Pequeño cambio

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La calma rutinaria forma parte de las pocas cosas que Alhaitham aprecia y desea conservar dentro de su vida. No es una persona fanática de los cambios constantes, o la espontaneidad. Para él, resultaba fatídico un ligero imprevisto, acaparando y desplazando los tan organizados eventos en su agenda “ocupada”.

Una prueba de ello precisamente era su puesto en la Akademiya. De hecho, no era más que un simple archivero o un organizador de documentos, agregando el plus de registrar algunos elementos clave en las reuniones importantes. Tenía un horario fijo de entrada y salida, gozaba de la tranquilidad y privacidad dentro de su oficina.

Lo apreciaba.

Su mañana iniciaba antes de ver el alba emerger desde el horizonte. Aún con el cielo moteado de los fulgentes astros, Alhaitham ya se hallaba vestido y listo para asaltar la cocina. Siempre priorizaba el buen desayuno. Molía y tostaba los granos de café para después meterlos en una prensa que Kaveh adquirió en Fontaine cuando fue a uno de sus viajes de negocio. Generalmente preparaba para dos tazas. Solo en caso de que el rubio madrugara, cosa que, raramente ocurría, pero no era menos agradable. Siendo honesto, prefería la compañía matutina antes del silencio en la casa.

Su camino partía solamente dentro de dos variables:

Si Kaveh despertaba a su par, Alhaitham se encargaba del café y el pan tostado, mientras el arquitecto optaba por cocinar algo más apropiado y saciante que una simple taza de cafeína. Aunque dependiendo de su humor, entraba o no a la cocina, y debía conformarse con el pan de la mañana que Alhaitham traía todos los días. Ambos procedían a degustaban sus alimentos, el escriba leyendo su libro diario mientras oía lo que su compañero tenía para decir, en ocasiones charlando o aportando en breves espacios; o simplemente disfrutando del silencio mutuo, hasta que los pajaritos anunciaban la llegada del amanecer.

Pero eso sólo era un escenario probable.

Uno al que el Alhaitham se inclinaba por mucho. Sin embargo, no podía aferrarse a este, o que su humor dependiera de si comenzaba con el pie izquierdo o derecho, porque las posibilidades de que el Kshahrewar se acostara casi a la misma hora en que el escriba despertaba, tenían mayor peso en la balanza. . Y estaba bien. No menospreciaba un momento de calma antes de aventurarse por las calles ajetreadas de Sumeru. Aunque era una pena que la porción adicional de café terminara por enfriarse debido a la ausencia de alguien.

Lo que sucedía una vez llegaba a la Akademiya no era demasiado relevante. A pesar de la existencia de numerosas variaciones u obligaciones, no se hallaban fuera del margen a lo que solía estar dispuesto.

El único movimiento temido por el escriba se le hace llamar: expedición en el desierto.

No lo mal interpreten. La mayor parte de su carrera se enfocó en el estudio de runas, así como su interpretación, además de escritos antiguos en diversos idiomas, normalmente, ilegibles. Le gustaba. Lo disfrutaba. Pero nadie puede culparlo por sufrir bajo los fulminantes rayos del sol al mediodía mientras la arena, un ser omnipresente, le quemaba la suela de las botas. Y sin mencionar la cantidad de granos que se filtraban en su calzado. Se preguntaba cómo cabía tanto ahí.

No obstante, esas eran otras corrientes que catalogaba como inusuales. Y afortunadamente, no sería uno de esos días.

Un detalle característico del Gran Escriba de la Akademiya es la puntualidad.

Nunca demorando ni un minuto más o menos. Decían que poseía un extraño sentido para ello. Aunque para él no se trataba de eso precisamente. Pues nunca fue participar a desperdiciar minutos de su tiempo, independientemente de sus aviones, o si estaba descansando, no se disponía por trabajo o esfuerzos extra sin paga de por medio. Eran detalles.

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⏰ Última actualización: Jan 15 ⏰

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