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3.Secretos

Alessandro:

El estruendo de la música llena el club, pero todo suena distante. Mis ojos están fijos en la chica que se mueve en la pista, sus caderas girando con precisión, su cuerpo un espectáculo digno de admiración, pero mi mente no está allí. El vaso de licor frío en mi mano no hace más que enfriar mis dedos, mientras un calor interno, provocado por la imagen de ella, sigue quemándome desde adentro.

Alessia..

Su nombre no deja de martillar mi cabeza. La hija del presidente. La maldita hija del hombre más poderoso de Valdivia, y yo, un extranjero jugando con fuego. Pero lo peor no es su identidad; lo peor es lo que ella despierta en mí. Tomo otro trago, pero ni siquiera el licor logra apagar el ardor que ella ha dejado.

Podría estar disfrutando del espectáculo frente a mí. Pero no. Mi mente, como si estuviera condenada, vuelve a esa noche, a ese beso. Un instante robado, uno que jamás debería haber ocurrido. Sin embargo, ocurrió. 

La chica baja de la tarima y se sienta sobre mis piernas, su cuerpo pegándose al mío con una familiaridad que debería preocuparme. Antes de que pueda reaccionar, sus labios se estrellan contra los míos, urgen.

La beso, tomándola por los cabellos con fuerza, pero, en el fondo, sé que esto no es lo que quiero. Sus manos se mueven hacia mi camisa, intentando quitármela, pero algo en mi interior me impide dejar que esto avance más. La empujo , y ella cae al suelo con un ruido sordo, sorprendida, pero no derrotada.

La odio.

Maldita sea el momento en que decidí follarla.

Maldita sea el momento en que decidí hacerla mía.

Los recuerdos me están torturando.

Coloca su mano en mi pecho, empujándome suavemente hasta que caigo a su lado. Se sube sobre mí. Sus pequeñas manos agarran mi miembro y lo colocan en su entrada, deslizándose.

—Demasiado estrecha —afirmo mientras sujeto su pequeña cintura—. Perfecta.

No pienso en lo que digo.Mueve sus caderas en un vaivén, agarro elevando las mías y penetrándola profundamente. Nuestro ritmo vuelve a ser implacable y rápido. Su cabello rojo cae sobre su rostro y lo aparto.

—Permíteme perderme en tus ojos verdes, Alessia— murmuro.

Y ella solo asiente, desliza mis manos desde sus caderas hasta agarrar su trasero apretándolos y guiando sus movimientos.

Ella es sin duda muy ingenua.

Recuerdo nuevamente como su cuerpo se estremecía ante mis toques, ante mis caricias.

Su estatura es menor a la mía, a comparación de las mujeres con quien he estado, por un momento tuve temor de lastimarla cuando entré en su interior, su vagina era demasiado pequeña, pero había aguantado el grosor y largo de mi pene, causándole un leve dolor, solo se mordió el labio aguantando mi rudeza y esa imagen me gustaba.

Tuve la idea de que se iba a arrepentir, pero no, ella solo aguantó cada embestida, cada arremetida, cada penetrada que le di.

INSACIABLE  +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora