XII

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El nerviosismo, ansiedad y euforia envolvían a Harry desde la cabeza hasta los pies, sentía su corazón acelerado, sus labios ya se encontraban al borde de sangrar de tanto morderlos y por si fuera poco, el suelo bajo sus pies estaba por abrirse dentro de un agujero de todos los pasos en círculos que daba y todo ello fuera de la mansión Malfoy, aún no había siquiera tocado la puerta pues para mala suerte de Harry, la protección de la zona no lo dejaba pasar, seguramente fue idea del mismo Malfoy pero no era eso lo que le preocupaba era el hecho de qué iba a decir, qué haría o cómo se supone que debía iniciar la conversación, ¿y si simplemente se iba y le enviaba otra carta?

No, ya había llegado hasta allí y Hermione al parecer veía algo que él no, si su amiga estaba tan segura como para empujarlo al fuego, es porque sabía que Harry sería capaz de soportarlo. Había intentado por horas que Draco lo dejara pasar pero no lo hacía, incluso Delfy había salido para básicamente correrlo a nombre de su amo. Con un suspiro de burro y una última mirada desde lejos de la mansión, se dispuso a sacar su varita de entre el bolsillo para caminar hacia el final de la zona, si Malfoy creía que una simple protección lo iba a detener, estaba equivocado pues Harry era un auror, por no mencionar que el mejor y en él estaban confiados millones de hechizos útiles no solamente para situaciones así, sino también acceso a la zona de los inefables, era algo que sólo podía él, no le hacía sentirse orgulloso porque sabía que todo era ante la pantomima de "El héroe del mundo mágico" pero en esos momentos, era sumamente útil conocer cualquier tipo de encantamiento o secreto.

Con sigilo, comenzó a aplicar un encantamiento con ligeros brillos expulsados desde la zona a la que Harry apuntaba, le bastaron unos dos minutos cuando ya la protección había cedido el espacio suficiente para dejarlo entrar, victorioso, con una sonrisa de orgullo, Harry finalmente entró y la barrera volvió a regenerarse a penas sus pies tocaron la parte interna de los terrenos Malfoy.

Y la ansiedad volvió a hostigar a Harry sin clemencia alguna, cada paso que daba retumbaba en sus oídos, sentía que por más que se acercaba a la puerta, esta se seguía alejando, sus dedos temblaban y por momentos era como si quisiera correr de allí pero no lo haría, estaba más que dispuesto a recibir respuestas y lo quiera o no, Malfoy iba a dárselas. Con mano segura pero con un ligero temblor, tocó la puerta suavemente. Pasaron alrededor de tres minutos cuando finalmente esta se abrió y por acto reflejo de Harry, corrió a cubrirle la boca a quién le había abierto.

-No grites, Delfy, por favor, sólo vengo a hablar con Malfoy pero necesito pasar desapercibido hasta tenerlo frente a frente, ¿entiendes? -Harry sabía que de no haber cubierto la boca de la elfa, esta hubiese gritado que la visita del gran Harry Potter estaba allí y por alguna razón seguía viendo en los ojos de la elfa que iba a gritar igualmente luego de soltarla.

-Mira.. si no dices nada, te dejaré cocinarme lo que quieras y me lo comeré todo, te dejaré hacer lo que sea por mí, lo que me pidas. -Soltó en un susurro y el semblante de la criatura cambió, seguramente por su mente pasaba la fascinación de cocinar y hacer labores por Harry aunque este lo odiaba pero así eran ellos, con seguridad ya de que no iba a gritar, la soltó finalmente y la vio desaparecer con rapidez suponiendo que iría a la cocina a empezar con su trabajo. Bueno, los kilos que había perdido Harry esas semanas, los retomaria en un minuto estando allí.

La mansión estaba en silencio como siempre y es que era un espacio sumamente enorme para a penas dos integrantes, todo estaba tal cual lo recordaba de sus últimas visitas y sentía la magia de Draco y Scorpius danzando por el lugar, para suerte del moreno, no se sentían juntas, ya luego tendría tiempo de ver a Scorpius y saludarlo.

Aunque hiciera silencio, para Harry, el sonido de los latidos de su corazón retumbaban sobre sus oídos e intentaba retraer su magia para no hacerse visible bajo ningún concepto pero los nervios lo carcomian, siguiendo únicamente el rastro de magia de Draco, caminó hasta el final de la sala y allí lo vio, a la lejanía en el patio, sentado en el pasto con un libro entre las manos, su cabello rubio y sedoso se movía conforme la suave brisa pasaba, sus largos dedos pero finos acariciaban las paginas de aquel libro que poseía y sus facciones eran tan tranquilas que lo hacían parecer un simple ángel en reposo. El corazón de Harry dio un vuelco y luego de tanto un suspiro de alivio mientras sentía su pulso volver a la normalidad, el simple hecho de verlo le ocasionaba una calma a su ansiada alma que se desesperaba sin la presencia del contrario y en la mente del moreno divagaban miles de pensamientos, ¿en qué momento había comenzado a verlo con otros ojos? Y cómo era que nunca se había fijado que Draco era realmente atractivo, tal vez el odio e inmadurez de la niñez los nubló a ambos y aquel recuerdo le hizo sonreír, siempre habían estado detrás del otro, buscándose para discutir como imanes conectados, hasta sus magias se complementaban, entonces ¿Cómo habían sido tan ciegos?

El amo y el siervoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora