Estaba sola en el departamento.
Dylan había ido a trabajar y yo continuaba de reposo.
Me movía por el lugar con dificultad. Aunque ya me había recuperado, todavía sentía algunos dolores corporales. Eso, añadiendo lo mal que me hacía sentir la lejanía de Dylan.
Para mi lamento, no podía salir del departamento. No tenía muchas ganas de hacerlo, pero debía saber qué había ocurrido con Matza. Quería saber si realmente me está ayudando. Pero Dylan decidió cerrar la puerta con llave y no me dejó alguna en caso de emergencias.
Entonces, estaba en sola, sin celular ni llaves, volviéndome loca. Con una relación que por un momento pensé que era buena cuando claramente no lo es. Sin recuerdos certeros. Sintiéndome horrible de todas las maneras posibles.
Estaba desparramada en el sofá de la sala. Ni siquiera tenía ánimos para comer.
—¿Priscila?
Me senté de golpe para terminar quejándome por mi movimiento brusco.
—¿Estás aquí? —Comenzaron a tocar la puerta.
Con un poco de dificultad, caminé hasta la puerta y miré por la lentilla, afirmando que era quién pensaba.
—¡Patricio! ¿Qué haces aquí? ¡Dylan puede llegar en cualquier momento!
—Ábreme.
Comencé a sentir la desesperación y como se formaba el nudo en la garganta.
—No puedo, estoy encerrada —respondí con la voz un poco distorsionada—. Debes irte, Patricio. No quiero que te involucres con Dylan, puede hacerte daño. Lo creo capaz.
—¿Conoces a alguien llamada Matza? —comentó ignorando por completo mi pedido.
—Sí, pero no es momento para esto. Debes irte.
Sentía las lágrimas recorrer mi mejillas. Tal vez, no lo recordara aún, pero con el paso de los días, comencé a sentir cariño por él. Era como si recordara lo que sentía por las personas.
Como si se hubiera abierto una puerta.
Un instinto sobreprotector creció y el pensar que le hicieran algo a esas personas, me volvía loca. Prefería que Dylan se desquitara conmigo, pero que a ellos no los tocara.
—Por favor, vete, Patricio. No quiero que te lastimen —dije entre lágrimas, sintiendo que me ahogaba—. Déjame arreglarlo.
No obtuve respuesta, y con alivio, creyendo de que ya se había ido, rectifiqué mirando por la mirilla de nuevo.
Pero él seguía ahí.
Miraba la puerta con el ceño fruncido y la mandíbula tensa. Vi como pasó el dorso de su mano, siendo un manotazo, lo que quitara la lágrima rebelde que se deslizaba por su mejilla.
—No estás sola —dijo al fin, sin titubear—. Lo hice una vez, y yo no cometo errores dos veces.
—Pat...
—Matza me explicó algunas cosas, pero creo que lo mejor es verla para entender mejor las cosas —comentó—. No entiendo bien en lo que estás envuelta ni porqué tú entre tantas personas, pero te ayudaré a arreglarlo.
Solté un sollozo lastimero.
—Me iré solamente porque tengo el compromiso de buscar a alguien en el aeropuerto —mencionó pasándose las manos por el rostro—. Froylán debe estar esperándome.
El nombre comenzó a hacerme eco en mi cabeza y mi corazón se agitó con violencia. Llevé mi mano al pecho y vi como Patricio se marchaba, dejándome confundida por esta repentina inestabilidad por escuchar un nombre.
¿Lo conocía?
Terminé caminando hacia la cocina, tratando de ignorar a mi corazón, y comenzando a preparar algo de comer.
Luego de tanto tiempo, comeré por cuenta propia y no porque deba hacerlo.
Por alguna razón, este encuentro con Patricio, a pesar de que me dejó algo inestable, de devolvió algo de vitalidad.
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El beso del recuerdo [Libro I]
Romance«¿Por qué me duele tanto no poder recordarte?» Desde el momento en que Priscila encontró una foto de un chico en una nube por buscar una foto que había agregado en su currículum y no recordaba haber hecho, sintió un gran vacío que la dejó desconcert...