My lovely sleep demon (ESP)

I

Aquí vamos otra vez.

Nueva casa, nueva ciudad y nuevos compañeros a los cuales conocer, ya perdí la cuenta de cuantas veces he repetido el mismo proceso. Papa tiene un trabajo algo, "peculiar", cada cierto tiempo nos estamos moviendo dejando atrás a todos lo que conocemos. No mentiré, en un inicio me gustaba, durábamos un par de meses o quizás 2 años a lo mucho y nos íbamos a otra parte. Para mi yo de ese entonces era una oportunidad de conocer nuevas cosas, ya saben, cultura, gente, juegos, etc. Pero con el tiempo al crecer esta rutina me comenzó a fastidiar. Ya se la saben, ser siempre el nuevo y todo eso, junto a mis nulas habilidades sociales, me era difícil adaptarme a los nuevos entornos que nos llevaba mi padre. 

Cada vez que lograba un avance, mi padre salía con la noticia que era hora de cambiar de rumbo. Quejarse nunca fue una opción, no es que no me escucharan, pero mi madre siempre lo apoyaba, así que mi comentario de preadolescente nunca tuvieron un impacto notorio, aún menos cuando nació mi hermana menor. Aun así, siempre me decían que pronto dejarían de mudarse a modo de consuelo, claramente nunca paso. 

En esta ocasión dimos por primera vez el gran "salto" yéndonos a vivir al extranjero, toda una odisea si me permiten decirlo. Muchos pensarían que la barrera del idioma podría ser un problema para nosotros de no ser por mi mamá la cual ya de por sí era de afuera comparada a mi padre, literal son la viva imagen de "hazla reír hasta que se olvide que no hablas su idioma (o eres feo, aplíquese a como de lugar)" me estoy desviando, el punto de todo es que desde pequeño me inculco el inglés como mi segunda lengua así que el hablarlo no era un impedimento para mí.  

Como dije nos mudamos seguido, así que por ende he vivido en muchas casas de todo tipo. Grandes, pequeñas, baratas, caras, feas y con estilo. Pero de todas en las que he estado, la de ahora se lleva el premio gordo. A ver, no era muy grande, pero sí acogedora, era la típica casa estadounidense de 2 pisos, sótano, ático y garaje. Nada del otro mundo, a excepción del precio. 

Papa siempre nos decía que había sido una ganga el toparse con semejante "palacio" como él lo llamaba, en su momento pensé que habían regateado bien o que quizás encontraron alguna falla no estipulada en el contrato sacando provecho en el precio, pero lo que vi era ridículo. El precio era tan bajo que podrías compararlo con lo que se gasta en promedio en ir de compras o quizás rellenar un auto vacío con gasolina, ninguna casa de alrededor ni comparando después con los vecinos se acerca remotamente a lo que habíamos pagado nosotros, era de no creerlo.

Por supuesto, mis padres estaban más que extasiados con el precio y más aún cuando la vimos por primera vez cara a cara, imponía. En mi mente me decía que aquí tuvo que haber ocurrido una tragedia para venderla a ese precio. 

Nuestra despedida no fue mucho, como siempre nos movíamos ni yo ni mi familia lograba generar una conexión cercana con los vecinos, a excepción de algunos muy puntuales, así que era simplemente empacar y rezar para que mi nuevo hogar no fuera hostil conmigo o mi hermana que me preocupaba. Un par de viajes en avión y unas cuantas horas en auto junto a un camión de mudanza llegamos al tan mencionado destino que nos mantendría, ojalá, de forma definitiva allí. Buen clima, la casa era tal como nos habían contado y la zona unos suburbios como de las series americanas con niños por doquier y gente cortando o manteniendo su jardín.

Al llegar ya había gente esperándonos. Mi padre fue el encargado de presentarnos y hablar con los hombres que estaban en nuestra entrada, mientras yo ayudaba a mi madre a bajar las cosas de nuestra camioneta. Después me enteré de que los hombres que nos recibieron eran el "presidente" de nuestra "cuadra" y el agente inmobiliario que nos traía las llaves. Él hablaba enérgicamente como si los conociera de toda la vida, mientras mi madre tomaba prestada la llave para que comenzáramos a desempacar las cosas. Los hombres del camión seguían nuestro ejemplo preguntando a mi madre donde ponían cada cosa, esta parte siempre era la más fastidiosa de cambiarse de lugar a cada rato.