Solo ella me Llama así

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Tenía dos horas y media preparando ese puto comercial para el próximo fin de semana. Hanna había sido muy clara cuando pidió que estuviera listo y perfecto para el próximo sábado. 

—tomate un descanso Dalia. 

Levanté la mirada de la computadora para ver a George, mi asistente. 

—okey, desaparezco. —levantó sus manos en rendición y se retiró de mi oficina 

Mi ambiente laboral es bastante incomodo por varias razones.

La primera, todos incluso George, piensan que soy una maniática del control porque siempre prefiero el trabajo.
Luego están los que alegan que soy una bruja porque nunca estoy de acuerdo con salir a tomar una copa después del trabajo.
Y para rematar, ese singular grupo de compañeras con alma preparatoriana; que tienen la tarea diaria de fastidiar mi paz, ¡simple y llanamente porque estoy soltera!

—¡buenas tardes Dalia!

Ella...

Ella es Brigitte, rubia, alta, ojos soñadores, no puedo evitar compararla con un pony de ese programa que ve mi sobrina.

—¿tienes algo sobre los fondos del...

—no. —me interrumpió con esa sonrisa molesta —Kimberly y Fátima van a llevar a sus esposos a la fiesta de esta noche.

¿Y quién te preguntó Brigitte?

—¡oh!, eso... Es fantástico, y... ¿Qué tiene que ver eso conmigo? —sonreí fingiendo amabilidad

—¿tú para cuando nos vas a sorprender? —apoyó sus manos sobre mi escritorio

—¡es cierto Dalia estas más sola que la señora Struff! —Laurin igualmente interrumpió en mi oficina

La señora Struff es una de las asistentes en finanzas, una señora de tal vez setenta años que esta todo el tiempo sola, con la mirada fría y lanzándole groserías a todo el mundo por usar la cafetera.

Quiero aclarar que no me parezco a la señora Struff, tengo veintisiete años, le sonrió a todo el mundo y hasta le traigo café a mi asistente. Nuestra única similitud es nuestra vida personal vacía.

—Laurin está mal que hables así. —volví mis ojos a la pantalla de mi laptop

—mal y lo que sea, pero todo el tiempo estas sola, le das pena a la gente.

Respiré hondo para no perder el control.

—no le doy pena a la gente.

—si lo haces. —me contradijo Brigitte

—no lo hago.

—¡Kim, ¿verdad que Dalia causa pena por estar sola?! —Laurin gritó hacia fuera llamando la atención de todo el departamento.

—¡obviamente!, ¿acaso no lo sabe? —Kimberly se asomó a la puertacon unos papeles a la mano 

—parece que no. —Brigitte me señaló

—si lo haces querida, todo el tiempo, ¿verdad Fátima? —Kimberly apoyó su espalda del umbral de mi puerta.

Fátima, pasaba por la puerta mostrando los ejemplares en el carrito. La castaña se detuvo frente a la puerta.

—es muy cierto, ¿a tu madre no le preocupas? —Fátima hizo una mueca preocupada

—¡es verdad!, es insano tener una vida sin actividad sexual. —Brigitte puso un mano en su pecho aterrada

—siempre sola, hundiéndote en la miseria del trabajo. —mientras Kimberly hablaba las demás asentían de acuerdo

—no sabes como se me cae la cara cuando veo a las señoras treintonas saliendo con hombres, y la pobre Dalia no toma ni la hora.

Solo ella me Llama asíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora