CAPÍTULO 34

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—Iara... —revisó a la otra de reojo antes de fijarse en sus caros accesorios– O, debería decir "Sonia".

—...No has cambiado nada —Sonrió con tranquilidad mientras negaba, sus aretes tintineaban al ella moverse —Tampoco... pareces sorprendida de verme aquí.

—Supuse que ibas a salir bien librada de todas formas —Miró cómo resaltaban las dos jóvenes en la multitud, siendo las dos únicas menores que los demás—. Tengo trabajo, no necesito hablar contigo.

—¿Ezra... ha estado bien? —Se acercó un poco a Sabine para evitar chocar con un mesero, no parecía querer enfocarse en otra persona que no fuera Sabine.

—Sí —afirmó sin tapujos—, hubo un accidente en el que perdió bastante de los recuerdos a antes de que llegaras. Está mejor que nunca, a decir verdad.

Sonia no pareció creerle pero la multitud era cada vez más molesta y no pasa mucho hasta que se separan por culpa de los empujones.

Ambas terminaron sentándose en lados opuestos ya una vez iniciada la ceremonia para la subasta. Gente de toda especie se reunió con afán de coleccionar. Las vestimentas elegantes, para todos, era un requisito que todos cumplían a la perfección. Las mujeres con vestidos largos, los infiltrados de la rebelión con su propio traje y accesorios distintivos. Sabine, por supuesto, lucía un traje que era a su boca "más ella", así que no solo resaltaba su edad, sino, también lo elegante que podría ser.

Recordó vagamente su tiempo como cazarrecompensas, las veces en las que se metió a fiestas siendo aún más joven le llegaron como un licor suave, no la embriagaban, era más algo que quiso recordar, luego, un champán más fuerte le retorció el ceño, recordando a su linaje. Siendo la hija de una condesa es normal que actúe de forma recatada, pero no era ni lo más cercano a una princesa ahora, era solo Sabine.

¿A qué viniste aquí, Sabine?

Oh no, un detalle muy importante. ¿Qué no Sonia regresó al imperio? ¿Trabaja para ellos?

Los planos.

Buscó con la mirada a la niña mitad chiss, al encontrarla, la otra tenía la vista fija en un aparato que obviamente contenía los planos.

—...Diez mil. —Habló el anfitrión, golpeándola fuertemente hasta regresar a la realidad.

—¡Yo! —Se apresuró a gritar ella ya llena de ansiedad, no viendo ni de qué se trataba.

—La joven dama da diez mil por la «pintura de la difunta aristócrata Padmé Amidala». ¿Quién ofrece once mil?

Los demás infiltrados la vieron con miedo, ¿qué estaba haciendo esa chiquilla? ¡Iba a arruinarlo todo por una pintura! ¿Cómo se le ocurrió a Sato dejar que una autoproclamada "artista" vaya a una subasta para ser tentada con arte?

—¡Veinte mil! —Gritó alguien desde atrás.

Los rebeldes la observaron de reojo esperando a que hiciera nada, lo cual sucede, Sabine solo se encogió en su propio asiento.

Por su parte, la niña mitad chiss leía las páginas del folleto que les entregaron al entrar con las especificaciones de cada producto en la subasta. Estatuas, pinturas, libros, planos, joyas, un largo etcétera.
 

Aún así, la mandaloriana sabía que tenía razón al pensar así.
No conoció mucho a la chica, pero su instinto era fuerte y el hecho de que el Imperio la dejara volver era tan sospechoso que no podía dejar de notarlo.

Media hora más tarde ya estaban llegando a los planos, el presentador no dejó pasar la oportunidad para presumir su acto, diciendo que fue él el que los consiguió en un juego difícil de ganar. Ahora bien, la subasta no era nada inocente, se veía muy bien que el disco estaba oxidado gracias a una mancha rojiza que muy posiblemente era sangre.

—No, amigos míos, no se dejen llevar por lo que ven –elocuentemente fanfarroneó–. Ésta reliquia puede estar un poco maltratada, pero funciona.

U

na hermosa twi'lek color amarillo le llevó un lector de discos. Al encenderlo se veían por lo menos diez planos diferentes de naves de la antigua república que nunca vieron, posiblemente siendo modelos que esperaban sacarse mucho antes de que la guerra de los clones pasara.
   Muchas fábricas cerraron debido a diferentes conflictos con las funciones de esclavitud.

Sabine lo notó, y ahora era un riesgo muy malo de tomar.
  Sí bien, no mucha gente querría una reliquia que posiblemente sea inservible a estas alturas gracias al óxido, la oportunidad de obtener los planos era imperdible.
  Aún así, los riesgos:
•Está oxidada.
•Su condición no es buena.
•Pasaría mucho tiempo intentando limpiar los datos si después de ese momento seguían sirviendo.

   Pero claro, lo más peligroso es que Sonia los tuviera. Ella definitivamente se los daría al imperio y claro que ellos tienen mejores equipos de restauración.

—¿Y bien? –observó al público – ¡Empecemos con cinco mil créditos!

Sabine levantó la mano junto a tres rebeldes más y dos personas del público.
Por precaución miró a la niña preguntándose si estaba haciendo lo mismo, pero solo le regresaba la mirada con una sonrisa.

¿Por qué?
Parece tan distinta a la última vez, altanera, valiente, como un zorro astuto.

—¿Qué tal ahora ocho mil?

Nuevamente la rebelde alzó la mano y dos rebeldes más.

—¡Encantador, damas y caballeros! La juventud sabe apreciar algo tan valioso —observando a la mandaloriana hermosamente vestida guiñó un ojo con agrado— ¡Veamos qué tanto más pueden ofrecer! Aún tenemos una oferta poco decente para esta increíble pieza, ¿qué les parece si vamos más arriba ésta vez? ¡quince mil!

La mayoría de los rebeldes tragó saliva.

No era más de lo que disponían, pero era una gran suma, seguramente les serviría más para otras cosas para la rebelión. Sabine lo entendía, y a éstas alturas les convenía mejor robarlo. Sonia parecía no querer obtenerlo, y a cualquier persona del público sería más fácil de arrebatar.

Su mano quedó abajo, respiró hondo y dejó que la gente tomara los planos por el momento.

—Lo lamento —la voz juvenil de Sonia resonó y todos la miraron, algunos con más sorpresa que otros—. Me gustaría decir algo.

—¿Qué desea, joven dama? —el presentador la observó con desdén— ¿A caso usted me dará los quince mil créditos?

—Lamentablemente, —respondió— no me deleito en comprar baratijas. Sin embargo, en nombre del Imperio, queda usted arrestado. Usted y todos los  presentes que no sean espías, por supuesto.

Se escuchó un suspiro general de pánico y algunos resoplidos de desconcierto.

¡Tenía que ser!
Sabine rápidamente se levantó de su asiento y varias personas del público también, todas armadas y apuntando en todas direcciones.

—Debe haber un error, señorita... —el hombre a cargo estaba errático intentando encontrar con la mirada al que lo estuviera apuntando y por desgracia no era solo uno.

—Hemos estado buscándolo a usted y su grupito de maleantes por tres planetas distintos. Por supuesto, toda su "mercancía" queda confiscada.

"Ahora o nunca, Sabine", se dijo a ella misma, debajo de su saco estuvo a punto de sacar una bomba de humo.

—No, no lo harás.


"Bang."

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⏰ Última actualización: May 30 ⏰

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