Canuto.

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—Lo harás bien, Ginny, estoy seguro —decía Harry mientras la pelirroja le sonreía. Estaban sentados junto a la chimenea, en el sofá; se habían quedado solos por primera vez en todo el verano, pues Ron había ido con Hermione a la cocina a ayudar a la señora Weasley, que hacía la última cena antes de regresar de nuevo a Hogwarts. Ginny le había dicho a Harry que estaba un poco nerviosa por las pruebas de Quidditch.

—¿Quién crees que será el capitán este año? —preguntó Ginny mientras veía fijamente a la chimenea y se perdía en el fuego, tan rojo como su cabello.

—Quizá Angelina —dijo Harry.

—Es buena; me cae bien —afirmó Ginny.

Después de eso, los dos se quedaron en silencio. Las interacciones entre Ginny y Harry no siempre eran lo naturales que podían ser; algo les impedía a ambos desenvolverse con la gracia que poseían. Ginny era una con los demás y otra con Harry. Toda su seguridad y carisma parecían menguar un poco cuando se quedaban solos, aunque había mejorado mucho: al menos ahora era capaz de mirarlo a los ojos y hablarle. Hace algunos años, ni siquiera podía estar en una habitación con él sin salir huyendo.

Pávidos ante aquel momento no tan agradable, dos voces rompieron el silencio.

—Hey, Harry —dijo Fred Weasley.

—¿Podemos hablar sobre "eso"? —siguió George Weasley.

—¿Sobre "eso"? —inquirió Ginny, mirando a Harry con los ojos entreabiertos, una mueca de sospecha y los brazos cruzados.

Harry no podía creer lo hermosa que se veía Ginny cuando sospechaba, y aunque le gustaría seguir mirándola por mil años más, no tuvo más remedio que hacerle un gesto de "no sé a qué se refieren" alzando los hombros y girando de inmediato hacia los gemelos.

—Bueno —dijo Ginny, levantándose del sofá para dejar solo a Harry y a sus hermanos—. Iré a ver si necesitan ayuda en la cocina, para que ustedes sigan hablando sobre "eso" — Siguió, ahora divertida.

Harry tuvo dos segundos para asimilar lo grandiosa que era. Después, miró a los gemelos y dijo:

—¿En dónde?

—En el callejón Diagon, por supuesto —contestó George.

—Nunca nos interesó mucho la escuela —siguió Fred.

—Pero ahora, por primera vez, será útil —concluyó George con una sonrisa de malicia en el rostro.

—¿En serio? —dijo Harry con extrañeza—. ¿Por qué?

—Bueno —respondió rápidamente George—. Casi no nos has visto todo el verano, Harry, y eso es porque...

—Estábamos inventando —siguió Fred.

—Y probando —continuó George.

—Nuestros productos —concluyó Fred.

A Harry le habían dado mil galeones por ganar el Torneo de los Tres Magos el semestre anterior, pero como no hallaba qué hacer con el premio y tampoco tenía ánimos de recordar aquel logro, le regaló a los gemelos el dinero para que financiaran su tienda de productos de broma, una idea que habían tenido durante su quinto año en Hogwarts.

—Sortilegios Weasley —mencionó George emocionado.

—Y este año haremos un sondeo comercial en Hogwarts —siguió Fred con la idea.

—Digamos que solo volvemos por eso y para que mamá no nos mate —dijo George, divertido y abriendo los ojos como platos.

—Nos gustaría que por ahora no dijeras nada, Harry —Continuo Fred —. Ya encontraremos la manera de decírselo.

Harry Potter y la Orden del Fénix. 2.0Donde viven las historias. Descúbrelo ahora