xiii. Reality

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UNA SONRISA apareció en mi rostro al entrar a la prisión. Aquel sentimiento de felicidad y alivio era uno que no sentía hace meses, y apenas me permití sentirlo una vez que Rick y mi papá nos mostraron el pabellón donde dormiríamos, seguros.

No era una sorpresa que la llorona del grupo era y yo, pero definitivamente había pasado un tiempo desde que lloraba por lo feliz que estaba. Lágrimas de felicidad cayeron por mis mejillas una vez que escogí la celda en donde dormiría. Mi habitación—si es que si quiera podía considerarse una—estaba al lado de la de mis papás, pues ambos dormirían juntos. Las camas eran literas, así que yo estaría durmiendo con Daniela.

Aunque ella se quejaba y prefería dormir sola, a mi me aliviaba el hecho de estar acompañada, después de todo; estar sola con mis pensamientos era lo último que quería. No necesitaba la compañía de los recuerdos malos que tenía de la granja: de la muerte de Sophia, Dale, Mar...

No los necesitaba.

La verdad es que ya estaba acostumbrada a evitar el duelo. No quería admitirlo, pero de alguna manera se había vuelto mi manera de sobrevivir, y a pesar de constantemente llorar, solo me permitía realmente lamentar a aquellos que perdimos cuando era absolutamente necesario
—cosa que hasta ahora no había sucedido.

Acomodé mis cosas, estás siendo una mochila con apenas tres conjuntos de ropa y una botella de agua, y me acosté en la cama.

El polvo que se había acumulado en ella se esparció por toda la celda, haciendo que empiece a toser y la litera haga un ligero ruido debido al movimiento. El colchón era duro y en situaciones diferentes me hubiera quejado, pero después de viajar por tantos meses—sin un hogar—el colchón duro, sucio y lleno de  piojos era un paraíso.

A lo lejos pude ver a Maggie y Glenn abrazándose, causando que una sonrisa se formé en mi rostro. Su relación era hermosa y si alguna vez tenía la suerte de amar a alguien, quería que sea como la suya.

A unos metros visualicé a Carl, quien salía de la celda de Beth ligeramente avergonzado. No sabía que había sucedido, pero me podía imaginar algo de esa situación, pues no era ninguna sorpresa que al ojiazul le gustaba Beth.
No lo podía culpar del todo. Beth era hermosa, y a veces, a pesar de ignorar ese sentimiento; hacia que me sienta algo insegura.

—¡Carl!—cambié de posición para sentarme, llamando al menor para que venga.

Este cambió su dirección hacia mi celda y se empezó a acercar. Sin embargo, mi vista fue bloqueada por el cuerpo de Nick, quien se sostuvo de la puerta de la celda y se abalanzó hacia mí, sentándose al lado mío.
—Es genial, ¿cierto?—dijo este, refiriéndose a la prisión.

Heaven || Carl GrimesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora