20. Paraíso afrodisíaco

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Neteyam le sujetó las caderas, atrayéndole hacia sí hasta que Aonung estuvo lo más cerca posible en la posición en que se encontraban. Aonung le mordió el labio, atrayéndolo hacia su boca y Neteyam le devolvió el mordisco.

Aonung empujó su lengua dentro de la boca de Neteyam, acercando suavemente la suya y pasándola por encima de los dientes de Neteyam. Gimiendo, su cabeza cayó a un lado mientras Aonung lo besaba más profundamente. 

Sus manos tiraron de los pantalones cortos de Aonung, aflojando los cordones lo suficiente como para bajarlos hasta los muslos de Aonung. Siseó dentro de su boca, sus caderas buscaron los fríos dedos de Neteyam mientras recorrían la parte inferior de su estómago.

Aonung atrapó un dedo y lo bajó antes de presionar la palma de Neteyam contra él. Neteyam jadeó contra sus labios y sus dedos se movieron contra él para tomar su ropa interior.

– Mierda. –Aonung respiró, alejándose para presionar su frente contra la de Neteyam.

– ¿Esta bien? –Neteyam susurró sin aliento.

– Más que bien, señor. Pero primero necesito algo más.

Aonung apartó suavemente las manos de Neteyam y se levantó, quitándose los pantalones. Luego se inclinó para besar a Neteyam, tirándole de la cintura. Neteyam se apoyó en las manos y levantó la cadera para que Aonung pudiera bajarle los pantalones. Aonung se arrodilló en el suelo y los tiró a un lado para liberar sus manos. Luego rodearon los tobillos de Neteyam, separando un poco más sus piernas para que los anchos hombros de Aonung cupieran entre ellas.

– ¿Te he dicho lo bonitas que son tus piernas?

– Tal vez una o dos veces. –Neteyam sonrió tímidamente y lo miró fijamente.

Aonung tarareó, inclinándose para besar la rodilla de Neteyam. Sus manos subían y bajaban lentamente por la extensión de su suave piel, disfrutando de la sensación de la piel de gallina de Neteyam contra las yemas de sus dedos.

Los ojos de Aonung se cerraron por un momento mientras depositaba un beso en el muslo de Neteyam, ganándose un suave gemido. Las piernas de Neteyam se aflojaron, abriéndose más y, cuando Aonung abrió los ojos, Neteyam parecía completamente jodido a pesar de que apenas lo había tocado. Neteyam tenía el labio inferior atrapado entre los dientes. Su estómago se apretaba visiblemente y más abajo, estaba imposiblemente duro en el par de calzoncillos negros con ese ridículo símbolo de Batman en la cadera. Aonung se estremeció, con el pene palpitándole entre las piernas.

– He querido –comenzó lentamente– estos –Aonung presionó otro beso húmedo más arriba del tembloroso muslo de Neteyam, apretando el otro con su mano– envueltos alrededor de mi cabeza desde el momento en que los vi.

Neteyam gimió tan lascivamente que Aonung se puso rojo.

– Tus sonidos. –Respiró, sus dedos tiraron urgentemente de la ropa interior de Neteyam– Levanta la cadera.

Neteyam lo hizo, sin protestar mientras el calor lo recorría. Todavía no podía pensar; sus únicos pensamientos eran Aonung y en ese momento estaba entre los muslos de Neteyam, rozando su boca tan cerca de donde Neteyam lo necesitaba.

– Vas a poner tus muslos alrededor de mi cabeza y te haré sentir bien, ¿entiendes?

– Pero-

– Silencio –Aonung besó su tonificado estómago– Solo diviértete. Puedes tomarme.

Aonung no le dio más tiempo para protestar, quitándole la ropa interior con tanta suavidad que Neteyam ni siquiera lo vio venir. Sus pulgares presionaron las caderas de Neteyam, empujándolas hacia adelante mientras su boca envolvía la tensa erección de Neteyam.

Campamento Awa'atluDonde viven las historias. Descúbrelo ahora