🌻Epílogo y algo más🌻

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Luego de mucho tiempo, mucho tiempo después con él

Mi ex compañera de clases se ve tan feliz con él, me alegra muchísimo que al final sí tuve razón. Esa pelirroja testaruda y el castaño odioso siempre fueron el uno para el otro.

Regresaron de Chile, están radiantes. Thiago se había quedado en Chile con ella y escribía desde allá para la editorial a la que trabaja aquí mientras Arabella estudiaba. Para ella fue el mejor regalo de cumpleaños. Ojalá existieran más como ese chico, que dan todo por la chica que ama, buscan siempre ser mejores juntos y nada se les hace imposible.

—¿Qué tanto piensas, Mari? —me dice Pedro posándose a mi lado luego de regresar con las bebidas en mano.

Observo desde mi mesa a la pareja feliz que hablan con un grupo de personas alegremente. La fiesta de bienvenida que le organizó Thiago a Arabella es simplemente maravillosa.

—Es una verdadera historia de amor la de estos dos, ¿no crees? La Chica Ultravioleta y El Chico de los Girasoles. No son tóxicos, son buenos chicos y se aman. Están cumpliendo sus sueños y son felices. No sé si algo podría ser mejor.

—Tú puedes vivir tu historia de amor, Mariana —me dice mirando hacia los chicos.

—No lo creo. No todos corremos con esa suerte. Es un caso de cada tres millones de personas.

—Eres muy drástica.

—Es que los mejores hombres están en tinta y papel, entre letras, en esas novelas hermosas... —. Suspiro resignada —. Creo que seré la chica que escribe y lee romances por toda la eternidad.

—No lo creo, tienes un corazón hermoso.

—Pero muy sensible. Ya me han hecho llorar muchas veces, si me enamoro de nuevo, creo que no lo soportaré.

—Es mejor estar enamorado aunque te rompan el corazón. La vida es más emocionante y llevarías el corazón reflejado en el rostro.

—Eres todo un poeta, Pedro.

—Por algo soy famoso escribiendo romance y poesía.

—Modesto —digo sonriendo divertida.

—Me avisas cuando te quieras ir, ya no aguanto estar entre tanta gente.

—¿Y cómo queda Arabella y Thiago? —pregunto desconcertada.

—Ellos ni nos notarán, están en su momento y eso es bueno. Además, ellos saben que soy un ser ermitaño y que tú eres un ser asocial.

—Bueno, tienes razón —digo encogiéndome de hombros —. La verdad es que prefiero estar escribiendo y bebiendo café.

—O leyendo historias de amor.

—También —digo sonriendo.

A pesar de que Arabella y Thiago hablaban muy poco conmigo en las clases de literatura en la que cursábamos, las veces que era así me hacían sentir parte de su vida, parte de una historia, aunque no fuera la mía.

🌻

Estoy detrás de la computadora desvelándome mientras termino el trabajo que no hice por estar leyendo. Era sumamente necesario leer esa historia que, por suerte, terminó en un final feliz.

Mis papás están dormidos y mi hermana está en su cama al lado de la mía. Lo bueno de compartir habitación con ella es que tiene un sueño profundo y nada la despierta, sólo el olor del café logra levantarla. Somos muy adictas a esta bebida.

No me había dado cuenta que, ya terminando mi trabajo, estaba amaneciendo. ¡Mierda! No dormí nada y aún así tengo que ir a la oficina.

Tomo mis cosas para darme una ducha rápida. Salgo vestida a tomar mi desayuno y el gran vaso de café que me sirvió mamá para llevármelo. Me siento en mi parada a esperar el transporte público y empiezo a ver las historias del WhatsApp. Miro a Thiago presumiendo a Arabella como la más bella y gran mujer que nadie ha visto, se ven tan felices juntos. Creo que verlos así me hace sentir feliz por ellos y triste por mí, por creer siempre de forma ingenua que a mí me puede pasar algo similar, sabiendo que nunca seré la protagonista. Siempre seré un personaje secundario.

🌻

Mi hermana Marisol me pidió que pasara buscando un pedido en la agencia de envíos. Con el pedido en mano, observo que en la parada está el bus y decido apurar el paso para no perderlo, sólo que, sin percatarme muy bien de mi camino, choco con una pared humana y caigo de culo al suelo.

—¡Ay! —digo con el dolor en mi voz y sintiendo el golpe que me acabo de dar.

—¡Lo siento! —dice una voz masculina.

Estoy aguantando las ganas de llorar. Me di fuerte y todo por mi torpeza. No sé porqué carajos no coordino. La bolsa está tirada en el suelo, yo aún no me levanto porque la vergüenza puede más.

Siento como alguien me envuelve los hombros con sus brazos y me ponen de pie sin esfuerzo alguno al mismo tiempo que tomo la bolsa del pedido. Miro hacia arriba anonadada por lo que acaba de hacer la otra persona y noto que es aquel chico que pasa todas las mañanas por mi lado cuando voy en camino a mi parada a trabajar. Su mirada siempre me recuerda al color de la miel.

—Lo siento. No vi cuando venías, yo casi iba corriendo —contesta él un poco apenado.

—No, yo... —. No termino de decir nada porque estoy entrando en razón por el simple hecho de que aún me tiene rodeada con sus brazos y me duelen mucho las pompas.

Hago una mueca y él se separa preocupado con sentido protector.

—¿Te lastimaste mucho? Yo... lo siento tanto...

—No, tranquilo. Sólo es un poco de dolor en las pompas. No es nada —digo lo más inexpresiva posible para no alarmarlo.

Él es un chico muy atractivo de facciones simétricas y hermosas. No puedo evitar detallarlo. Él sonríe divertido.

—Dime que te parezco hermoso para poder morir en paz.

¡¿Qué?! ¿Qué está diciendo?

Mi rostro lo siento arder ante las palabras que acaba de formular.

—Yo... —. Ríe nerviosa —. Lo siento, no quise... Mejor me voy. Gracias.

Camino rápidamente pasando por su lado y me doy cuenta que ya el transporte se fue. No puede ser. Tengo que esperar un rato más para que vuelva a pasar otro. No puedo tener más mala suerte en la vida. Mi vida es un drama barato.

—¡Ay, Diosito! ¿Por qué? —digo quejosa dando patadas al suelo.

—Podemos esperar juntos.

Me sobresalto ante la voz de aquel chico de mirada dulce y volteo a mirarlo en el acto.

—¡Jesús, María y José! —exclamo con la mano en el pecho.

Él ríe divertido por mi reacción y lo miro mal, tiene un timbre de voz agradable cuando ríe.

Otro chico de apariencia dulce que puede romper el corazón de cualquiera. Ya he visto demasiado de ellos, mejor guardo distancia.

—No quise asustarte.

—Tú no tomas esta ruta. Nunca te había visto por aquí.

—Siempre te veo en las mañanas de lunes a viernes. Hoy vine a hacer unas diligencias cerca y pues nunca pensé encontrarme contigo. Además, ya de regreso, básicamente vamos al mismo lugar.

—¡Oh, vale! —exclamo sorprendida. ¿De verdad acaba de decir que siempre me ve por las mañanas? Yo que siempre creo tener el manto de invisibilidad de Harry Potter.

Esperamos juntos el transporte en un agradable silencio.

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El Chico De Los Girasoles🌻Donde viven las historias. Descúbrelo ahora