La Misión

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El sonido del piano inundaba la habitación. Las hojas de partituras se encontraban tapizando el suelo, y el cuaderno con palabras escritas al azar descansaba sobre una mesa cerca del instrumento.

Un golpeteo en la puerta interrumpió la armónica melodía. 

Blaine suspiró frustrado, estaba muy cerca de terminar su canción, pero todavía no encontraba las palabras adecuadas. 

Era un chico relativamente bajo, pelinegro con cabello ondulado. Del cual sobresalían dos cuernos pequeños color negro. Sus bellos ojos eran de un color amarillo, que bajo la luz parecían color miel. Estaba vestido como correspondía su cargo: un príncipe. Usaba un traje rojo fuego, con detalles dorados. Y tras él se mostraban imponentes sus alas negras y fuertes.

Se levantó del banquillo del piano y se acercó a la puerta.

La abrió y encontró a uno de los sirvientes de su padre.

- Disculpe molestar señor, pero su padre lo busca.

Sin ánimo de provocar una discusión con su padre, decidió no decir nada y solo seguirlo hasta la oficina del Rey de los Demonios Oscuros.

Mientras se acercaban escucharon gritos de dolor y de ayuda, que luego de unos segundos cesaron.

Al entrar a la oficina, dos cadáveres se encontraban regados en el piso al igual que un montón de manchas de sangre derramada. 

- Desásete de ellos- ordenó. Su voz retumbó por las paredes de piedra. Era un demonio alto, grandísimo. Su cuerpo cubierto por escamas de dragón confeccionaban una armadura resistente e intimidante. Sus alas enormes ocupaban la mayor parte de la habitación, destacando por sobre todo. Él era el Rey de los demonios oscuros, aquellos que no tienen piedad, ni remordimiento por las atrocidades que hacen, el asesinar corre por su sangre, siendo los indicados para trabajar como sicarios. La cual era la especialidad de su hijo, Blaine Anderson.  Quien fue criado para matar y saber defenderse de todo tipo de ataque. Ha matado a cientos de criaturas por orden de su padre y en defensa del reino.

Blaine miró como el sirviente tomó los cuerpos con cierta dificultad y los arrastró fuera de la oficina.

- ¿Querías verme?

- Siéntate.

El pelinegro siguió la orden y esperó a que su padre hablara.

- Tenemos un nuevo encargo. Se trata del príncipe de los elfos de la Luz. Su padre enfermó y necesita que él tome el trono pronto. Sin embargo, nuestros clientes no están a gusto con esto. Nos han pedido asesinarlo de manera lenta y casi imperceptible. ¿Entendido?

A Blaine no le gustaba este trabajo, lo consideraba sucio y salvaje. Matar porque sí nunca lo consideró como una buena práctica, siempre ha opinado que se debe juzgar a las personas antes de condenarlas, pero en su pueblo todo funcionaba así desde hace años. Sin embargo, hubo un momento en que eso se detuvo por un tiempo y fue por la llegada de su madre. Ella era una humana, a quien su papá dejó embarazada y fue obligado a casarse. Lamentablemente, murió durante el parto. Pero durante todo su embarazo le escribió cartas a su hijo, y desde que este era un niño las leía, de ella aprendió lo que es la compasión, el amar, el establecer una relación con el otro. Todo lo contrario a lo que su padre y el resto de su gente aplicaba, ellos eran fríos y solo les importaban sí mismos. 

Desafortunadamente, el ser un semidemonio con dichas características humanas, lo dejaba en desventaja frente al resto y era una molestia para su padre. Es por eso que él lo entrenó desde pequeño a ser como él y a realizar misiones de sicario, para que olvide lo enseñado por su madre y sea un digno heredero del trono.

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⏰ Última actualización: Mar 07 ⏰

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