A la mañana siguiente, Nastia y Bruno aparecieron corriendo por el pasillo en dirección a mi taquilla, donde estaba recogiendo mis libros antes de empezar las clases. Bruno, con una expresión intrigada, me preguntó:
—¿Ya te has enterado de lo que pasó anoche en el ala oeste del instituto?
—No, ¿qué pasó?— respondí haciéndome la despistada.
Nastia tomó la palabra, visiblemente preocupada:
—Unos gamberros se encargaron de hacer un destrozo en el pasillo. ¡Fue un caos total! No sé quién habrá sido.
Bruno se unió a la conversación y me miró con curiosidad:
—¿Y tú, Gala? ¿Te enteraste de algo?
Intentando evadir la situación, respondí:
—No, me fui poco después de que te fueras a salvar a tu gato. Por cierto, ¿cómo está?
—Puede sobrevivir sin mi.
—Seguro que han sido los del equipo de rugby—continuó Nastia.— Nunca me he fiado de ellos.
—O los de teatro. Últimamente están muy reivindicativos con que se reforme el auditorio.—Bruno también comenzó a pensar en el causante de tal fechoría.
Nastia, con gesto preocupado, continuó la explicación sobre el caos nocturno:—Fue un desastre total, Gala. Rompieron algunas cosas, dejaron espuma por todas partes y hasta tiraron algunas mesas. Parece que se divierten creando problemas.
Bruno asintió y añadió:
—Sí. Puede que tengamos una buena historia para el periódico.
Queriendo evitar la conversación sobre el incidente, les dije rápidamente:
—Bueno, tengo que ir a la sala del periódico a recoger el diario que se me olvidó anoche.
Bruno, con escepticismo, comentó:
—Es raro que se te olvide el diario por ahí. Nunca te pasa eso.
Justo en ese momento, sonó el timbre anunciando el inicio de las clases en diez minutos. Intenté alejarme antes de que pudieran hacer más preguntas:
—Bueno, nos vemos después. ¡Buena suerte con la investigación para el periódico!
—¡Acuérdate que hemos quedado después de clase para hacer el trabajo de inglés!— me gritó Nastia mientras me alejaba por el pasillo.
Dejé a Bruno y a Nastia en el pasillo y me dirigí rápidamente hacia la sala del periódico, tratando de evitar cualquier desliz sobre mi conexión con los sucesos de la noche anterior.
Al llegar al pasillo donde se encontraba la sala del periódico, corrí con la esperanza de llegar antes de que sonara el segundo timbre. La tensión se apoderó de mí al notar que una cinta amarilla bloqueaba el acceso al lugar. Un limpiador se afanaba en reparar el desastre dejado por la travesura de Pedro la noche anterior.
—Lo siento, joven, no puede pasar. Estamos tratando de arreglar esto —me dijo el limpiador, señalando el desorden en el pasillo.
Ignorando su advertencia y sus quejas de "me estás pisando lo mojado", me deslicé bajo la cinta y entré decidida en la sala. Busqué desesperadamente mi diario, la pequeña libreta donde plasmaba mis pensamientos más íntimos y, sobre todo, mis reflexiones sobre Pedro Castillero.
Revuelta tras revuelta, el pánico empezó a apoderarse de mí al no encontrar rastro de mi diario. La angustia creció al pensar que mis pensamientos más secretos podrían haber caído en manos equivocadas, revelando mis sentimientos hacia Pedro y exponiéndome de una manera que preferiría evitar.
Mientras examinaba frenéticamente la sala del periódico en busca de mi diario, no pude evitar sentir la mirada curiosa del limpiador que intentaba restaurar la normalidad en el pasillo. Mi angustia aumentaba con cada segundo que pasaba sin encontrar rastro de mi libreta.
—Disculpe, ¿ha visto a alguien entrar en esta sala recientemente? —le pregunté al limpiador con la esperanza de obtener alguna pista.
El hombre, con un trapo en la mano, me miró con sincera confusión.
—No, señorita. Llevo aquí desde primera hora de la mañana y nadie se ha acercado a esta sala. ¿Hay algún problema?
La respuesta del limpiador hizo que la ansiedad se mezclara con la frustración. Nadie más había entrado, al menos desde que él estaba allí. ¿Dónde podría estar mi diario? El miedo a que cayera en manos ajenas seguía creciendo dentro de mí.
—No, no hay ningún problema. Solo estaba buscando algo que olvidé aquí anoche. Es solo un diario personal, nada importante —dije, tratando de disimular mi preocupación.
El limpiador asintió comprensivo y continuó con su tarea de limpieza. Mientras observaba sus movimientos, mi mente estaba en otra parte, concentrada en la posibilidad de que alguien pudiera haber encontrado y leído mi diario.
Decidí cambiar mi enfoque y, con un suspiro, le agradecí al limpiador y me dirigí hacia la salida. Antes de abandonar la sala, eché un último vistazo, como si mi diario pudiera aparecer mágicamente. Nada. La cinta de seguridad aún bloqueaba el paso, recordándome la travesura de la noche anterior.
En ese momento, el sonido estridente del timbre que anunciaba el inicio inminente de las clases resonó por los pasillos. Me apresuré a abandonar la sala del periódico y dirigirme hacia mi clase, con la mente llena de preocupaciones sobre el paradero de mi diario y la posibilidad de que alguien más hubiera tenido acceso a mis pensamientos más íntimos.
Mientras caminaba por el pasillo, intenté mantener la compostura, pero la ansiedad seguía creciendo en mi interior. Las risas y los comentarios de los estudiantes que se dirigían a sus aulas parecían lejanos, como si estuviera sumida en mis propios pensamientos turbulentos.
Al llegar a la clase, me senté en mi pupitre, pero no podía concentrarme en la lección. La imagen de mi diario desaparecido persistía en mi mente, distrayéndome de cualquier intento de prestar atención a las materias. La incertidumbre sobre quién podría haberlo encontrado y qué consecuencias tendría me atormentaba.
Justo en ese momento, una voz resonó por el altavoz, retumbando por toda la escuela:
—Roberto Rodríguez, por favor, acuda inmediatamente al despacho del director.
Un escalofrío recorrió mi espalda y sentí cómo se me encogía el alma. La casualidad de ese anuncio en el mismo momento en que yo buscaba mi diario no podía ser ignorada. Mi mente empezó a dar vueltas con pensamientos preocupantes. ¿Tenía alguna relación con la gamberrada de la noche anterior? ¿Y si mi diario estaba implicado de alguna manera? Pero sobre todo, una duda pasó por mi mente como un relámpago. ¿Pensaría Pedro y sus amigos que les había delatado al director?
El nerviosismo se apoderó de mí, y las dudas sobre lo que podría suceder a continuación aumentaron mi ansiedad. A pesar de que la voz por el altavoz no tenía relación directa conmigo, la conexión entre los eventos no pasó desapercibida, y me quedé sentada, contemplando el desafío inminente.
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Rumores en papel
عاطفيةGala es una estudiante tranquila cuya mayor preocupación es dirigir el periódico de la escuela. Sin embargo, se ve envuelta en una serie de acontecimientos caóticos cuando Pedro interrumpe su pacífica rutina. Pedro comenzará a poner su mundo patas...