Correspondido

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Sasuke estaba decidido a llevar a cabo su plan. Saber que Naruto tenía la posibilidad de estar con otro hombre, lo desquició por completo. El varón de cabello oscuro reconocía el alcance del rubio; su belleza despertaba el deseo y la admiración de muchos. Con el pasar del tiempo, la amenaza de que Uzumaki se alejara lo perseguía sin tregua alguna, convirtiéndose en un recordatorio de que, si él no actuaba a la brevedad, nunca sería correspondido.

Días antes, Uchiha aceptó que sufría en silencio por el doncel. Karin, una amiga cercana y miembro del Clan Uzumaki, le había entregado un pequeño frasco de contenido extraño. Con voz sutil, la mujer le advirtió que fuera precavido y lo utilizara en el momento adecuado con su primo. En ese entonces, Sasuke no entendía el significado de sus palabras, pero ahora, viendo al joven de ojos azules sonreír, comenzaba a descifrar su consejo.

Por otra parte, Naruto también tenía sus propios objetivos con respecto al moreno. Durante años, sentía un profundo enamoramiento que le impedía avanzar; rechazaba cualquier interés en otros varones, sin importar cuán atractivos fueran, todo con la esperanza de que Sasuke finalmente se acercara a él. Incluso se atrevió a hacer lo impensable para llamar su atención, pero el joven siempre se mantuvo al margen, respetando su amistad. Al notar un atisbo de celos en Uchiha, cuando este lo vio con otro chico en la Facultad de Comunicaciones, el rubio supo que se había presentado una oportunidad valiosa que no dejaría escapar.

Ubicado en el asiento del copiloto, Naruto le dedicaba miradas cómplices a Sasuke, mientras la emoción corría por sus venas. Sentía ansias por llegar al piso de su amigo y ser testigo de lo que sería capaz de hacer. De hecho, venía preparado para acelerar, en caso tal, un encuentro apasionado con el hombre de ojos negros. Un día, de manera sorprendente, su prima Karin apareció en su salón de clases con un misterioso bote pequeño, indicándole que lo usara con cuidado en el varón, y que, después de ver los resultados, se lo agradeciera. El doncel comprendió a qué se refería; todo tenía sentido y estaba dispuesto a contribuir a ello.

La tensión en el auto era visible, un claro reflejo de las emociones que ambos llevaban consigo. Sasuke mantenía su vista fija en la carretera, con sus pensamientos enfocados en lo que sucedería con Naruto al llegar a su hogar. En cada alto, sus miradas se cruzaban, compartiendo un lenguaje más que implícito. Por otro lado, el rubio sentía cómo el latir de su corazón resonaba con fuerza, producto de los nervios; no dejaba de apretar sus manos, las cuales descansaban sobre sus muslos, y ocasionalmente, sus azulinos ojos se perdían en el atractivo perfil de Uchiha.

A pocos metros de distancia, se divisaba un imponente complejo de edificios, situado en una de las zonas más prestigiosas de Tokio. El par de jóvenes provenían de familias de renombre, por lo que, necesidades jamás habían experimentado. Sin embargo, desde temprana edad, Sasuke se esforzó trabajado para desligarse en cierta medida del peso de un apellido influyente como el suyo. Entretanto, el doncel estaba abriéndose camino en los medios de información.

Tras ingresar por la caseta de seguridad, Sasuke condujo hacia los estacionamientos. Una vez descendieron del vehículo con las pertenencias de Naruto, tomaron el ascensor que los llevaría al interior del departamento. El entorno estaba cargado de incertidumbre; el rubio no podía dejar de tocar el bolsillo de su pantalón para asegurarse de tener el recipiente. Al entrar, dejó su mochila en el sofá, y a sus espaldas, Uchiha se encargó de cerrar la puerta.

Era habitual que el rubio se quedara a dormir en la morada de su amigo, por lo que no resultaba ser mayor sorpresa tanto para amigos como familiares. Lo único diferente en ese momento fue que los dos involuntariamente coordinaron un acercamiento más que amistoso.

—Haré la cena —habló el moreno con su voz ligeramente ronca—. Así que puedes relajarte y ponerte cómodo, Dobe.

—Te tomaré la palabra —confirmó Naruto con un asentamiento—. Usaré la ducha y después vengo a ayudarte, Teme.

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