Piloto, parte 2

El réquiem de una Era

Año 1715 t.d.

Habían pasado 70 años desde el inicio de la guerra de la Independencia, o así es como les gustaba llamarla, ya que el nombre dado por la Iglesia a este conflicto era otro mucho menos reivindicativo. Da igual que nombre se le diera al conflicto; el desenlace era el misma desde todas las perspectivas: el bando que ganara sería el nuevo guardián de los deseos.

Todo empezó hace casi 700 años, con la publicación del edicto de Roma, bajo el mandato del Papa Fernando IV "el Precavido": en una hábil maniobra, la Iglesia había logrado poco a poco eliminar todos los registros relativos al primer deseo, dejando como única prueba un documento que acreditaba la versión difundida por la institución. De esta manera, la Iglesia fue la única e indiscutible guardiana de los deseos durante siglos. Mirándolo en retrospectiva, la idea tenía toda la lógica del mundo: el mundo antiguo aún no estaba preparado para los deseos, razón por la cuál el Papa decidió tomar la decisión de restringir su aprendizaje a la población.

En un principio, y bajo el mandato de Fernando IV, la medida tomada probó ser un éxito: los deseos eran enseñados a aquellos que eran aptos, sin importar su clase, proveniencia o raza, garantizando un equilibrio durante décadas. Pese a las muchas virtudes y poderes que caracterizaban al Papa, la inmortalidad no era uno de ellos. La muerte de Fernando no implicó el declive del complejo sistema de poder diseñado por él mismo, pero si supuso la pérdida de la cabeza pensante y sobre todo, del alma de este plan. 

Con el paso del tiempo, la Iglesia se fue corrompiendo cada vez más, y empezó a restringir el acceso a los deseos sólo a los afines a su causa y las élites del momento. El primer alzamiento sucedió cuando la Iglesia nombró guardián del la Justica a la casa de Habsburgo: el pueblo, encabezado por pequeños aristócratas poseedores de deseos (aunque menos desarrollados), se sublevó ante tal injusticia. Lástima que la Justicia fuera controlada por la Iglesia, ya que la rebelión acabó en fracaso, y los líderes, ejecutados y expuestos a todo el mundo a modo de disuasorio para evitar nuevos conflictos.

El control de la sociedad por parte de la nobleza y clero era férreo, como si de una armadura se tratara. Pero una armadura no te protege de los ataques del interior: ejecutado en tan sólo un día el fraile Salazar, conocido como "El audaz", logró robar el único pergamino que quedaba sobre el origen del primer deseo. La idea era simple: poseedor también del mismo poder que Fernando IV, Salazar era capaz de alterar el contenido del pergamino para devolverlo a su estado original, lo que sería prueba suficiente de las mentiras de la iglesia al ser esta la reliquia más importante de todas. Muchos murieron ese día, pero el pueblo siguió luchando por la verdad, como hiciera hace ya siglos el legendario Lustio.

Pasaron veinte largos años desde el robo, durante los cuáles las clases dominantes aumentaron la presión sobre la plebe. Eran frecuentes los encarcelamientos, torturas y atrocidades sobre la población con el fin de que se desvelara el paradero del fraile y su peligroso documento. La situación era la misma todas las semanas, hasta que un día, la esperanza volvió a inundar los corazones de los oprimidos: con la ayuda de su amigo Gutenberg, Salazar repartió por todo el continente copias de la ya restaurada reliquia del deseo. Fue crucial la intervención de un nuevo invento llamado imprenta y la colaboración de la clase mas baja de la Iglesia, formada por curas y frailes, que difundieron por toda la población el nuevo mensaje. La chispa que prendió la hoguera de un nuevo alzamiento fue la reacción violenta de las clases dominantes con la población:  la guerra había comenzado.

En el presente

Caminaba por un frondoso bosque. A sus espaldas, una gran batalla campal se estaba librando. Enfrente, la maleza no parecía acabar nunca. En su cabeza, mil y un cuestiones estallaban en cuestión de segundos. Fernando seguía caminando.