Mingi empezó a llorar frente a las llamas, incapaz de retener por mucho más tiempo el dolor y el peso que soportaba. Una casa de campo ardía por completo tiñendo de rojo el cielo nocturno, y junto con las llamas no solo desaparecían los objetos, sino los recuerdos.
Unos brazos rodearon a Mingi por la espalda, que ya estaba empezando a encogerse entre sollozos, y le obligaron a mantenerse en pie. Mingi rodó sobre sí mismo para estar de frente al otro chico y le devolvió el abrazo, hundiendo su rostro en el hombro del otro y dejándose acunar y consolar.
Mingi y Yunho llevaban juntos desde que el menor llegó al orfanato casi con diez años. A ninguno de los dos los habían querido, pero la historia de Mingi era más triste, pues Yunho llevaba allí desde su nacimiento y a Mingi le alejaron de su familia los servicios sociales cuando se dieron cuenta de que su vida corría peligro. El padre de Mingi le había maltratado hasta traumatizarlo, hasta hacerlo pedazos, pero por suerte había podido sanar.
Mingi y Yunho se entendieron desde el primer momento, se volvieron amigos inseparables, y hasta pasaban algunas noches durmiendo juntos cuando tenían pesadillas. Pasaron los años y ahora, recién cumplida la mayoría de edad, ahora que ya no eran responsabilidad del estado tenían que valerse por sí mismos, solo se tenían el uno al otro. Mingi estaba agradecido de tenerle.
La casa siguió ardiendo lentamente, ellos habían encendido ese fuego poco antes, y es que ese era el antiguo hogar de Mingi, en el que se había criado y había sufrido tanto. El padre de Mingi había muerto en la cárcel meses atrás y él estaba triste y perdido de ver que nunca iba a poder mirar a su padre a los ojos y decirle que se había convertido en un gran hombre y que ninguno de sus golpes había conseguido romperle del todo. Por eso Yunho le había propuesto quemar la casa.
Al principio parecía una idea loca y Mingi se había negado, era vandalismo y si les pillaban ya tenían edad de encarcelarlos, pero Yunho le explicó que quemar la casa sería una forma de catarsis, que así se despediría del todo de su pasado y de su dolor para siempre y podría renacer de las cenizas un nuevo Mingi, uno que no llorara por las noches por su pasado.
Mingi ahora lloraba sin parar, pero sabía que serían las últimas lágrimas, que cuando el fuego se apagara y ellos se fueran de allí los recuerdos ya no podrían asaltarle, ya no le dolería nada ni arrastraría a los fantasmas con él a todas partes. Lloraba, sí, pero también se sentía bien a cada lágrima que se escapaba de sus ojos.
—Gracias. — La voz de Mingi sonó rota, en un susurró hecho pedazos, amortiguada por la ropa de Yunho donde se escondía, pero el mayor le escuchó de sobra y le abrazó con más fuerza.
—Te quiero Mimi, sabes que me vas a tener aquí para siempre, a tu lado.
Mingi levantó la cabeza, quedándose frente a frente de su amigo, y le miró a los ojos con un amago de sonrisa. Él también le quería, pero no solo como a un amigo, llevaba tiempo sintiendo por él algo más. Al principio le había costado reconocerlo, no quería estropear su amistad con Yunho, pero ya era inevitable ignorar las mariposas que se formaban en su estómago cuando le miraba y cómo su mundo relucía cuando Yunho le sonreía.
Las llamas empezaban a amainar y con eso el peso de Mingi se reducía, así que cargado de valor y animado por el sabor de la libertad que empezaba a notar en su boca, levantó una mano hasta apoyarla en la mejilla de su amigo, acariciando con dulzura la piel bajo su pulgar. Sus ojos bajaron hasta mirar los labios del otro, unos labios que había fantaseado demasiadas veces con probar. Luego, algo avergonzado por ser tan obvio, volvió a mirar a Yunho a los ojos.
Ambos estaban muy juntos, pegados, rodeándose con los brazos y con sus respiraciones cochando entre sí. Mingi hizo una pregunta en silencio, Yunho asintió y poco a poco, como si temieran moverse y espantar la magia del momento, se acercaron hasta que sus labios, al fin, rozaron. Mingi sintió como si estuviera por primera vez en su vida en un hogar, en el sitio en el que sentirse seguro para siempre.
Era un primer beso algo torpe, los dos aún eran jóvenes, aquel era el primer beso de Mingi y cuando se separaron se miraron cargados de vergüenza, pero convencidos de que había sido lo correcto. Mingi amaba a Yunho, él había estado ahí toda su vida, apoyándole, acompañándole en los días de soledad, viviendo aventuras juntos, siendo felices y acompañándose cuando estaban tristes... Yunho era su hogar, y ahora tal vez podía serlo en todos los sentidos.
Con una sonrisilla terminaron de separarse y, agarrados con fuerza de la mano, se giraron para mirar las últimas llamas arder.
Pero no todo era tan fácil, y antes de que las llamas se consumieran llegaron hasta allí un coche de bomberos y un par de policías. Los bomberos acabaron de apagar el fuego y un policía se acercó a Mingi con cautela, que no se veía capaz de moverse ni de apartar los ojos de su antigua casa, o lo que quedaba de ella. Él no había querido problemas, solo quería borrar su dolor y su pasado.
El policía le hizo un montón de preguntas, pero él seguía callado, anclado al suelo, asustado, y tan solo reconfortado por el tacto de la mano de Yunho bajo la suya. Si no fuera por él habría salido corriendo o se habría derrumbado.
La escena era bastante obvia, había un bidón de gasolina, un mechero, y un chico con la culpa dibujada en el rostro incapaz de dejar de mirar las llamas.
Al final el policía que había intentado hablar con Mingi lo llevó hasta el coche patrulla y lo sentó en el asiento trasero. Iban a llevarlo a comisaría a tomarle declaración. Mingi estaba en un buen lío, y lo sabía, pero al mirar a su lado y encontrar a Yunho sentado se le escapó una risita de complicidad, ambos estaban en un lío. Pasara lo que pasara al menos se tenían el uno al otro, con toda una vida por delante y sin nada que les atara a su pasado, tan solo ellos, juntos para siempre.
Desde fuera del coche el policía que había arrestado a Mingi le miraba con pena, era tan solo un chaval y le caería una buena por quemar una casa, pero al menos no había heridos. El policía suspiró, al menos el chico no acabaría en la cárcel ni nada parecido, un psiquiátrico era más cómodo y seguro, y es que no tenía duda alguna de que el chico no estaba bien. Desde que le había visto Mingi había tenido una mano estirada como si agarrara a alguien, miraba a la nada y sonreía y ahora reía solo dentro del coche.
Y es que Yunho nunca había existido. Sí, era el mejor amigo de Mingi, sí, le había acompañado años y años, pero tal vez no le había acompañado físicamente. Yunho solo era la imaginación de Mingi, Yunho solo era esa persona que Mingi necesitaba y nunca había encontrado y tenido a su lado.
Ojalá Yunho hubiera existido.
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Youth // Yungi
FanfictionMingi decide cortar con su pasado para poder avanzar, y por suerte Yunho está ahí para acompañarle, como siempre. One shot Yungi basado en la estética del mv de Youth. Angst.