Anne

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Un mes.

Ya había pasado un mes entero sin tener ni un solo paciente al cual atender. Se sentía un aura de soledad y desesperación en aquel consulturio vacío adornado con acogedores sillones, varios cuadros colgando en las paredes de pintura blanca casi amarillenta por lo viejo del edificio y una triste terapeuta esperando en su oficina alguna llamada o cita para ese día.

Habían pasado ya 4 años desde que ejercía su profesión como Psicoterapeuta y no le había ido nada mal. Durante esos años conseguía clientes regularmente seguido, sin problema para poder vivir plenamente de lo que le gustaba hacer. Sin embargo, parecía que durante esta última temporada nadie padecía de problemas mentales o eso parecía, ya que ni un alma había acudido a su consultorio desde la última paciente.

Anne Savisa Boonchuy.

Se torturaba ella misma observando su viejo diploma, sintiéndose mal por no poder hacerle justicia al ni siquiera conseguir un cliente al día.

-¿Tan mala soy para esto?-

Esa pequeña voz en su cabecita trataba de resurgir para llenarla de dudas, pero ya había vivido lo suficiente como para no dejarse llevar por esos sentimientos.

-Claro que no, has ayudado a muchas personas y esto solo es una mala racha, vamos a poder salir de esto.-

Podía escuchar su propio eco resonar en los pasillos vacíos que invitaban a todos a sanar sus heridas y traumas emocionales, resonando en su cabeza los suyos propios.
Se estaba haciendo tarde, era hora de cerrar y no creía que alguien siquiera estuviera preocupado por eso.
Ordenó un poco los muebles, los limpió y algunos los cambió de lugar. Re-organizó los cuadros cambiándolos de lugar e incluso puso varias de las plantas en puntos más notorios dándole un toque estético agradable a la vista; solía hacer esto más seguido de lo que le gustaría admitir ya que en su mente tenía sentido que cambiar el decorado atraería muchas más personas a entrar a consulta.

Tomó sus cosas, cerró completamente las puertas y se quedó en la entrada fuera del edificio un buen rato. Apenas estaba anocheciendo, el aterdecer deslumbraba cada centímetro de la calle donde se ubicaba su consultorio; había elegido un lugar tranquilo y agradable donde la brisa movía ondulante los rizos de la castaña quien con una sensación cálida y tranquila observaba el hermoso escenario frente a ella.
A veces extrañaba tener compañía, hace varios años que no hablaba con sus viejas amigas y su único mejor amigo se encontraba muy ocupado como para salir a pasear un rato en un atardecer tan lindo como este.

Estaba sentada en una de las bancas que tenía un pequeño parque cerca de ahí, solo miraba el sol ocultarse a lo lejos mientras que con sus manos estaba alerta por si su celular sonaba y alguien agendaba alguna cita con ella. Oscureció tan pronto como había llegado allí, sin ninguna llamada ni nadie que preguntara por ella, a excepción claro de su madre quien todos los días le enviaba mensajes o hacia llamadas para saber como estaba su pequeña niña.

Pero Anne no estaba de buen humor ese día, no quería dejarse llevar por la tristeza ni iba a escuchar a esas voces en su cabeza que se esforzaban por hacerla sentir mal.

-¿Será que puedo agendar una sesión conmigo misma? Digo a eso me dedico...- 

Hablarse a ella misma se había convertido en una costumbre que no le generaba ni una pizca de vergüenza ni malestar, hasta le resultaba liberador poder pensar en voz alta sin preocupación.

Arrastrándome a Ti | Marcanne | AmphibiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora