Capítulo 8

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El viaje transcurrió sin incidente alguno. Jörg paró en una gasolinera para estirar las piernas. Se alejó todo lo que pudo de sus hijos y a la sombra de un árbol encendió un cigarro que se fumó lentamente mientras los observaba. Veía como su hijo mayor le decía algo al menor, quien seguía su camino como si no le hubiera oído. Se encerró en el baño y al otro hermano no le quedó más remedio que esperarle.

Viendo que su hermano no quería hablarle y mucho menos verle, Tom entró en la tienda de la gasolinera y compró un paquete de chicles, aunque en esos momentos se moría por un cigarro, pero sabía que si su padre le pillaba se lo haría pagar muy caro. Compró también un paquete de galletas para su hermano, sus favoritas, aunque presentía que se las tiraría a la cara si pudiera. Pagó y salió de la tienda, viendo que su padre estaba echando gasolina y el coche vacío.

Entró en el coche y ocupó su asiento de nuevo sin decir nada. Al poco se le unió su hermano y su padre entró en el baño para lavarse las manos, momento que aprovechó para volverse y entregarle un par de galletas.

—Come algo, por favor—le suplicó en voz baja.

Bill le miró a punto de negarse, pero un rugido de su estómago habló por él. Estiró una mano y recogió las galletas antes de que su padre volviera y encontrara otro motivo para pegarle, solo por dejar migas en el asiento de atrás.

Jörg regresó y se pusieron en marcha de nuevo. Hicieron el resto del viaje en silencio, ni siquiera puso la radio. Resoplando por lo bajo, Tom apoyó el codo en la ventanilla que llevaba medio bajada y se dedicó a mirar por el retrovisor. su hermano se había quedado dormido con la cabeza apoyada contra el cristal. Aún llevaba puesta las gafas, dudaba que se las quitara hasta que su padre se hubiera ido, dejando ver la tristeza que emanaba de su mirada. Llevaba los labios fuertemente apretados, y una mano apoyada sobre el regazo. La otra la tenía bajo la mejilla apoyada contra el frío cristal, lo que le hacía desear poder correr a su lado y prestarle un hombro sobre el que descansar....y llorar.






Llegaron a la casa de su madre a las 3 horas. Para entonces el cantante se había despertado hacía ya un buen rato, cuando su padre dio un frenazo brusco y le hizo abrir los ojos y emitir un débil gemido. Mientras aparcaban delante del jardín, pudo ver como se abría la puerta de la casa y su madre salía con gesto preocupado. Su padrastro se quedó atrás, dejando que sus padres hablaran en privado.

Bajó del coche y se encargó él mismo de sus maletas, negando la ayuda de su hermano con un gesto brusco de la cabeza.

—Simone—saludó Jörg a su ex mujer.

—Jörg—respondió Simone.

Sus saludos eran siempre así de fríos, ya estaban acostumbrados desde niños. Se giraron cada uno con sus maletas de la mano, pero Simone no les dejó dar ni un solo paso antes de correr hacia su hijo pequeño y estrecharle entre sus brazos.

—Mamá...—susurró Bill a punto de llorar.

Dejó caer las maletas y abrazó a su madre con fuerza, escondiendo la cara en su pecho mientras se mordía los temblorosos labios.

—Ya estás en casa, cariño—susurró también Simone—Todo se acabó.

Tom les miró con envidia. Ese abrazo le excluía a él. Se preguntaba si las cosas hubieran ocurrido al revés, ¿su madre le estaría abrazando en esos momentos o juzgándole como había hecho su padre?

I will sacrificeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora