Él, mi realidad

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—Hyuka, quiero hablarte de algo, pero prométeme que no pensarás que es extraño.

Yeonjun posó un vaso con agua en el estante posicionado al lado de la cama, luego se sentó a la orilla del colchón. Tenía la mirada fija en un punto aleatorio del cuarto mientras su rostro estaba siendo bañado por los primeros rayos de sol que se iban asomando por la ventana. Al principio a Huening Kai, escuchar aquella petición, le pareció gracioso. Realmente sonaba bastante fuera de lugar, aunque jamás se tomaría tan a la ligera algo que viniera del mayor; más, cuando se percató de que hablaba con seriedad, de inmediato se acopló. Tomó asiento al lado de su novio. No, ya no podían hacerse llamar novios .

—Junnie, nunca pensaría algo así —le habló dulcemente—. ¿Recuerdas la promesa que hice hace apenas unas horas? Prometí que podías contar conmigo sin duda alguna, y yo siempre seré leal a ti. Te escucharé, te acompañaré, y te proporcionaré un lugar seguro, por el resto de nuestras vidas.

Kai estrechó su mano con la de Yeonjun como lo había hecho en múltiples ocasiones, pero, esta vez, había algo nuevo que adornaba el dedo anular de cada uno: un resplandeciente anillo dorado.

—Confía en mí, confía en tu esposo —dijo con una sonrisa radiante y un brillo intenso en los ojos.

Yeonjun sintió su corazón derretirse por aquella melodiosa palabra, sobre todo porque la persona más hermosa del planeta, el amor de su vida, era quién la mencionaba. Sí, recordaba a la perfección los votos que Kai le había declarado en el altar.

Eran una pareja que recién se había casado el día de ayer.

—En una ocasión tuve un sueño. En él vagaba en un espacio sin luz, vacío, y desolado. Luego escuché música, un piano, para ser más específico. Seguí el sonido, y cuando más me acercaba, lograba ver pequeñas chispas luminosas. Como si fueran diminutos fuegos artificiales. Entonces, al final llego a la fuente, me encuentro con una persona frente a un gran piano, y con cada tecla que toca salen preciosas estrellas vivaces de sus manos... Me acerco para descubrir quién es, y te veo a ti.

—Eso es hermoso... —Kai estaba absorto en la narración, le había conmovido la idea de que fuera protagonista de los sueños de su pareja—. No creo que sea extraño, al contrario.

—Lo que pasa, es que el sueño no es reciente. Lo tuve cuando era un niño —volteó para ver la reacción del otro, y presenció cómo abría y cerraba la boca al no saber qué decir al respecto—. Te dije que era raro.

—Espera, no lo es. Por lo menos no en ese sentido. ¿Por qué no me lo habías dicho antes? —quiso sonar lo más apacible posible.

Yeonjun se notaba realmente abrumado mientras se llevaba las manos al rostro.

—Es que apenas llegó a mí el recuerdo. Durante la ceremonia de nuestra boda, le pedimos a Beomgyu que hiciera una pintura para nosotros. Estuvo toda la velada frente a un lienzo, hasta que acabó y nos mostró el resultado. Éramos tu y yo bajo un cielo estrellado.

—Fue un cuadro bellísimo. Fue el mejor regalo de bodas que nos pudo dar —tan solo rememorar el momento exacto en la que el mejor amigo de la pareja les reveló su obra, le causaba una calidez indescriptible. Ambos estuvieron al borde del llanto cuando se observaron plasmados con acrílicos en un jardín esmeralda y con un cielo atestado de estrellas fugaces.

—En ese instante imágenes mentales vinieron a mí, después pude unirlas como un rompecabezas hasta recordar el sueño.

—¿Pero estás seguro que no es una confusión? Tal vez estás mezclando memorias, es difícil tener noción de los tiempos.

—Definitivamente tengo la certeza de que no me equivoco.

Kai recibió una mirada llena de fervor. Aquella seguridad latente había sido una de las cualidades que lo habían dejado perdidamente enamorado de Choi Yeonjun. Poseía una desbordante confianza que lo volvía imparable, pero con el corazón más honesto y humilde que existía.

Sí, lo amaba, y lo amaría por siempre.

—¿Sabes qué otra cosa es realmente curiosa?

Al menor, de pronto, le fulminó una idea, y estaba seguro de que Yeonjun tenía lo mismo en mente.

—Nosotros nos conocimos mientras yo tocaba el piano en el restaurante donde trabajabas como mesero —unos segundos de silencio le agregaron suspenso al ambiente. Debían admitir que eran coincidencias peculiares—. Pareciera que tuviste una especie de premonición .

El otro se río.

Teniendo once años aproximadamente, soñó frecuentemente con un joven pianista. Con el tiempo fue olvidando, y, ahora, había contraído matrimonio con esa misma persona. Sonaba realmente difícil de creer. Trató de hallar alguna explicación lógica, sin embargo, nada lo convencía.

—¿Opinas que estoy loco? —abrió de más los ojos, un tanto asustado.

—Amor mío, creo que simplemente estábamos destinados —Huening Kai se acercó con cautela, y, cuando se dio cuenta de que Yeonjun aceptó el gesto, lo besó tiernamente en los labios.

Al principio solo eran caricias, pero sus bocas no dudaron ni un instante en profundizar la unión.

El aroma, el sabor, la temperatura, la presencia... Todo. Yeonjun anhelaba todo. El corazón le latía con rapidez, y las dudas se fueron disipando.

Desconocía si encomendar esa incógnita a las fuerzas del universo era lo más sensato, pero le fue inevitable agradecer a las divinidades, a la magia, a las probabilidades, y al destino.

No estaba soñando, estaba viviendo la realidad. Y su realidad era Huening Kai, y la amaba.


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Sueño y realidad |YeonKai|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora