En la biblioteca, Nastia y yo nos sentamos en una mesa apartada, rodeadas de estantes llenos de libros que apenas prestábamos atención. Mis ojos vagaban por las páginas, pero mi mente estaba en otra parte. Nastia, siempre atenta a los detalles, notó mi expresión distraída y decidió abordar el tema.
—Gala, todo el día te he notado como ausente. ¿Pasa algo?
Traté de sonreír y restar importancia, pero Nastia conocía demasiado bien mi manera de actuar. A medida que le contaba sobre el caos en el instituto y la desaparición de mi diario, mis palabras iban acompañadas de gestos nerviosos y una mirada angustiada. El brillo de preocupación en mis ojos revelaba la intensidad del tormento que sentía por dentro.
—Nada, solo he tenido un día agitado. Problemas en casa, ya sabes.
Nastia me miró con escepticismo, sin conformarse con mi explicación vaga.
—Gala, te conozco. Eso no es solo por problemas en casa. ¿Qué está pasando?
Suspiré, sintiendo la presión de compartir mis pensamientos.
—No paro de darle vueltas al lío que hubo anoche en el instituto. Alguien causó destrozos en el ala oeste. No sé quiénes fueron, pero estoy nerviosa.
Nastia frunció el ceño, claramente intrigada.
—¿Y qué tiene que ver contigo?
Bajé la mirada, dudando antes de responder.
—Es que dejé mi diario en la sala del periódico y esta mañana no lo he encontrado. Estoy preocupada por si ha caído en manos equivocadas.
Nastia parecía sorprendida y preocupada a la vez.
—¡Espera, tú y tu diario! ¿Te lo han robado? —preguntó Nastia, tratando de entender la gravedad de la situación.
Intenté restarle importancia, aunque mi expresión angustiada decía lo contrario.
—No sé, tal vez solo lo he olvidado en algún lugar. Pero hay cosas personales ahí, y no me gustaría que nadie más las leyera.
Nastia, en un intento por reconfortarme, trató de quitarle dramatismo a la situación.
—Seguro que aparecerá, Gala. A lo mejor alguien lo recogió y lo dejará en algún lugar. Además, ¿quién iba a querer leer tu diario? La mayoría de la gente ni siquiera sabe dónde está la sala del periódico.
Sus palabras tenían la intención de tranquilizarme, pero la inquietud persistía en mis pensamientos. La idea de que mis escritos más íntimos cayeran en manos equivocadas seguía preocupándome.
—¿Te preocupa que lean lo que escribes sobre sacar menos de un nueve en un examen?— continuó Nastia restando importancia al asunto.
Me ruboricé, sintiéndome descubierta. Mi diario contenía más que simples notas académicas; albergaba mis pensamientos más íntimos y reflexiones personales. La idea de que alguien más pudiera acceder a esos secretos me llenaba de ansiedad.
—Nastia, no es solo eso. Hay cosas personales, y no me gustaría que nadie más las leyera.
Aunque intentaba mantener la compostura, mi voz delataba la verdadera preocupación que sentía por la desaparición de mi diario. Nastia, en un gesto de solidaridad, asintió comprensiva, reconociendo la gravedad de la situación.
Cambiamos de tema y nos sumergimos en el ensayo sobre Shakespeare. Nastia dejó escapar un suspiro frustrado.
—Este ensayo me está matando. No soporto la literatura clásica. ¿Tú cómo lo llevas?
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Rumores en papel
RomanceGala es una estudiante tranquila cuya mayor preocupación es dirigir el periódico de la escuela. Sin embargo, se ve envuelta en una serie de acontecimientos caóticos cuando Pedro interrumpe su pacífica rutina. Pedro comenzará a poner su mundo patas...