Capitulo 86

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—Esas armas son algo que nunca había visto. Tienen más rango que cualquier arco conocido, rugen como truenos y escupen más humo que 10 hombres fumando juntos. Son capaces de atravesar y matar hasta al caballero con la armadura más pesada del continente.

Todos se miraban incrédulos ante el relato del general, el rey seguía inexpresivo pero el movimiento leve de sus ojos y sus cejas daba a entender que estaba analizando y pensando.

—Desconozco su funcionamiento, pero con 8 mil hombres fueron capaces de aniquilarnos a casi todos sin siquiera perder un solo hombre.

—Eso... Eso es imposible. —El octavo príncipe Raymond fue quien habló.

—He participado en muchas batallas, príncipe y es bien sabido que las veces que he sido herido son pocas. —Tiberios rebeló su hombro mostrando una herida de bala a medio cicatrizar—. ¿Alguna vez vieron algo como esto?

No era una flecha, mucho menos un filo.

—Solo sé que esas cosas lanzan pequeñas esferas de metal, pero también tenían a su disposición otras armas que disparaban grandes bolas de metal del tamaño de una cabeza, el resultado fue que hicieron añicos nuestra muralla.

Algunos tragaron saliva, otros se miraron entre sí.

—Es por eso que no debemos subestimar a Arthur. No sabemos de qué es capaz.

El silencio reino en la sala del trono, solo se escuchó el suspiró de Tiberius luego de su explicación.

—Entiendo, Bien hecho, Tiberius. —Dijo el rey.

—¿Eh? —Tiberius frunció el ceño.

El rey hizo una seña con su mano, Tiberius vio como los guardias reales lo rodeaban y lo apuntaban con sus lanzas impidiendo cualquier movimiento o ruta de escape.

Las reinas, princesas y príncipes miraron al rey sorprendidos por ello. Este se levantó con una pequeña sonrisa.

—¿P-Padre? —Bartholomew habló.

—Has servido muy bien al reino, Tiberius. Pero creo que ya es tiempo de que te jubiles. —Sonrió el rey.

—¡Baldric! ¡¿Que se supone que es esto?! —Tiberius estaba confundido y furioso.

—Dime una cosa, ¿Por qué debería ayudarte? Tu familia está destrozada y tu hija ahora mismo podría estar muerta o calentando la cama de Arthur. La mayoría de tu ejército fue aniquilado y la otra parte básicamente me pertenece. Ya no eres nadie y por lo tanto el reino no te necesita. Llevenselo. —Baldric agitó su mano como si espantara una mosca.

Mientras restringían a Tiberius con sus lanzas, un par de acercó cuidadosamente y lo tomaron por los brazos.

—¡Baldric, tú...! ¡Traidor! ¡Me las pagarás por esto!

—Adios, Tiberius. La historia nunca olvidará tu coraje y sacrificio. —Dijo el rey con una enorme sonrisa en su rostro.

En cuanto los guardias y Tiberius se fueron de la sala del trono, el rey miró al techo y soltó una gran carcajada.

—¡Ja, ja, ja, ja, ja! ¡Esto es magnífico! —El rey extendió sus brazos mientras apretaba los dientes en una sonrisa llena de euforia.

—¿C-Cariño, estás seguro de esto? —Las reinas estaban preocupadas, Rolanda fue quien habló.

Nunca habían visto al rey reírse o actuar de esta forma, era tan extraño como aterrador.

—¡Más que seguro! —Exclamó—. Sin él peligro de los Mallory, estamos a un paso del control total del reino, y si nos hacemos con las armas de Arthur no solo nos convertiremos en los únicos gobernantes del continente, ¡Podremos cargar y arremeter contra otros reinos de afuera!

Rey De Reyes - Volumen 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora