Capítulo 10

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Jing Tian estaba muy decidida a vengarse aunque eso le costara la vida, y aunque eso también significara jamás volver a ver a su amor. Antes de partir, le escribió una carta a su general, exponiendo en ella sus sentimientos y revelándole por fin su decidido plan.

La carta decía:
"Mi amado general, aquel que me salvó y me protegió, aquel que me cuidó con sus tiernas manos, aquel que me enseñó con destreza todo lo que sé. Mis manos tiemblan y mis ojos se inundan por cada palabra escrita. Tu cariño tan genuino fue mío, y me lo llevaré a donde nadie me lo puede arrebatar. Tu amor fue tan grande que superó la luz del sol. Solo a ti te di mi amor, solo tú lo merecías. Sin embargo, me duele en el alma pensar que tal vez esta sea la última vez que me escuches, pues un fuego arde dentro de mí e implora venganza. Presencié a lo lejos la muerte cruel de mis padres y debo terminar con aquel que hizo tal atrocidad. Tal vez me cueste la vida, pero solo así podré estar tranquila. Cuando leas esta carta significará que todo ya ocurrió, y que por fin todo terminó. Aunque caiga en el sueño profundo dormiré tranquila, satisfecha de haberte amado, y en calma, al saber que el halcón dejó de
brillar".

Jing Tian le advirtió a su sirviente que la carta fuera entregada cuando hubiesen pasado tres días. Y entonces, dejando aquellas instrucciones se marchó sin despedirse de su general. El general no entendía la repentina indiferencia de Jing, pero ella no tenía el valor suficiente para verlo a los ojos y revelar su verdad. Pues él seguramente le impediría llevar a cabo su plan por temor de que algo malo le ocurriera. Luego que ella se marchó, Ji preguntó al emperador por qué había permitido que Jing Tian se fuera, así que él respondió :

- En tu ausencia Jing me salvó la vida, así que yo le concedí un deseo. Ella pidió salir del palacio tres días, y yo le otorgué siete. Si decidió ocupar su libertad con el juego de Hao Dou, ¿podría yo impedirlo y ensuciar mi nombre? -.

Aceptando la respuesta del emperador, el general se marchó. Molesto se dirigió a su pabellón. No podía entender por qué Jing Tian estaba dispuesta a servir a Hao Dou. Por un momento le pasó por su mente que quizá ya había cambiado de opinión su corazón.

Mientras tanto, cuando Jing Tian llegó al pabellón de Hao Dou, al momento que él la vio, le ordenó que ofreciera vino a todos sus soldados principales. Jing de inmediato acató la orden y aprovechó para dar comienzo la búsqueda del hombre deseado. A todos los observaba detalladamente pero con discreción, y muy ansiosa esperaba encontrarse con aquella persona.

Pero después de dar de beber a los cincuenta soldados, se dio cuenta que ninguno de ellos tenía grabado en su casco un halcón dorado

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Pero después de dar de beber a los cincuenta soldados, se dio cuenta que ninguno de ellos tenía grabado en su casco un halcón dorado. Entonces se preguntó si aún existía tal hombre o tal vez éste había muerto en la resiente batalla contra Yunnan.

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La esclava del pabellón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora