Parte 3

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Corrimos a toda velocidad, sintiendo la adrenalina recorrer nuestros cuerpos mientras nos alejábamos del caos que habíamos causado. Pedro lideraba la escapada con una risa contagiosa, seguido de cerca por Fabio, quien no dejaba de elogiar la audacia de Pedro.

-¡Eso estuvo increíble, Pedro! ¡Tenemos que hacer más gamberradas como esta! -exclamó Fabio, riendo a carcajadas.

-¡Definitivamente, necesitamos más acción en nuestras vidas! ¡Esa espuma voladora fue épica! - Roberto se unió a la celebración.

Pedro, todavía riendo, asentía con orgullo por el éxito de su travesura.

-¡Vaya caras que habéis puesto, chicos! -comentó Pedro entre risas, señalando a Roberto y Fabio.

-Esa espuma está por todos lados, ¡incluso en tu pelo, Fabio! -añadió Roberto, tratando de quitarse la espuma de la cara.

-¿Estoy guapo? -preguntó Fabio, riendo aún más.

Sin embargo, la mirada de Esteban, el cuarto miembro del grupo, era diferente. Me observaba con cierta desconfianza y, al llegar a un lugar más tranquilo detrás del campo de fútbol, me abordó con una pregunta borde.

-¿Y tú, qué haces aquí? -inquirió Esteban, cruzándose de brazos.

Pedro y los demás seguían bromeando entre risas, pero la mirada de Esteban dejaba claro que no compartía la misma actitud despreocupada. En medio de la diversión y el bullicio, mi encuentro con Esteban auguraba una situación menos relajada.

-Yo-yo... -tartamudeé. En ese momento, Pedro intervino, notando la tensión en el aire.

-Tranquilo, Esteban, ella solo estaba cerca observando. Si la pillan, va a ser injusto que se lleve el castigo por nuestra travesura -dijo Pedro, intentando calmar las aguas.

Esteban frunció el ceño y me miró con un dejo de enfado.

-No debería haber venido si no quería estar involucrada -comentó Esteban, apretando los dientes.

Pedro, tratando de mantener la armonía en el grupo, añadió:

-Vamos, Esteban, no te enfades. Fue solo una broma inofensiva. No va a decir nada, ¿a que no? - Pedro clavó sus ojos en mí, esperando confirmación.

Intentando disipar la incomodidad, mencioné con una sonrisa forzada:

-No os preocupéis, no diré nada. No estoy interesada en meterme en problemas.

Fabio, con expresión preocupada, preguntó:

-¿No eres tú la del periódico de la escuela?

-Sí, lo soy -respondí con cautela, sintiendo que la situación se volvía más complicada.

-¿Cómo te llamas? -preguntó Esteban con el ceño fruncido.

-Gala-murmuré empezando a sentir miedo.

-Mira, Gala-dijo entre dientes.- No me fío de ti. ¿Cómo sabemos que no irás corriendo al periódico a contar esta historia?

Roberto, mirando a los demás con seriedad, comentó:

-Si eso llega al periódico, podríamos meternos en un buen lío. Tenemos que asegurarnos de que esto no salga a la luz.

El nerviosismo se apoderó de mí al darme cuenta de las posibles repercusiones. Pedro, notando mi preocupación, intervino para defenderme.

-Tranquilos, Gala no va a decir nada a nadie ni tampoco lo pondrá en su periódico. ¿Verdad, Gala?

Asentí, tratando de transmitir confianza.

-Lo prometo, no quiero complicaciones. No diré nada, chicos.

Aunque seguía existiendo cierta desconfianza, Pedro logró calmar los ánimos y evitar que la situación se saliera de control. Pedro se llevó a Esteban a un lado para hablar con él en privado y yo fingí que no les escuchaba mientras me retocaba el pelo.

-Mira, Esteban, lo de Gala ha sido una casualidad. No nos iba a delatar ni nada por el estilo. De hecho, dejándola allí, nos habría delatado en dos minutos. Además, siendo quien es, el director la habría creído a la primera. Era mejor llevarla con nosotros, implicaba que era parte de la broma. -murmuró Pedro, tratando de convencer a su amigo.

Esteban frunció el ceño, aún mostrando desconfianza, pero asintió finalmente ante la explicación de Pedro. Con la situación bajo control, nos preparamos para abandonar el lugar antes de que la policía pudiera encontrarnos. Antes de irnos, Esteban le recordó a Pedro las consecuencias de ser atrapados.

-Pedro, ya estamos bajo aviso por lo de los huevos en la casa del director. Si nos vuelven a pillar, nos expulsan sin miramientos. Eso significa perder opciones para la universidad el año que viene. No podemos arriesgarnos tanto, tío. -advirtió Esteban, buscando seriedad en la conversación.

Pedro asintió, consciente de la gravedad de la situación.

-No va a pasar nada. De esto me encargo yo.

De repente, el sonido de una patrulla se hizo presente, y todos nos agachamos, buscando desesperadamente un lugar donde escondernos contra las gradas del campo para pasar desapercibidos. El nerviosismo se apoderó de nosotros mientras observábamos cómo un coche de policía se detenía frente al colegio.

El guardia de seguridad salió apresuradamente para explicarle a los agentes de policía la gamberrada que habíamos hecho. Con él llevaba el patinete que Pedro había utilizado en su travesura.

-Mierda-murmuró Roberto.- Tienen mi patinete.

Fabio, tratando de calmar la situación, le susurró:

-Tranquilo, si no nos encuentran por aquí, no podrán acusarte de nada. Será mejor que nos vayamos de aquí antes de que nos descubran.

Decidimos seguir su consejo y, cuidadosamente, nos alejamos del lugar, manteniéndonos ocultos mientras el caos se desataba a nuestro alrededor.

Los amigos se disponían a irse, pero yo me quedé ahí plantada. Pedro, al percatarse, se giró hacia mí con expresión preocupada.

-¿Por qué no te mueves? Nos van a descubrir -murmuró Pedro.

Le expliqué rápidamente que me había dejado mi diario en la sala del periódico y que no podía irme sin él. Pedro, frunciendo el ceño, respondió:

-Es solo un diario, recógelo mañana.

Aunque dudosa, finalmente asentí y nos alejamos, fundiéndonos en la oscuridad y tratando de dejar atrás la escena de la travesura.

Rumores en papelWhere stories live. Discover now