Este episodio lo hice con el propósito de que conozcan un poco acerca del Campamento Yerba Buena. Claro que habrán nombres que no van a conocer y les parecerán raros pero lo sabrán a medida que suba los capítulos. Espero les gusté.
*Cualquier critica constructiva son bienvenidas.*
Bajo un puente, un hombre estaba sentado en un huacal de madera hecho percha por lo que tenia que mantener la mitad de su peso en su pierna izquierda para no caerse. Esto era un lujo, según él. Encontrar un sitio en donde el malestar sucumbia a quienes entraban ahí, era lo más bueno que le pasó desde que lo castigaron aquella vez. Ese puto día.Todavía lo recuerda como si pasó ayer. O pasó ayer y él lo sintió como una eternidad... Nah, ni que se hubiera traumado.
¿o sí?
En fin, comía ansioso su sanwichito de paleta y queso que una vieja le había dado mientras vagaba por las calles en busca de perder el tiempo, lo aceptó con gusto, y ahora esperaba un mensaje de sus subordinados.
Sí, podría parecer un indigente, pero uno con poder.
─Uh, estos que no apuran el trafico ─bufó cuando miró su reloj, percatándose que la sangre dentro dentro del mismo se movía, mostrando que ya había pasado cinco horas y ni un alma se había posado para decirle ni "A".
Tocó el puente de su nariz.
¿Cuanto más iba a esperar? ¡ERAN LOS MEJORES DE LOS SUYOS! Ya tenia en mente que les iba a hacer cuando llegaran: les bajaría la paga a veinte pesitos mensuales y sin merienda con él en su casa, entre el moho y el agua pútrida.
Se lo pensó mejor, vio toda la suciedad que vagaba en el interior de la construcción de mármol e hizo cara de asco. Sí, mejor los seguiría invitando ahí.
Comió la última migaja aún masticando el anterior bocado y se levantó del huacal con pesadez, estaba aburrido; estiró su cuerpo con movimientos bruscos para que el hormigueo de su pie cesara. Pero no se fue.
En su rencor solo atinaba que todo esto, hasta el mínimo punzón de dolor, era siempre obra de ese dios de cuarta, solo por ser considerado el primigenio se creía que tenia todo el poder a sus pies... Bueno, muy a su pesar todo era cierto pero siguió creyendo que no era así.
Tan indiferente a su creación, A TODOS: él podría ser más que una neblina chillona, él podría cambiar el mundo para bien, tanto al suyo como el de los simples mortales. Pero eso debía esperar hasta que ese salame le quite su castigo.
─Este Kóoch, hijo de su madre... ─murmuró con recelo. ─Ni dibis hicir isi, ñi ñi ñ-AAHHH ─sintió un ardor desgarrador en sus ojos que hizo que caiga sobre sus pies en un charco negro, los sapos corrieron cuando cayó. Gruño. ─¡KÓOCH! ─se sentó en el charco y apretó sus puños hundiendo sus largas uñas en su piel ─Bueno, sí, ya. Me relajo.
Se paró con las palabras en la boca, quería decir más, decirle hasta de lo que se iba morir pero aunque lo quisiera tanto no podía por el simple hecho de que ese dios ya lo tenia bien cortito a él. Debía tranquilizarse.
Pasó su mano por su cabello para amarrarlo con un hilo de esos que tienen los chorizos, que se encontró en el piso. Algo doloroso ya que su cabello era largo y como no se detenía a pensar en su imagen estaba medio duro pero lo ato, con dolor pero lo hizo.
─¿Sabes qué? ─preguntó mirando el cielo ─¡Vení y da la cara! ─apuntó con rabia y saltó, como si pudiera tocarlo. ─¡DALE, ANIMAL!
Su voz hizo eco en el lugar, y seguía saltando tratando de agarrarlo. Cualquiera que lo veía pensaría que estaba loco, pero él lo estaba así que...
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ᴅᴇᴍɪɢᴏᴅᴅᴇꜱꜱ ᴏꜰ ᴘᴀᴛᴀɢᴏɴɪᴀ ─ᴘᴊᴏ
Fanfiction¿Y si te enteraras que eres una semidiosa? ¿Y de una mitología poco conocida? ¿Una mitología de divinidades fuertes y campeones del mundo? Esta es la historia de Nara, semidiosa de la patagonia. ¿Se animan a leerla? Todos los derechos son del tio...