Oneshot: Todo estará bien :)

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Y así, dejé de tenerle miedo a los mounstruos debajo de la cama, porque me dañaba más la realidad, que la ficción...

Aún recuerdo el día en que él llegó a mi vida. Recuerdo que era un día como cualquier otro, ni muy bueno, ni muy malo. Yo generalmente me sentía sola en ese tiempo, así que pasaba tal vez las horas o los días, no lo recuerdo bien, rescostada en posición fetal, esperando como a que algo pasara, mientras escuchaba el insesante ruido de la gotera del baño y el sonido del ventilador de la vecina, que solía tenerlo prendido por largas horas. Yo solía tener frío en el departamento, mucho frío, porque de vez en cuando el airecito gélido se colaba por la ventana que daba a la calle que llevaba rota tiempo ya. Creo recordar que un par de chiquillos tontos la habían roto con un balón alguna vez, y yo me había enojado mucho, pero dice Mark (el dinosaurio que me acompaña, que tiene cara de ese nombre) que fui yo, que el día en que Cris murió, yo estaba tan desesperada respecto a como me sentía sin él, que la rompí. Yo no le creo, la verdad no sé sí él tiene la razón realmente, pero el me jura que así fue.

Por esos días yo me levantaba poco, pero después de todo, tampoco importaba, no había razón para hacerlo. Luego de que mi novio se fue, me dejó con el seguro de vida, así que, ¿para qué trabajar, o salir o casi cualquier cosa?, ya no había razón, porque ya ni siquiera yo estaba ahí.

Pasaba tanto tiempo en aquella habitación que ya me había grabado en la memoria cada pequeño detalle de esta: las grietas, y hasta exactamente el punto en el que ya no se veía la humedad, por lo que notar ese gran detalle no me fue difícil, porque de pronto, cuando desperté él estaba ahí: no se movía, ni hacía ruido, solo estaba ahí, recostadito, quieto, apacible, acompañandome. La primera vez, no dije nada, me quedé calladita, como sí no lo viera. ¡No podía haber un dinosaurio rosa recostado en mi cama, era imposible: los dinosaurios no eran rosas!

Creí estar loca, y cerré los ojos bien fuerte, quería olvidar que veía algo así, por lo que me dispuse a dormir...Y cuando desperté, el dinosaurio todavía estaba allí.

La primera vez que hablé con él, solo se dispuso a escucharme atentamente, no decía nada, pero tampoco hacía falta. A veces sujetaba mi mano, y cuando lloraba me entregaba pañuelos. Otras, me hablaba quedito al oído, me decía que ya era tarde, que al menos debía desayunar, y me llevaba a la cocina, a calentar algo. Mark dice que Martha, mi mejor amiga, dejaba comida en mi puerta, que luego el me obligaba a comer. Supongo que tiene razón, porque la comida y los víveres en general, estaban siempre ahí, a pesar de que yo no salía ni a las compras. Cuando me hacía comer, me llevaba a la bañera, le habría al agua, y me esperaba a fuera, por sí algo necesitaba.

Recuerdo como abollaba un poquito la cama, y su larga cola se arrastraba en el piso. Habían pasado los días, las semanas y luego los meses, y ya era costumbre verlo ahí, tenerlo cerca. Sus largas garras rasguñaban un poquito de vez en cuando, pero tampoco me importaba, ni le temía a sus enormes colmillos, porque yo con el, estaba muy bien. Él y yo íbamos juntos a todas partes, y aunque de vez en cuando las personas nos veían mal cuando yo le hablaba o lo abrazaba, a mí ni de cerca me importaba, porque gracias a él, yo me sentía mejor. Además, las malas miradas no valían para mí, porque a Martha le caía bien, y mis amigos solían guardar siempre un lugar en la mesa para que no tuviera que estar levantado.

Todo iba mejor, hasta que un día, Mark me dijo que ya era momento de tomar los medicamentos, porque el decía que el doctor me los había recetado por mi bien. El doctor le mentía, y no se daba cuenta de que estabamos bien así. Mark entonces me suplicaba, con todo su corazón que las tomara, y al principio le dije que no, que no lo haría, porque cada vez que tomaba esas pastillas, el se iba, como Cris lo había hecho tiempo atrás, y solo quedaba a mi lado un peluche rosado, que no hablaba, y que no era él. El me suplicaba que lo hiciera, y con lágrimas en los ojos, me decía que así yo ya no lo viera, el estaría ahí, apoyándome. Poco a poco me hizo empezar a tomarlas, hasta que aprendí a hacerlo sola.

Recuerdo la noche, en la que finalmente me despedí de él. Me miró a los ojos con tristeza, y me explicó que el ya no podía continuar ahí, porque yo ya no lo necesitaba, y él para vivir tenía que ayudar a alguien. Yo le juré que a él lo necesitaba aún, empecé a llorar, y le rogué que no se fuera. El me abrazó con fuerza, y se quedó conmigo hasta que me quedé dormida. Era la última vez que escuchaba su voz, así que me grabé su forma de hablar, para no olvidarlo nunca. Cerré los ojos con gran fuerza y determinación, tragué fuerte y me fui a dormir.

Efectivamente, al siguiente día, el ya no estaba ahí, por lo que llamé a Martha para contarle. Ella fue a mi casa y me acompañó una semana entera, hasta que me sentí mejor.

Pasó el tiempo, y poco a poco dejé de sentirme mal, hasta que el psiquiatra, me dio el alta. Cuando lo hizo, decidí arreglar la ventana, porque Mark me había hecho prometerle que lo haría, y yo no le iba a fallar. El tiempo pasó, y yo dejé de sentirme vacía después de un largo rato. Aún de vez en cuando me duele pensar en que se fue, pero cada vez se hace más fácil, y sé que mientras estuvo aquí, me hizo sentir mejor. 

Todo va a estar bienDonde viven las historias. Descúbrelo ahora