Vuelta las rutinas. Sometiendo a Aitor.

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Como buen guerrero
Puedo dar la talla
Puedo darlo todo
Pues doy todo por perdido
En cada batalla
Y nunca me he rendido
Porque si la pierdo
¿Para qué quiero estar vivo?
Como buen guerrero
Solo tengo miedo
A que sus ojos dejen
De mirar a ver si puedo
Llegar al Olimpo
Y robar el fuego
Llegar al Olimpo
Y robar el fuego
Yo no robé del Olimpo
Este fuego, mi amor
Fue del infierno
Este invierno
Buscando calor
Robe Iniesta.

Es jueves por la tarde ya y parece ser que las aguas se han calmado. Mis obligaciones personales se han incrementado demasiado, debido al tiempo que no las he atendido en las últimas semanas, bien por la dedicación a la fundación y a los viajes o por la amenaza de Puente, además de por la ausencia de Susana en su viaje a USA con Aitana. Todas las tardes hacemos una  conferencia que atiendo desde la oficina con la presencia de Maite, en la que tratamos temas de la empresa y de la fundación. Y más tarde hacemos otra personal desde casa, en la que las niñas les resumen su día y sus ganas de tenerlas cerca otra vez. Raro es el día en el que Aitana no tiene que aguantar sus ganas de llorar por no poder abrazarlas, o que Susana no las diga todo lo que las hecha de menos, antes de cantarlas alguna canción en Euskera, que las niñas tararean y bailan atraídas entre sí. La verdad es que después de esas video llamadas, las niñas se quedan mucho más tranquilas y obedecen dóciles, para cenar y después dejarse duchar y llevar a dormir. Se están aclimatando muy bien, pero da muchísima lástima que eso tenga que ser así. Y lo será al menos unas semanas más.

Como teníamos previsto, los acontecimientos en torno a Newark, se han recrudecido y la sociedad civil se está organizando en agrupaciones vecinales, de comerciantes y de estudiantes. Cada día aparecen en los noticiarios nacionales al menos dos incidentes graves de violencia en las calles de esa ciudad y dos grandes cadenas de televisión han empezado a editar y emitir documentales más extensos que abordan la precariedad que vive una gran parte de la población y los problemas raciales y de drogas. Annabel Lee está agradeciendo mucho el apoyo de Aitana, su carácter amable y cercano para afrontar las malas noticias y su mesura para los éxitos.

Eric ha salido ya de la UCI y está ingresado en planta para su tratamiento. Progresa muy rápido, pero aún estará convaleciente al menos seis semanas más. Frank pasa casi todo el día a su lado, a pesar de que ha empezado a compartir responsabilidades menores con Aitana y Annabel.

Susana absorbe todo lo que ve que ocurre en la sede para USA, al lado de Derek y de Dam. En más de una ocasión me ha agradecido la oportunidad de ese viaje, a pesar de las contrapartidas, para poder trabajar al lado de él. El concepto que se está formando de Derek coincide que el que yo tengo. Derek es más que brillante en el trabajo. Un genio, un fuera de serie que conoce tan bien su trabajo, como la condición humana de los que le rodean, y es capaz de sacar lo mejor de todos ellos, creando a la vez unas dinámicas y un ambiente de trabajo, inigualables, óptimas. Esa misma confianza que genera entre compañeros, la crea también entre los clientes, que aceptan cualquier sugerencia o propuesta de él, sin cuestionarla. Tengo planes para recompensar tanta entrega y tantísima calidad humana de su parte.

Después de la charla nocturna con las niñas y sus madres, Aitor y yo, atendemos las cenas y los baños. Ion ya duerme a diario con sus primas, porque se ha negado en rotundo a dormir sólo desde que ellas están en la casa. Ana juega a menudo a que es la madre de Ion, mientras que Nahia adopta otros roles durante esos juegos. A veces hace de hermana mayor, pero otras veces hace de madre o de padre, indistintamente. O esos dos papeles a la vez. Después de acostarlos, Aitor les cuenta un cuento inventado, con personajes cruzados, entre los que están caperucita, Olentzero, Basajaun y los tres cerditos a la vez. En poco tiempo los tres descansan plácidamente. Aitor y yo vamos a nuestro dormitorio. Hacemos el amor. Progresa en su recuperación.

Después él se queda dormido y yo salgo vestida solo con un tanga y una camiseta de él para beber agua en la cocina. Me encuentro a Gotzon con el teléfono. Acaba de subir una historia a su Red social y responde comentarios entre sonrisas y muecas graciosas.

Yo-. ¿ Cuántos seguidores tienes ya?.

Gotzon -.  Tres mil seiscientos.

Yo-. ¿ Y seguidoras?.

Gotzon-. ( Ríe divertido antes de contestar) No va mal, casi todas son seguidoras.

Yo-. Te gusta tener más y más de esas, ¿ verdad?.

Gotzon-. Para eso tengo la cuenta…

Yo-. Pues la gestionas mal. Si quieres te lo demuestro.

Gotzon me mira extrañado. Está más que convencido de que su éxito en esa Red social es más que bueno. Consigue muchos likes y cada semana suma varias decenas de seguidoras nuevas. Eso le da sensación de éxito entre las chicas y agranda su ego. Le quito el teléfono de las manos e inicio la grabadora de video a la vez que me pongo detrás de él. Comienzo a grabar situando la cámara delante de él, a la vez que con la otra mano le subo la camiseta para enfocar su abdomen marcado de músculos, la tableta perfecta. En un ejercicio de equilibrio, elevo una pierna, rodeándole también por el otro lado, apoyando el pie en su abdomen e introduciéndolo bajo el pantalón deportivo a la vez que empiezo a bajárselo. Solo unos pocos milímetros. Mucho antes de evidenciar su depilado total. Entonces dejo de grabar y compruebo el video grabado. Es un video de doce segundos. Lo reviso y es perfecto. El movimiento de bajar su ropa ha parado en el momento preciso en el que empezaba a notarse su… erección. La miro. Es plena ahora y se nota sin forzar la ropa. Añado sobre la imagen la voz de Joe Cocker y publico la historia. Él me mira perplejo sin decir nada. Su teléfono vibra continuamente. Yo cojo de la nevera una botella de agua y bebo pausadamente varios pequeños tragos sin que Gotzon me quite la mirada de encima. Yo sí le digo algo.

Yo-. Todo aquello que hagas en la vida, hazlo con decisión. Hazlo lo mejor que sepas hacerlo. O no lo hagas. ¿ Cuántos likes lleva la historia que has subido antes de venir yo?.

Gotzon lo comprueba. La anterior historia que él había colgado antes de llegar yo, lleva media hora colgada y tiene cien visualizaciones, doce likes y tres comentarios. La que he subido yo en su perfil ahora, lleva cinco minutos. Mil trescientas visualizaciones, doscientos likes, ciento doce comentarios y sesenta y dos nuevas seguidoras para su harén digital. Gotzon lo mira fascinado, incrédulo. Encantado.

Yo-. Tenemos que hablar. De trabajo…

Nos sentamos en la isleta de la cocina y observo que él silencia su teléfono y lo deja apartado. Se concentra olvidándose de su cuenta, de sus seguidoras y de la historia que he subido. Será breve.

Yo-. Gotzon, me estoy ahogando. Necesito que prepares una forma segura de hacer algo. Me da igual nadar, que correr o escalar. Pero necesito quemar toma la mala leche que llevo dentro, o asesinaré a alguien. Sé que es una locura logística, pero esto es insoportable, me siento en mi propia casa como en una cárcel. Te lo pido como un favor personal.

Gotzon-. Nadar en el mar es inasumible. Sería una locura logística. Por muchos medios que pudiéramos disponer, estarías expuesta. Déjame pensarlo. Mañana en la reunión preparatoria lo expondré y discutiremos las posibilidades el equipo.

Zanjamos la agenda para el resto de semana y por fin me retiro al dormitorio. No tengo sueño y casi sin querer busco el perfil de Gotzon desde mi teléfono. No temo que reconozca mi cuenta porque no tengo tal cuenta, al menos, no una identificable. Miro su historia. No se me ve la cara, ni se me reconoce, pero el resultado es muy sensual. Su cuerpo joven abrazado, desnudado por el mío desde detrás de él. Mi mano acariciando su piel a la vez que desnudando su abdomen. Mi pierna desnuda rodeando su cintura. Mi pie buscando más abajo, su premio. Viene a mi cabeza el día en que tuvo aquel susto en el mar. Después, en la ducha. Su cuerpo desnudo bajo el agua. Su sexo erecto, perfecto, depilado, bañado por el agua de la ducha. Su mano abarcándolo, sujetándolo mientras él miraba mi desnudez. Antes de darme cuenta de lo que mi mente está rememorando, me encuentro a mí misma acariciándome casi sin darme cuenta, pero disfrutándolo. Me masturbo. Dos veces. Después, duermo.

Pasa vertiginoso un viernes de borrasca, frío y lluvioso, pero a última hora de la tarde mejoran las expectativas. Por un lado el cielo se limpia de grises nubarrones. Por otro, al subir al coche para volver a casa, Gotzon me informa que ha diseñado un dispositivo que permita que mañana por la mañana yo pueda hacer ejercicio al aire libre. A primera hora de la mañana, el equipo de seguridad de Aizerota estrechará el perímetro de seguridad de mi casa desde afuera hacia adentro, certificando que nadie vigila mis movimientos. Después saldremos de la casa en un coche sin marcar e iremos a una localización no vinculada a mí, ni a mi entorno. Allí cogeremos las bicicletas de carretera y podremos disfrutar un par de horas de esfuerzo físico, escoltados por detrás por un coche y dos motos, que irán adelantándose a nosotros para controlar tráfico y cruces. Es lo que hay, sólo puedo agradecer el esfuerzo de todos y todas para que yo salga de esta rutina de seguridad extrema. Antes de eso, al llegar a casa, Aitor me está esperando en la sala para charlar.

Hablamos de las rutinas del día, de mi trabajo y de su rehabilitación. También me cuenta que ha tenido una reunión con Iban Guturbai, su amigo y ahora gerente provisional de su empresa. Me cuenta muy contento que Iban está haciendo un buen trabajo al frente y que ha decidido poco a poco incorporarse unas horas al día al trabajo de forma telemática. Empezará por atender a algunos clientes antiguos de forma personalizada. Yo le hablo acerca de las pesquisas infructuosas sobre el letrado Puente y sus clientes. Después me siento en su regazo y le beso. Acaricio su bella cara y su cabeza y vuelvo a besarle más despacio, más intenso. Recorro su espalda apreciando una musculatura perniciosa que está de vuelta. Le beso esta vez adentrándome en su boca con mi lengua. Le susurro que le deseo y él me propone ir al dormitorio. Son las siete de la tarde. Las niñas y Ion están con Paula. Vamos al dormitorio.

Antes de que Aitor haya entrado por la puerta yo ya me he deshecho del vestido de lana azul oscuro y de los zapatos. Cuando él entra en la habitación me quito también el sujetador y voy a abrir el cajón bajo de mi mesita. Lo abro. Saco unas correas de cuero negro.

Aitor-. ¿ Me vas a obligar a sodomizarte otra vez?.

Yo-. No, querido. Esta vez te voy a sodomizar yo a ti.

Aitor arquea una ceja y se quita la sudadera rosa de “ Los ramones”. Su torso desnudo me enciende aún más. Se acerca a mí mientras yo no pierdo detalle de su pantalón de deporte de invierno, que se abulta magníficamente debajo de la cintura. Oscila a los lados en cada paso, dejando advertir una deliciosa ola de presión que viene de dentro. La acaricio por encima de la ropa y más tarde mientras él besa mi cuello meto ambas manos allí. La recorro, la acaricio con las dos manos, llegando a hacerlo desde sus testículos y subiendo por la fina piel hasta la punta, para volver a empezar. Él gime goloso. Le ordeno quitarse la ropa, el pantalón, que es lo único que le viste ahora. Él lo hace. Le ordeno tumbarse en la cama con voz seria. El también obedece. Mientras beso toda su piel, afianzo las dos correas centrales, por detrás de su espalda, a sus muñecas. Él ríe. Acompaño sujetando su pie derecho el movimiento preciso para poder asegurar su tobillo a una de las abrazaderas laterales. Después la otra. Él solo sonríe. Tenso las correas juntando los cuatro puntos de sujeción. Él ya no ríe. Tampoco sonríe.

Vuelvo al cajón forrado de terciopelo rojo que hay en mi mesita y saco un bote de gel y varios preservativos que llevan ahí mucho tiempo olvidados. Me mira atento. Lamo toda su entrepierna despacio, tocándole solo con la lengua, recorriéndole de extremo a extremo, adoro su sabor y lo disfruto. Él cierra los ojos y se entrega a mí. Abro uno de los condones y lo sitúo en la punta. Después únicamente usando la boca, se lo coloco hasta el final, en movimientos pausados, distanciados. Evitando dar más placer que morbo, buscando ese límite, tan difícil de encontrar desde que despertó. Él se concentra. Repito la operación con otros dos condones más, colocando uno encima del otro. Me excito más y más a medida que lo hago. Él se concentra más y más en controlar su excitación. Él sufre. Aplico gel frío con sabor a mango en dos de mis dedos y vuelvo a besarle, sobre los condones. Mis dedos acarician mi culo. Los meto. Él gime.

Cuando he conseguido la preparación que deseo subo a la cama y de pie y avanzo hasta ponerme justo encima de su cara. Me pongo de cuclillas y él lame el gel. Da su visto bueno. Retrocedo. Él vuela.

Bajo otra vez de cuclillas, de una sola vez, despacio, pero hasta el fondo. Mientras él entra detrás de mí, clavo esos dos dedos en mi vagina y busco mi punto G. Lo encuentro. Empiezo a excitarlo despacio a la vez que con un leve movimiento de caderas, él sale casi por completo de mí y vuelve a clavarse hasta el fondo. Yo me concentro en dos cosas, controlar su placer para evitar superar sus límites, y buscar a la vez los míos excitando esa zona rugosa. Estos segundos llegan pronto. Las glándulas de Skene se vacían por completo durante mi primer orgasmo y durante el segundo, poco después. Su orgasmo lo corto fácilmente antes de que llegue. Cuando le observo respirar ansiosamente y cerrar los ojos, golpeo mis glúteos contra sus muslos  forzando la abertura de sus piernas al máximo. El dolor que le provoca detiene al instante la llegada de su orgasmo por un lado. Por el otro, esa abertura máxima, ofrece una mayor exposición de su miembro, que me clavo gustosa hasta el fondo, multiplicando mi placer. Cuatro. Son cuatro las veces que consigo correrme inundando su vientre, su pecho y hasta su cuello antes de parar, un instante, el justo para quitarle los condones y empezar a cabalgarlo con la vagina. Él suda.

Son apenas unos segundos, quizá menos de un minuto. Aitor postrado y atado, expuesto. Yo entregándome al máximo en ofrecerle placer. Follándolo muy duro en cuclillas y a la vez masturbando mi clítoris rápido y con fuerza, apretando con las yemas de dos dedos. Él llega primero esta vez. Cierra los ojos deja de respirar y de pronto gime retorciendo su cuerpo. Yo acelero y le acompaño en su explosión.

Caigo sobre su cara abrazando su cuerpo, besándole. Él me besa la cabeza y yo su pecho y su cuello. Nos recuperamos unos segundos y le pregunto sobre su rehabilitación. Él no se queja. Yo le advierto que eso, ha sido una primera fase del tratamiento programado para hoy. Desciendo por su amada fisionomía rozándole con la lengua, con los labios, con el pelo. Él sigue atado al arnés y yo me aprovecho de eso. Deleito mi paladar con su esencia, con la mía sobre su piel. Lamo sus ingles hasta que noto que está otra vez preparado. Esta vez lo hago despacio, con calma, solo con la punta de la lengua. Acaricio con ella la base de su capullo agarrando con las dos manos su tronco, mirándole a la cara. Cuando va a llegar pongo los labios semiabiertos sobre su orificio y lo recibo agradecida, dejando que se libere, que me llene. Lo amo. Le amo.

Después de soltarle de sus ataduras y descansar un instante abrazados sobre la colcha, salgo a preparar las cenas y a reunir a las niñas en la sala para la llamada a sus madres. Aitor se une y me ayuda a pelar patatas para la cena y a limpiar anchoas que prepararemos rebozadas. Hablamos con Aitana y Susana que nos dicen que el jueves de la semana que viene, Aitana volverá para diez días y que el trabajo en la fundación ha recobrado su velocidad de crucero, a cargo de Annabel. Susana viajará a la delegación para el medio oeste para asistir en sus primeros días al nuevo delegado que han seleccionado, Bill Murray. Casado, con dos hijos y de apenas cuarenta años, es ingeniero aeronáutico, pero ha trabajado en ámbitos de estructuras para la construcción con nuevos materiales. Según Derek, es la opción más adecuada y le augura un futuro espléndido dentro de la compañía. Después las niñas toman todo el protagonismo bailando y cantando para que sus madres las vean. Yo hago la cena mientras terminan de verse. Después de cenar y las rutinas de baños y cuentos, Aitor se va a la cama agotado. Yo me quedo trabajando un par de horas en el despacho para avanzar, preparando las reuniones rutinarias de los lunes y después voy a la cama.

La mujer que vendió el mundo. Tercera entrega de Virginia Zugasti. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora