12. Bienvenido a casa

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Entró en la casa y sonrió al ver de nuevo el ambiente en el que había crecido desde que era un niño. Miró las escaleras y era como si se viera a sí mismo sentado en el primer escalón cuando apenas contaban con 6 años. Tom estaba sentado a su lado, pasándole un brazo por los hombros y mirándole a los ojos con una sonrisa en los labios, mientras que su padre tomaba una fotografía de ese entrañable momento.

Sabía que esa foto estaba enmarcada sobre la cómoda en la habitación de su madre. Tenía ganas de subir y volver a verla, tratar de descubrir si a esa edad tan tierna ya había empezado a nacer el amor que sentía por su propio hermano...

Simone cerró la puerta y le hizo dar un salto llevándose la mano al pecho.

—Perdona—se disculpó Simone con una sonrisa.

Le devolvió la sonrisa y permitió que le cogiera la bolsa de viaje para subirla a su habitación. Subió las escaleras tras ella despacio, deteniéndose a mitad del camino cuando por toda la casa resonó la voz de un enojado Tom.

—Cuando Gordon me lo contó no le creí—dijo Tom mirando a su madre.

—Es tu hermano y esta casa es tan suya como tuya—murmuró Simone pasando por su lado sin mirarle.

Tom miró a Bill desde arriba de las escaleras, quien continuaba parado en la mitad de ellas sin saber dónde esconderse de su mirada. Se dio la media vuelta y entró en su habitación dando un sonoro portazo.

Bill continuó su ascenso y entró en la que fue su habitación, viendo que su madre ya le estaba deshaciendo el escaso equipaje que se llevó con prisas.

—Te echaré la ropa a lavar y luego te preparo un buen desayuno, te noto más delgado—dijo Simone mientras sacaba unos pantalones para lavar.

—Sólo han sido dos días, tan poco es para tanto—replicó Bill sentándose en su cama.

—Has estado fuera mucho más tiempo, cariño—confirmó su madre.

Bill asintió comprendiendo que se refería a cuando empezó todo. Se frotó la cara con las manos mientras que gemía contra ellas. Sentía como su estómago protestaba por haberse saltado el desayuno.

—Se te ve muy cansado, seguro que esta noche no has dormido nada—dijo Simone preocupada.

Recordarle la noche pasada y la razón de que se hubiera pasado gran parte de ella despierto, le hizo soltar un gemido ahogado...

—Túmbate y descansa todo el día, ahora te subo el desayuno—dijo Simone saliendo de la habitación sin darle tiempo a negarse.

Esperó a estar a solas y entonces comenzó a desnudarse. Abrió el primer cajón de su cómoda y sacó un pantalón de pijamas a rayas. Se lo puso y se dejó la camiseta que llevaba puesta. Estaba a punto de abrir la cama cuando apareció su madre con una bandeja en las manos que dejó sobre la mesilla. Se sentó en su cama y le hizo una señal para que le hiciera compañía.

Bill sonrió y se sentó a su lado mientras cogía una tostada y la mordisqueaba despacio.

— ¿Qué tal has pasado estos días? ¿David te ha cuidado bien?—preguntó Simone con preocupación.

—Demasiado bien—murmuró Bill sin poderse contener.

Asintió con la cabeza avergonzado viendo que su madre le miraba extrañada.

—Termina de desayunar y túmbate hasta la hora de comer. Yo hablaré con tu hermano y le explicaré la situación—dijo Simone apretando su mano con cariño— Debe entender que tú también lo estás pasando muy mal. No entiendo su actitud, te trata como si te odiara y nunca te hubiera querido.

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