Este no es mi primer cigarro, tampoco el primero el primero que disfruto, pero es el primer cigarro
que me motiva a escribir poco después de ser consumido.
Bien, el porque escribirle esta nota al beso diario de mis días parece no tener mucho sentido.
Nuevamente pienso en como mi bolígrafo se mueve en esta hoja que apunta directamente hacia una
carretera transitada por humanos, todos diferentes que llevan consigo toda clase de accesorios desde
el costal del loco anónimo, hasta el mercedes del gerente de algún banco.
Mi cigarro, me hace pensar en la vana existencia del animal racional, que esta envuelto en el papel
blanco con fina apariencia (igual que mi amigo), pero una vez encendido por un factor exterior a él
empieza a ser consumido: su nicotina se torna poco a poco negra y un color rojo le recuerda su
destino de ser fumado e inmediatamente desechado.
¿Somos nosotros un cigarro de Dios, de la vida, del destino?
Nuestra esencia se enciende, no sabemos en que momento y empezamos a vivir, así mismo el cigarro
que enciendo solo nota en su punta un color distinto de lo habitual que poco se nota. A medida que
lo aspiro se torna mas negro, así mismo a medida que crecemos aceptamos nuestra naturaleza oscura.
A mitad de camino pienso “Oh! Deberé comprar otro cigarro” así como nosotros algún día
admitimos nuestra mortalidad y empezamos a cuestionarnos de la existencia de una segunda
oportunidad.
Caigo en cuenta de repente, que mientras mas fuerte aspiro, mas rápido se consume, así como
mientras mas fuerte amamos mucho mas nos desgastamos.