La nieve me llegaba hasta las mismísimas rodillas, avanzar por aquel paisaje era tan complicado como también mi única salida. La noche ya se cernía por el horizonte, empezaba a nevar y la herida de mi pierna no ayudaba mucho.
Cada dos por tres miraba hacia atrás, la adrenalina golpeaba mi corazón como el carbón a una vieja locomotora. Sobre la colina veía sus figuras amenazantes, casi podía sentir sus intenciones babeantes desde donde estaba yo. La ropa húmeda traspasaba mi piel incrustándose en mis cada vez más helados huesos. Cuando volví la vista nuevamente ya se habían dispersado formando un semicírculo a mi alrededor.
No me quedó más remedio que correr como pude hasta hasta un árbol desnudo de follaje, subir a la parte más alta y esperar que mi suerte cambiara. Ya bajo mí los pude ver bien de cerca, sus bocas sedientas, los ojos rojos y aquellas afiladas garras y colmillos esperando desgarrar mi carne como si fuera un tierno venado. De pronto a lo lejos vi como algo se movía rápidamente bajo la nieve en dirección a mí, saliendo de ella tan rápidamente que mis perseguidores no lo vieron venir.
Uno a uno fueron cayendo bajo el fugaz invitado de última hora, tiñendo de rojo aquel páramo helado y desértico. Así como vino se marchó, como una sombra borrosa, que resultó ser mi salvador de aquel infierno donde me encontraba. La noche cayó sobre mí, mis huesos helados y casi petrificados lograron aguantar toda la noche.
Nada más amanecer emprendí camino topándome con un pequeño pueblo que se cruzó en mi camino.
- Eso ocurrió hace dos meses, pero como ve doctor, aún sigo sufriendo la misma pesadilla de aquel desgraciado viaje de novios, del que solo regresé yo -
FIN