encontrar una solución, que no me va a dejar sola. Me dice que me va a llevar a la playa, a que me relaje un poco, a que me distraiga. Arranca el auto y salimos. En el camino, conversamos sobre qué se puede hacer.

—Serena, esto es una locura. ¿Cómo se atreve tu tío a hacerte esto? ¿Qué quiere de ti?

—No lo sé, Tormenta. No lo sé. Solo sé que me odia, que me quiere destruir, que me quiere quitar todo lo que me queda.

—No, no lo va a lograr. No vamos a dejar que lo haga. Vamos a luchar, vamos a defendernos, vamos a demostrar la verdad.

—¿Qué verdad, Tormenta? ¿Qué pruebas tenemos? ¿Quién nos va a creer? Ellos tienen todo a su favor. Ellos tienen los documentos, los testigos, los abogados. Ellos tienen el control.

—No, no lo tienen. No lo tienen todo. Tú tienes algo que ellos no tienen. Tú tienes tu inteligencia, tu coraje, tu dignidad.

—¿Y de qué me sirve eso, Tormenta? ¿De qué me sirve si no puedo usarlo? ¿De qué me sirve si me van a encerrar? ¿De qué me sirve si me quieren matar?

—No te van a matar, Serena. No te van a encerrar. No te van a quitar lo que te queda. Porque vamos a huir, Serena. Vamos a huir de la ciudad, de sus amenazas, de sus mentiras. Vamos a huir de este infierno, de esta pesadilla, de esta injusticia.

—¿Huir? ¿Qué dices, Tormenta? ¿Cómo voy a huir? ¿No ves que eso me haría ver culpable? ¿No ves que eso me haría perder todo?

—No, no lo ves tú, Serena. No ves que para ellos ya eres culpable. No ves que ya has perdido todo. No ves que lo único que te queda es tu vida. Y si no la cuidas, si no la proteges, si no la valoras, la vas a perder también.

—¿Qué quieres que haga, Tormenta? ¿Qué quieres que deje todo atrás? ¿Qué quieres que me olvide de mi empresa, de mi abuelo, de mi sueño?

—No, no quiero que te olvides de nada, Serena. Quiero que te recuerdes de todo. Quiero que te recuerdes de quién eres, de qué quieres, de por qué luchas. Quiero que te recuerdes de que tienes una meta, una meta que se puede cumplir, una meta que se puede alcanzar.

ALFA VENDIDO: CADENAS ROTASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora