No esperaba verlo en este momento, detesto cuando las personas me ven en un estado vulnerable. Me siento como un niño pequeño cuando Vincent se acerca lentamente y se sienta junto a mí en silencio. El ruido de los árboles permitiendo a sus hojas moverse delicadamente con el viento es lo único que distingo entre mis sollozos. Lo veo apagar el cigarrillo en una roca y luego siento su mirada, Vincent nunca fue discreto. Puedo notar qué está ansioso por la forma en que su mano tantea lentamente el césped hasta llegar a mi mano.
— ¿Qué pasó?
Pregunta en un susurro, su voz se quebró pero logró manejarse para que no se notase demasiado.
— Estoy cansado.
— ¿De que las personas te traten de esa manera?
Levanté mi cabeza al ver qué dió en el blanco, la curiosidad llena mi cuerpo. Él me conoce más de lo que yo me conozco a mí mismo. Se acercó y depositó un suave beso en mi mejilla, solté un pequeño sollozo. ¿Por qué tiene que ser tan dulce conmigo? Hay mejores personas, podría encontrar un mejor hombre…
— Rody, silencia tu mente un poco.
Mi cuerpo tiembla y me doy en su agarre, me acurruco en su pecho y él me sostiene como si yo fuese de vidrio. Su toque siempre está lleno de cuidado y amor. Estar en sus brazos me da la calma de que, aunque el mundo se mueva rápido, él estaría aquí conmigo en todo momento.
— ¿Por qué sales conmigo, Vincent? Podrías salir…
— No podría hacer nada sin ti. ¿Quién sería el sol de mi vida si no fueras tú, Rody? A quién besaría hasta curar su alma si no fuera a ti? A quién anhelarian mis brazos si no te tuviera?
Sus manos acaricia mis mejillas y limpia las lágrimas que bajan a cantares de mi rostro, me inclino a su toque y me relaja. Vincent es el amor de mi vida, de eso estoy seguro. Él es mi alma gemela, quién al tenerlo cerca mi corazón desea tocar el suyo, por quién suspiro, es el hombre que los dioses han creado para que pueda entregarle mi amor, mi alma y mi corazón.
— ¿Cuál es tu sueño, Rody?
Pregunta, y yo no puedo evitar pensar en qué ahora él forma parte de cada fibra de mi ser. Vincent es el dueño de mi corazón, mi alma está entrelazada con la suya, mis labios desean los suyos cada día, mis manos anhelan tocar sus mejillas porque no puedo creer lo afortunado que soy de tenerlo en mi vida.
— Una casita con jardín.
— ¿Uh?
— Siempre soñé con una casita con jardín. — Susurro.
Vincent me regala una pequeña sonrisa, y me da un pequeño besito en la frente lleno de dulzura.
— ¿Una casita con jardín es todo lo que quieres?
— Sí, desde pequeñito.
Me acurruca más en su pecho y su mano encuentra la mía, sus dedos recorren mi palma y deposita un beso allí.
— Cuando me gane la vida cocinando, te la compraré.
— ¿Y estarás tú incluido con esa casa?
Escucho una pequeña risa de su parte, la genuina felicidad que derrama cae en mi corazón. Siento que cada día me enamoro mas de él, incluso cuando pienso que es imposible hacerlo más, siempre me enamoro mucho más.
— Estaré yo incluido con esa casa. Será la casa más cálida, repleta de nuestro amor y donde nadie jamás podrá hacerte daño de nuevo. Mi pequeña estrella llena de luz, eres y serás siempre el hombre más encantador, ¿lo sabes?
Mis ojos se llenan de lágrimas de nuevo, porque nunca había sentido el amor en su punto más profundo hasta que Vincent llegó a mi vida. Siento sus manos tomar mis mejillas y deposita besitos en todo mi rostro para calmarme.
— ¿No lo sabías? Tendré que recordartelo todos los días, dentro de nuestra pequeña casa.
— ¿Nuestra? Lo prometes?
— Nuestra, lo prometo.
Y sella su promesa con el meñique, cómo lo hace desde que lo conozco. Pero yo he decidido que, para sellar la promesa, necesito sellar nuestros labios. Le ofrezco todo mi cariño y anhelos en nuestro beso, porque nuestro amor estará siempre presente. Al besarlo nuestras almas se juntan, nuestros corazones chocan y él me toma de la cintura. Siempre amé ese pequeño gesto, pues nuestros cuerpos se vuelven uno en nuestro pequeño beso. Nos encerramos en nuestro mundo. Sí, nuestro.