No es correcto

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Un perfecto día soleado. Las nubes suaves y blancas paseaban por el cielo azul dando un espectáculo bellísimo, el día parecía simplemente mejorar para el joven azabache que se encontraba supervisando a los pequeños minutos antes de dejarlos ir a sus casas.

Vio a la encargada cantar junto a ellos, le llenaba el corazón ver a los niños cantar junto a ella en coro; aunque sus ojos estaban puestos en el pequeño niño de cabello oscuro: Pepito, el hermano menor de Roier y a quién veía como si fuese su propio hijo. Ese niño se había pegado a él como chinche desde el primer día y desde ese instante se habían vuelto inseparables, eran bastante dependiente de él y al tener muy pocos amiguitos se mantenía a su lado si no es que estaba con su mejor amigo Richars.

El pequeño le sonrió saludando con su pequeña mano justo cuando el timbre sonó, sus ojos se iluminaron sabiendo que ya podía correr hacia su persona favorita en aquel lugar.

-¡Mamá pato!- gritó aferrándose al mayor cuando este lo cargó para darle vueltas en el aire.

-Pepito, nos van a regañar si sigues llamándome mamá.- dijo, aunque en realidad le gustaba bastante ser llamado así pues despertaba un instinto "maternal".

-No importa.

Quackity rodó los ojos y tomó en la mano la pequeña mochila del niño para despedirse con la mano de sus compañeras.- ¿Vendrá Roier?

El niño negó recargando la cabeza en el hombro del azabache.

Ocurría más seguido de lo que le gustaría, algunas veces se daba escapadas con su pareja sabiendo que Quackity llevaría al pequeño a casa, a fin de cuentas tenía una copia de las llaves de la entrada.
Soltó un suspiro y se preparó para caminar las calles necesarias para llegar con el niño en brazos, este parecía bastante cansado y con sueño.

-Puedes dormir cuando lleguemos a casa, Pepito.- le recriminó besandole el cabello.

-¿Me vas a arropar?

El pelinegro soltó una risita enternecido.- Lo prometo, bebé.

-.-

Tal y como prometió llevó al pequeño Pepito a casa, casi cayéndose al subir las escaleras a la habitación del niño y sintiéndose algo mal por como Roier llegaba a ser algo descuidado con él.
Se arrodilló a su lado en la cama, acariciando con sumo cuidado uno de los mechones del niño. No había conocido a su mamá, y solo tenía un padre bastante ocupado y un hermano bastante torpe.

El sonido de la puerta de la habitación de Pepito le hizo girar la mirada esperando ver a su mejor amigo. La sangre se le congeló al ver al castaño de ojos rubíes mirarle desde la puerta, casi pudo sentir como le recorría con la vista. Debía lucir patético arrodillado en el suelo; con una indicación fue impulsado a salir de la habitación del pequeño para acompañarlo a la planta baja.

¿Se había molestado con él?

¿Había cometido un error?

Removió sus manos nervioso, no estaba acostumbrado a ser recriminado. Evitaba los conflictos a toda costa.

-Y-Yo lo sient-

-¿Dónde está Roier?- interrumpió el castaño alcanzando una copa.- ¿Bebes alcohol?

Negó antes de responder.- No lo se, quiero decir- nunca he bebido y sobre Roier...

Los rubíes volvieron a analizarlo de arriba abajo.- Está bien, se que anda por ahí revolcándose con su novio.

Quackity sintió las orejas calientes, ¿por qué decía así como así eso?
-No es-

Innocence | Luckity +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora