Telaraña

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Sus cuerpos desnudos reposaban sobre las calientes sábanas blancas de la cama en aquel atardecer de colores anaranjados. Las sensaciones eran experimentales y reconfortantes y sus besos eran dulces, lentos y sensuales. Husk cuidaba el cuerpo de Angel como si se tratara de su más grande regalo, ya que era delgado, frágil y lo suficientemente delicado como para tener miedo de herirlo con movimientos duros.

En medio de esos besos, el felino se mantuvo sobre el cuerpo descubierto de su pareja y se alejó unos instantes para apreciar su rostro. Todo en la araña se veía adorable, sus mejillas sonrojadas y las leves gotas de sudor que resbalaban por sus clavículas y pecho. Era el calor y la adrenalina de ese momento, de su primera vez como pareja, del entusiasmo y la ansiedad que les sacudía los corazones al mismo tiempo.

—Cuando algo duela, voy a detenerme —aseguró Husk entrecerrando sus ojos hacia el contrario, quién le sonrió con comprensión y amabilidad. Subió sus manos y sujetó las mejillas de su novio con mucha paciencia.

—Es nuevo para mi... esto de involucrar sentimientos  —continuó advirtiendo Husk con cierto tipo de inseguridad, ya que no sabía de lo que era capaz al perder el control debido a sus impulsos dirigidos por la lujuria. Temía hacer algo mal, estaba tan temeroso ante la idea de lastimarlo.

—No tengas miedo.

Angel acarició su rostro con sus delgados dedos tibios, mantuvo una sonrisa gentil entre sus labios y comenzó a acomodarse para facilitarle el trabajo a su pareja. Bajó una mano, abrió sus muslos y dirigió la hombría del contrario hacia su abertura ya preparada, lubricada con anterioridad y lista para recibir todo de él.

—Quiero sentirte incluso hasta en lo más profundo —susurró el de cabellos blancos entrecerrando sus ojos, pero nunca apartando su mirada pecaminosa de los tiernos ojos de su hombre—. Tus besos, tus mejillas, tu piel... el precioso pelaje de cada parte de tu cuerpo.

Lo acomodó, Husk se mordió los labios y decidió que era el momento ya que Angel lo había ubicado a la perfección. Empujó con mucha suavidad hasta abrir sus paredes dilatadas, la araña se abrazó a él con mucha fuerza y jadeó con esfuerzo. Ambos se unieron, Husk llegó al fondo y suspiró con alivio y calor al sentir la plenitud del interior de Angel.

Ese placer, esa humedad y esas palpitaciones eran tan particulares y únicas, cualquier cosa que proveniera de Angel se volvía mágica, toda una experiencia sensorial que no querría borrar de sus recuerdos nunca.

El sexo en el infierno era cruel, despiadado y brutalmente carnal en el trabajo que debía desempeñar el actor porno. Pero, en ese momento, Husk sentía que estar con su pareja era similar a proteger a un ángel entre sus manos. Nunca creyó merecer esa clase de amor y cariño, era como si hubiera sido bendecido por seres divinos. De eso se trataba la felicidad verdadera del amor correspondido, de prestar sus cuerpos mutuamente para que, al final, sus almas se volvieran una sola.

El de cabellos blancos enredó sus piernas alrededor de la delgada cintura de Husk, quién comenzó a entrar y salir con mucha paciencia. Escuchó los gemidos del contrario, se acercó a él y besó las lágrimas de sus ojos, luego regó sus mejillas con innumerables besos que reflejaban su más puro amor. Y, finalmente, Angel capturó su rostro y enterró sus dedos entre los cabellos oscuros de su hombre, lo besó en los labios y ambos cerraron sus ojos mientras no dejaban de temblar debido al mar de sensaciones calientes y placenteras que los invadían sin parar.

Cuando todo acabó, sus cuerpos rendidos se quedaron uno al lado del otro. Se mantuvieron frente a frente y se contemplaron con tímidas y traviesas sonrisas. Ambos empapados en sudor, con sus cabellos hechos un desastre y aún sintiendo el calor intenso en sus mejillas y los fuertes latidos de sus corazones.

Husk cubrió a Angel con las sábanas, lo apegó a su pecho y lo mantuvo abrazado y protegido porque era su tesoro.

—Eres maravilloso —le susurró al oído sin dejar de sonreír, cerró sus ojos con agotamiento y besó su mejilla lentamente—. Me has enseñado la belleza de este infierno. Cada pequeño aspecto hermoso —lo apartó para mirar con gran intensidad y dulzura sus ojos rosas y cristalinos—. Gran parte de toda esa belleza está conformada por ti, Angel.

La araña se aferró a las sábanas y al pecho de Husk. Sus ojos se llenaron de lágrimas por lo conmovido y contento que se sentía al estar viviendo esa experiencia con el eterno amor de su vida. Encontró en Husk al hombre más hermoso que pudo haber conocido alguna vez. Y nunca se arrepentiría de atravesar y conocer ese tipo de amor con él.

—Desde que llegaste, no hay días grises. Solo felicidad —aseguró Angel sin dejar de mirarlo con una expresión soñadora y emocionada—. Y es por eso que te amo un poco más todos los días.

El felino volvió a besar sus labios y a tener cuidado en abrazarlo ya que aún se encontraba frágil. Acarició sus mechones de cabello y percibió como él le sostenía los hombros para aferrarse a su cuerpo. Su corazón se volvió a agitar, nunca olvidaría la revolución de sentimientos que su pequeña araña le hacía sentir.

Al separarse, sujetó la mejilla del contrario y le sonrió transmitiendo la verdadera bondad de su alma, la cual siempre escondía detrás de una dura coraza.

—Estoy enamorado de la sinceridad de tus palabras, del latir de tu corazón y de tu sonrisa. Y eso jamás cambiará —dijo con voz ronca y volvió a abrazarlo, no quiso soltarlo nunca más.

Su amor duraría para siempre, incluso superaría a la mismísima eternidad.

Spider web | HuskerDust Donde viven las historias. Descúbrelo ahora