"Por mucho que disfrute de tu compañía, por mucho que las alas que me ofreces sean una prenda majestial... mi lugar está en el mar, debo quedarme con mi familia", expresó Nerites al rechazar la invitación de Afrodita de acompañarle al Olimpo.
-Donde viven las musas.
Fiorella, 1989;
La multitud me envolvió desde que entramos al autódromo. La gente lo aclamaba y se intentaban acercar para pedirle un autógrafo. Pero sin duda, la que estaba acaparando la mirada de la mayoría era yo.
—¿Y ella quién es?—Escuché.
—Seguro es la nueva.—Murmuraban las mujeres a nuestro paso.
No entendía nada, solo las voces de fondo que se secreteaban mientras pasábamos. Iba tomada de su mano, parecía disfrutar de nuestro tacto, de vez en cuando dejaba pequeñas caricias sobre esta. Y yo también disfrutaba de la calidez de su mano envolviendo la mía.
—¡Ayrton!—Gritaban su nombre por todas partes.
Yo estaba un tanto sorprendida por el bullicio, una parte de mi quería salir corriendo, no estaba acostumbrada a la atención.
—¿Quién es ella?—Le preguntaban los reporteros.
Entramos a una especie de cabina, dejando atrás cualquier rastro de gritos.
—Escúchame, Fiore. Vas a esperar aquí con mi equipo, podrás ver la carrera por los monitores y estarás tranquila y libre de los reporteros.—Asentí. Él se fue, no sin antes dejar indicaciones a su equipo para un buen trato hacia mi persona.
Monoplaza, paddock, entre otras palabras nuevas se introdujeron a mi lenguaje en cuestión de minutos. Su equipo se encargaba de enseñarme lo necesario para comprender la carrera y ese día, salí maravillada de aquel autódromo, enamorada de un deporte que hasta ese día, era desconocido para mi.
—
La cena estaba exquisita, y su compañía demasiado agradable, la diferencia de edad y de época parecía no afectar en nuestra conversación, era una persona abierta de mente y su voz era tan relajante que no te cansabas de escucharlo hablar.
—Entonces, ¿te gustó?—Preguntó y asentí.
—Está todo muy rico.— Prometió traerme al mejor restaurante y lo cumplió.
—Te lo dije.—Sonrió.—Pero me refería a la carrera.
Sonreí terminando de limpiar mis labios con la servilleta y levanté mi mirada hacia él.
—Me gustó mucho, Ayrton.—Respondí sincera.
—Me alegra mucho, es la primera de muchas. Haré que te enamores perdidamente.—Y lo estaba logrando.—Ahora vamos, es hora de un paseo a la luz de la luna.
—Vamos.
Salimos del lugar tomados de la mano, era todo muy rápido pero justo ahora no confiaba demasiado en el tiempo. No sabía si era solo un pasatiempo para él. Pero tal vez estaba pensando mucho a futuro y recién nos acabábamos de conocer y muy pronto volvería a mi lugar, o al menos esos eran mis planes.
La brisa golpeó mi cara de forma inmediata al salir del restaurante, cerré mis ojos ante el tacto y mi cuerpo comenzó a tiritar a los segundos. Él lo notó, así que pasó su brazo derecho por encima de mis hombros, compartiendo el calor de su cuerpo con el mío.
—¿Cómo te sientes?—Preguntó.
—Confundida y con miedo.—Respondí con mi mirada puesta en el asfalto de la calle.—No sabía que se podía viajar en el tiempo.
—Si eso es posible en tu año, no imagino la cantidad de tecnología que debe haber ahí.—Respondió.
Levanté mi mirada hacía él, tenía sus ojos puestos en los míos y una sonrisa en su rostro.
—Pues, solo autos que se manejan solos.—Sus ojos se abrieron.—Teléfonos inteligentes, y una gran lista de etcétera.
—¿Autos que se manejan solos?—Preguntó.
—Un estadounidense los inventó, también nos quiere llevar a marte, increíble, ¿no?
—Imposible, querrás decir.—Respondió y negué sonriendo.
—Cuéntame más de ti.—Ayrton hablaba mucho y poco a la vez, me di cuenta que sabía lo suficiente para no considerarlo un desconocido, pero no lo suficiente como para considerarlo un conocido.
La luna comenzó a ocultarse entre las nubes, y pequeñas gotas golpeaban nuestros cuerpos.
—Te cuento más en el hotel, ahora corre.—Dijo tomando mi mano y echándonos a correr para no mojarnos.—No me puedo enfermar, Fiore.
Corría lo mas que podía, pero mi condición física sin duda no era buena. Ibamos a la mitad de una cuadra y yo ya no podía más. Aún así, di lo mejor de mi hasta llegar al hotel.
Caí rendida en la cama con Ayrton al lado, en estos momentos lo estaba odiando por hacerme correr como nunca.
—Ahora si, ¿qué más quieres saber de mi?—Su voz inundó mis oídos, sonaba agitada.
—Pues, no lo sé. Te doy la libertad de elegir qué quieres que conozca de ti.
—Eso no es muy conveniente, Fiore.—Respondió.
Apoyó su codo en el colchón, se acomodó de lado apoyando su mano en su mentón, quedando con su mirada fija en mi.
—¿Ah, no? ¿Por qué?—Pregunté con el ceño fruncido.
—Por que puedo sacar a relucir lo mejor de mi y esconder mi lado oscuro.—Contestó con firmeza.
—Ya me tocará a mi conocer tus sombras.—Respondió sosteniendo su mirada.
—¿Cómo?
—En lo que no me cuentas pero se ve.—Dije.
Estaba en paz en aquel momento, como pocos. Aún en mi realidad nunca había logrado la tranquilidad que la compañía de Ayrton me brindaba, ni las charlas esas profundas u otras sin sentido. En mi realidad no tenía a nadie con el cual poder hablar de aquella forma.
—No quiero que te vayas.—Hizo un puchero y sus ojos brillaron.
—Mi lugar está allá, Ayrton.—Respondí dejando caer una lagrima por mi mejilla.
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Volví<3