Capítulo 8: "Tres semanas."

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Como el preludio calmo previo al clímax de una sonata, ese primer día fue el precursor del comienzo del castigo de Yuuji.

Porque eso estaba él seguro que era esto: un castigo.

Castigo a su gente por pisar estas tierras extranjeras e inmisericordes; castigo por no bajar la cabeza.

Y sobre todo, castigo por no doblegarse ante los caprichos de este príncipe arrogante.

Durante las primeras tres semanas de las negociaciones, Yuuji se vio azotado por todo tipo de contratiempos al estar en compañía de ese príncipe de la desgracia:

Cuando iban al mercado de paseo a ver el funcionamiento del comercio, era estafado por los negocios y comerciantes.

Cuando daban algún recorrido por los alrededores del palacio, siempre se veía envuelto en problemas.

Y cuando quisiera descansar, indudablemente se vería arrastrado a alguna actividad social vana por este príncipe, con la excusa de ‘estrechar los vínculos con los nobles de Leska’ alegando que esto mejoraría la relación entre ambos países.

Solo tres semanas.

Tres semanas habían transcurrido, y Yuuji ya se sentía deshecho.

No quería ni imaginar qué le esperaría para los próximos dos meses restantes…

[…]

Satoru se encontraba cada día más resplandeciente.

Lo que en un comienzo había empezado como un intento para alejar a aquel príncipe extranjero, con el tiempo se transformó en su entretenimiento diario.

No había nada que le causara más placer que ver a aquel pequeño bárbaro luchando cada día hasta el cansancio, esforzándose por mantener una imagen de buen comportamiento a pesar de las dificultades.

Pero definitivamente la mejor parte de cada día llegaba cuando este príncipe alcanzaba su límite y lo miraba con esos ojos ardientes suyos; unos ojos llenos de resentimiento contenido y frustración. Unos ojos que hacían a Satoru temblar de emoción cada vez.

En ese momento, el estado de ánimo Satoru mejoraría indudablemente, con el gozo burbujeante en su pecho. 

Como cuando lo acompañó al mercado y le hizo creer que los precios eran mucho más caros que en su país. Incluso diciéndole que el precio de las frutas en Leska era en promedio 5 monedas de oro.

Ese joven tonto sin siquiera dudarlo había sacado el dinero de su bolsillo, tan ingenuo.

No fue hasta más tarde que el joven había notado que esto claramente era una mentira. Pero para entonces, su bolsillo había ya adelgazado considerablemente. Dejándolo con una penosamente  pequeña cantidad de dinero.

Satoru había disfrutado el burlarse del joven príncipe por su ingenuidad en el camino de regreso ese día, incluso ofreciéndole un préstamo si admitiera estaba corto de efectivo.

Esa fue la primera vez que vio la ferocidad en esos ojos ámbar.

Y a partir de entonces, se volvió adicto a esta mirada.

[…]

—“¿No crees que con tus bromas ya has llegado demasiado lejos?”— comentó Suguru de paso mientras sacaba un libro de la estantería de la (ahora nueva) habitación de Satoru.

—“¿Por qué lo dices?”— con un tono despreocupado el peliblanco siguió jugando con la pluma entre sus dedos.

—“Solo digo, ya sabes…”— de forma perezosa su amigo se sentó en la silla a su lado para la charla.—“No lo sé, solo mírate. En un principio se supone que ibas solamente a molestarlo un poco. A alejarlo. Pero mírate ahora, incluso ahora cuando ese extranjero está lejos, tu sigues usando tu tiempo para crear planes para molestarlo. ¿No crees que ya fue demasiado?”

Al escuchar esas palabras, la sonrisa en el rostro de Satoru desapareció.

—“Vamos, solo fueron unas pocas bromas inocentes, no creo que sea para tanto. A demás, el rey todavía no me libró de ser su vigilante, así que bien podría seguir ideando planes en mi tiempo de ocio para el futuro…”— comentó ligeramente culpable el peliblanco.

—“¿Y lo de la habitación?”— cuestionó ahora el pelinegro.—“Creo que realmente debes de haberte comprometido a fondo con tu plan de molestarlo si incluso has cambiado tu habitación por esta… residencia.”— comentó burlonamente ahora su amigo.

Dejando su pluma sobre su escritorio, Satoru se dirigió a la ventana de la habitación.—“Eso solo fue porque quise. No tuvo nada que ver con ese bárbaro. Es más, aquí la vista es mucho mejor.”— abriendo las cortinas el peliblanco continuó.—“ A demás, aunque aquí sea más pequeño que mi otra habitación, por lo menos ahora estoy lejos del resto de la familia. En esta ala por lo menos no tengo que-

Antes de que terminara su oración, unos cabellos castaños aparecieron ante la vista de Satoru desde las lejanías del jardín del palacio, cortando sus palabras.

—“¿No te seguirás excusando? Vamos, adelante, prometo fingir prestar atención.”— aburrido, Suguru comenzó a ojear el contenido del libro de forma desinteresada, ya no dispuesto a seguir discutiendo con ese idiota ciego.

Sin prestar atención a las burlas de su amigo, Satoru se dirigió con pasos rápidos a la puerta. Saliendo de habitación, pero no sin antes dejar atrás un: “Luego seguiremos hablando, acabo de recordar que tengo algo urgente por atender.”

Cuando Satoru salió de la habitación, Suguru dejó de forma lenta y tranquila el libro sobre el escritorio para luego encaminarse hacia el balcón al que dirigía la ventana.

Mirando hacia abajo, el pelinegro pudo ver que era ese “asunto urgente” que tanto inquietaba al peliblanco.

Dando un suspiro cansado desde lo profundo de su pecho, Suguru pensó: “Príncipe extranjero, realmente te compadezco.”

Después de todo, no todo el mundo podía soportar el peso que les confería el ser receptores de la atención del príncipe heredero.

Razón por la cual, hasta ahora, Suguru había sido el único amigo que ese tonto descerebrado había conseguido.

Aunque puede que las cosas estén a punto de cambiar…

Con una mirada pensativa en su rostro, el pelinegro cerró nuevamente las cortinas.

Wild sun |GoYuu|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora