Luna

5 1 0
                                    

La luna es realmente hermosa.

Una fuente de inspiración para artistas de distintos ámbitos; para reflexivos filosóficos o para aquellos que solamente desean tranquilidad, o algunas veces; alargar sus momentos de tristeza. Lleno de estrellas que forman constelaciones fascinantes; el cielo nocturno es algo que ese chico nunca se cansará de ver, aún cuándo lo único que siente dentro suyo con cada brillo de cada pequeña estrella y el tenue brillo lunar es... vacío.

Sostenía su pluma por horas sin dar ni un solo trazo en el papel amarillento de su vieja libreta, sin poder trazar ni una sola linea en su lienzo y sin poder tocar ni un solo acorde con su guitarra favorita. Nada funcionaba, su corazón se sentía vacío y sus ojos se volvían tan oscuros como una noche nublada. Dejo de sentirse vivo.

Su decepción se percibía de lejos y cada vecino lo notaba; mirándolo con lastima cada que hacia su caminata rutinaria, él lo sentía pero era lo que menos le importaba.

Un día, durante una de aquellas solitarias caminatas, mientras caminaba con la vista sobre sus pies y se sumía en la música clásica que acostumbraba a escuchar en cada caminata, sus pies golpearon por accidente una gran piedra que irrumpía en su camino. Apagó su teléfono y se quito sus audífonos, su mirada se poso en ese paisaje que tenia delante: adornado de arboles de colores que no lograba reconocer y grandes rocas con un color artificial sobre ellas que rodeaban un pequeño lago celeste; sin duda juraría que ese lugar no estaba ahí antes. Miró al cielo por un segundo, después miró de izquierda a derecha y al último al suelo. Sin poder encontrar a quien sea que haya colocado todo eso en una sola tarde. Hasta que escuchó una voz a lo lejos.

—Sí, terminé esta tarde. Tu hermana hizo un buen trabajo consiguiendo el material, te aseguro que será un fondo perfecto para tu próxima sesión fotográfica, confía en mi.

El desconocido paro sus pasos cuando la mirada desconcertada del otro choco con la suya. El sujeto de cabellera castaña dio dos pasos hacia atrás y lo miró con superioridad.

—¿Qué necesita? —soltó con poco respeto en su voz.

El de mirada oscura solo lo miro de arriba a abajo, con mera indiferencia a sus secas palabras y volviendo a colocar la música que antes escuchaba, pero con un volumen más bajo. Algo que logró incomodar al sujeto, por no decir irritarlo un poco.

—Es lugar público —escupió con indiferencia. Según él, no merecía recibir un tono amable a este punto.

El desconocido suspiró.

—Ya no —replicó—, rentamos este terreno por unos días, asique le sugiero no acercarse mucho.

Ese día solo se limito a irse sin decir nada más, con un mal sabor de boca. Pero, él se negaba rotundamente a cambiar su rutina de caminata diaria, era lo único que le relajaba y ayudaba a estar bien: caminar mientras observaba la luna y estrellas iluminar todas las calles. No podía perder eso aunque sea por un corto periodo de tiempo.

Asique, sin importarle los comentarios molestos de aquel tipo desconocido siguió su ruta común, caminando con descaro un poco más lento para que el otro chico lo mirara pasar mientras llevaba una gran sonrisa retadora en el rostro; suerte tuvo de nunca enfrentar consecuencias legales por entrar a propiedad temporalmente privada.

¿Por cuanto tiempo logrará tener la mirada arriba ese sujeto? Era lo que se preguntaba cada que pasaba y recibía la mirada amenazante de parte del joven trabajador.

Así todos los días, noches e incluso se tomaba el descaro de ir por el día algunas veces. Nadie lo detenía de hacer su caminata diaria, ni siquiera los molestos comentarios de aquel chico. Además, siendo conocido por todo el pueblo, sabían que era inofensivo asique las peticiones que le hacia aquel chico a las personas para detenerlo de pasar por ahí eran sorprendentemente ignoradas. De todas formas, el joven solitario solo caminaba y nada mas, ni siquiera se atrevía a meterse de más y estorbar en las sesiones fotográficas ni volteaba a ver esas numerosas cámaras que ahora adornaban ese hermoso paisaje. ¿Por qué necesitan tantos ángulos? Se preguntaba constantemente.

Todos los días, sí. Hasta que un día tuvo que faltar -varios días en realidad-; había tenido un accidente al resbalarse de una escalera, intentando recoger su libro preferido de aquella vieja y polvorienta estantería de libros de su abuelo en una extraña y exagerada altura que ni él siendo realmente alto alcanzaba sin ayuda. Por ironías de la vida el libro que cayó al suelo en su lugar era una guía para accidentes de emergencia, pagina uno "accidentes de caída"

Había tenido poco contacto con el sujeto, que, dato innecesario pero que él no pudo pasar por alto: contaba con una graciosa baja estatura (sin duda algo que no pudo dejar pasar, sobre todo por sus constantes miradas que intentaban ser intimidantes, cosa que... no lograba muy bien que digamos). Pero aún con tantas peleas silenciosas y la constante tensión entre los dos, había hablado unas pocas veces con él, tan pocas que podría contarlas con los dedos de sus manos y le terminarían sobrando. Al principio era algo molesto y engreído, para después rendirse y hablar civilizadamente. Pero no creía que ni siquiera le haya agradado en algún momento. Ni siquiera sabia su nombre. Cada día que miraba la luna acostado en su cama pensaba en eso, por lo menos tenia algo bueno que pensar ahora.

—Buen día, Yared.

Su viejo abuelo entró por la puerta sosteniendo un pequeño plato de sopa con ambas manos. Hace tanto no escuchaba su propio nombre y por culpa de su abuelo ahora lo escuchaba todos los días.

—Buen día, abuelo —contestó.

—Tu abuela me dijo que te trajera esta sopa de verduras —explicó aquel hombre, mientras sus ya debiles manos dejaba el plato de sopa sobre la mesita de noche—. No he logrado convencerla de que una sopa no cura una pierna rota.

El chico ríe suavemente.

—No te preocupes. Además no la tengo rota abuelo... Esta empezando a hacer frio asique no está tan mal.

Una sopa de verduras nunca curara tu pierna lastimada, pero puede que te de fuerza de voluntad para no dejarte vencer por ella.

Fue cuestión de días para que el chico desobedeciera y volviera a caminar.

Talvez fue parte del destino o simple coincidencia, sea como sea, esperaba que todo volviera a la normalidad, nunca creyó que llegaría a encontrarse a ese chico otra vez en su primera caminata nocturna después de varios días. Según él solo iban a usar ese lugar unos pocos días.

—¿Otra sesión fotográfica? Si que duran.

Nunca había visto a alguien voltearse tan rápido al escuchar su voz, incluso llego a causarle un escalofrío. Esperaba ya su regaño de siempre.

Pero en cambio recibió otra cosa que lo sorprendió demasiado.

—Ah, tú. ¿Estas bien? —, hizo una breve pausa, parecía intentar encontrar justificación en sus palabras—, Eh... Estaba apunto de irme cuando dejaste de venir, tu abuelo me dijo que te habías lastimado y... Oye, no me mires así.

El chico, Yared, alzó una ceja incrédulo.

—¿Estabas preocupado por mi?

Y el joven suspiró.

—Ah, vamos, no soy de piedra —dijo sorprendentemente sincero—. Solo me agradó hablar con alguien por una vez, las horas de trabajo se vuelven aburridas y muy tediosas muchas veces.

Guardó silencio por un momento, mientras miraba el cielo estrellado y se cruzaba de brazos.

—Mi madre decía que la luna le daba vida a su imaginación, era escritora _contó el joven castaño con cierta nostalgia, Yared lo escucho con total atención—, Realmente a mi se me hace aburrida. Oh, tu abuelo empezó a hablar de mas y me dijo que también eres escritor, ¿piensas lo mismo que mi madre? -, el otro asintió con la cabeza-. Ya veo...

—La luna en principio no te ciega como el sol, asique es agradable verla... —, hizo una pausa y dibujo una sonrisa en su rostro—, puede salir algo poético si intentas escribir delante de ella.

—Mi madre siempre decía eso...

El joven rió. En ese momento, por alguna razón; el brillo de la luna no le hacia sentir tan vació como antes. Hace tiempo no hablaba con alguien que no fueran sus abuelos o conocidos.

—Por cierto, no me he presentado. Me llamo Erick.

Solo eso, una presentación simple, y al llegar a su casa terminada su caminata pudo tomar su guitarra una vez más. Pequeñas notas sin mucho propósito, pero que eran un claro inicio de algo que, quizas, podría convertirse en algo mucho más grande. Quizás aún había algo de esperanza.

LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora