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Una tormenta se había desatado, o eso parecía anunciar el vendaval que había aparecido en la ciudad poco antes de medianoche.

No es como si realmente supiera si hacía lo correcto, pero no parecía tener otra opción.

El arma estaba cargada y aquel sujeto yacía delante, de espaldas a él, frente a un gran ventanal, completamente ajeno a su presencia. O eso parecía...

De fondo podía apreciarse una hermosa melodía, proveniente de uno de los discos de vinilo favorito del mayor. Sus brazos yacían extendidos, lado a lado, como si fuese a ser crucificado, y su cuerpo se movía al compás de la misma, lento y sensual.

El batón negro que llevaba le daba un toque excéntrico y elegante, mas sus pies descalzos, el de un vagabundo.

Un sentimiento de familiaridad lo inundó de pronto. Conocía a ese sujeto.

Ante la duda, el oficial no pudo hacer más que reafirmar el agarre de su arma, para detenerse a unos cuantos metros de distancia y apuntarle, dispuesto a lanzar su típica, por protocolo, frase policiaca.

‒¿No le parece una falta de respeto entrar a una casa sin llamar antes?

La voz que atravesó la música sin esfuerzo, era profunda y tersa al oído, pero más que su tono, era la familiaridad lo que hizo que el oficial se quedara completamente quieto.

"... Esa voz"

Aquel pensamiento empujó el escenario a un lado, llevándolo hacia atrás a un recuerdo no tan olvidado como viejo.

"‒¿En verdad crees que este sistema funciona? ¿O es lo que te dices para tranquilizarte?"

Era la misma voz la que hablaba, pero esta vez teñida de cierta entonación burlona, al parecer suficiente motivo para lo que continuó.

El, en apariencia menor, tomó de la camisa al adulto, pero tan pronto como alzó su puño amenazando con golpearlo, sus manos fueron tomadas con una fuerza desconocida y terminó siendo arrojado contra la pared.

Una mano rodeó su cuello antes de que pudiera recomponerse y sin más, se encontraba de nuevo frente a él, lo suficientemente cerca como para no poder huir del escrutinio de aquella mirada, mientras la falta de aire atontaba su mente.

En su recuerdo, pudo ver que el mayor volvió a hablar, pero antes de que pudiera oír, el sonido tan conocido que produce un arma de mano al retirársele el seguro, lo trajo de regreso.

Ahora había una tercera persona detrás de él, una que contra todo pronóstico, se había logrado escabullir sin que siquiera lo notara.

‒Baje el arma, oficial. Dudo que tenga usted una orden de arresto para ingresar de esa forma... ‒retomó el mayor volteándose para encontrar la mirada disgustada y algo tensa del mencionado, quién a su vez veía en dirección a aquel que yacía igualmente apuntándole con un arma.

‒¿Cómo sé que no le ordenarás algo más? ‒la desconfianza en el tono del oficial, hizo aparecer una sonrisa ladina en el rostro del propietario.

‒Oficial Hughes, usted es el que entró sin permiso y me apuntó con un arma primero. Es lógico que Radiel haya reaccionado de esa manera ‒el mayor se adelantó un par de pasos‒ ¿No cree?

Luego de unos segundos, dubitativo, el oficial bajó el arma al mismo tiempo que el hombre morocho que se hallaba detrás suyo, viéndolo fijamente. Depositándola sobre una mesa ratonera que se hallaba a unos pasos de su izquierda.

El hombre que le había apuntado, yacía ahora guardando la suya en la parte trasera de sus pantalones, mas no se retiró de la habitación.

"Puedes irte, si llegase a intentar algo me haré cargo" tan solo una mirada de reojo bastó para que Radiel entendiera el mensaje y se retirara, suceso que el oficial notó.

FeinwerkbauDonde viven las historias. Descúbrelo ahora