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Y allí estaba él. Jason apuntaba a Nico con su espada de oro imperial, amenazante. Sin embargo, el hijo de Hades no se atrevía a hacerle daño al rubio, sabía que no era él sino un Eidolon enviado por Gea para distraerlos.

Jason intentó atacar a Nico, apuntando a su cabeza, pero él se defendió con su espada.

–Jason –intentó hablarle entre choques de espadas–, soy yo, Nico, tu amigo. ¿Me recuerdas, verdad? Haz memoria, por favor. Sé que todavía sigues ahí adentro.

Jason pareció no entenderle, lo único que quería en ese momento era la cabeza del hijo de Hades colgada en su pared.

—¿Jason? —El hijo de Hades sonaba cada vez más desesperado. Los golpes de su amigo eran muy fuertes. Jamás podría vencerlo, menos sin hacerle daño —¡Detente!

Los labios de Jason emitieron una sonrisa siniestra. Sus ojos dorados brillaban de forma antinatural. Nico se aguantaba las lágrimas. Entendió que sólo había una salida para esto: la muerte de él o la de Jason.

—Jason Grace, reacciona por lo que más quieras— decidió hacer su último intento, las lágrimas ya estaban corriendo por sus mejillas —Mírame, estoy aquí. Te quiero... No, es más que eso... Yo...

El hijo de Júpiter lo ignoró y lanzó una estocada a su estómago. Nico la interceptó con dificultad. Jason hizo un rápido movimiento y la espada de su contrincante cayó al suelo.

–Ríndete, di Angelo –dijo Jason, sin embargo, esa no era su voz. Ese no era el chico del cual se había enamorado Nico. El hijo de Júpiter lo apuntaba con la espada y Nico tenía las manos levantadas en señal de rendición–. No tienes oportunidad.

–¡Jason Grace! –gritó Nico como un último intento desesperado– ¡Escúchame! ¡Yo sé que estás ahí adentro! ¡No dejes que Gea te controle, eres más fuerte que eso! ¿Recuerdas las promesas que hicimos? ¿De estar siempre juntos? Intenta recordar, recuerda aquella noche, sé que puedes.

Los ojos de Jason cambiaban de ese azul que Nico se había enamorado a ese horrible dorado. Esa sonrisa maliciosa e inhumana seguía en su cara.

–No lo hará. Él nunca volverá.

Jason atacó. Nico no se resistió. La espada atravesó al menor por el estómago, saliendo por el otro lado. Nada podría curar esa herida, ninguna cantidad néctar ni ambrosia. Y para más sufrimiento de Nico, la espada estaba impregnada con veneno, haciendo más lenta y dolorosa su muerte.

Nico se llevó las manos hacia el vientre, donde hace unos segundos la espada había salido. Sus manos comenzaron a llenarse de sangre igual que su boca. La vista se le estaba empezando a nublar y cayó de rodillas, incapaz de seguir de pie y con el veneno empezando a recorrer su sistema.

¿Así es como moriré? Pensó. La persona que más amo en el mundo me asesina.

Sin embargo, él no lo culpaba, sabía que no era su culpa. Jason nunca lo haría intencionalmente.

El hijo de Hades miró a su amigo y sus ojos habían vuelto a la normalidad. Parecía desorientado mirando hacia todos lados hasta que el inframundo se encontró contra el cielo y todo pareció estar bien por una milésima de segundo.

Pero no era así. El cuerpo de Nico se sumía a la inercia como consecuencia del veneno. Jason se adelantó justo a tiempo para sujetarlo antes de caer de espaldas al suelo. Sus manos se mancharon de sangre y no podía hacer otra cosa que llorar descontroladamente.

—¡Nico! No, no...— negó con la cabeza varias veces —¡No! ¿Qué es lo que he hecho?

—J—Jason...— Nico se las arregló para sonreír con debilidad —Eres tu...

—Lo siento...— El corazón de Jason estaba a punto de explotar por la desesperación y la culpabilidad —Nico, yo no... Yo jamás...— su voz fue invadida por sus sollozos incontrolables —No me dejes... por favor no me dejes...

Nico quería decirle que no lo haría, que resistiría, pero sabía que no era así. Como hijo de Hades podía sentir que su muerte estaba muy cerca. Imágenes del inframundo se entrecruzaban con el rostro de Jason que tenía enfrente. Sus ojos oscuros ya estaban cerrándose...

—¡Nico!— Jason lo sacudió, sus lágrimas caían sobre el rostro del hijo de Hades —¡Por favor!

Miró al cielo y varios truenos resonaron. Nubes de tormenta se presentaron y no tardó en comenzar a llover

—Si alguna vez sentiste algo por mí, Si me consideras realmente. Por favor sálvalo... No te he pedido nada en toda mi vida... y no lo volveré a hacer... Pero por favor... Sálvalo— Jason miraba al cielo expectante, con la vana esperanza de un milagro que jamás sucedería. Las nubes negras se agrupaban sobre su cabeza y resonaban con tristeza —¿Padre? ¡Sálvalo! ¡Por lo que más quieras!

Jason se dobló sobre el pecho de Nico. Varios truenos atacaban la tierra y árboles a su alrededor causando pequeños incendios que se apagaban con las gotas de lluvia. El cielo entendía su tristeza, su frustración y su impotencia. El cielo respondía a sus emociones y las reflejaba, desahogaba sus sentimientos.

—Jason...— Nico tosió y la sangre se incrementó en su boca —Basta... Escúchame... — se relamió los labios y habló con dificultad —No... hay nada... que hacer...

Jason continuó negando con la cabeza mientras la furia crecía en su interior, una furia contra sí mismo.

—No... te culpes— continuó Nico como leyendo sus pensamientos —Yo... no lo... hago y... nadie lo hará...

Jason no lo aguantó, cerró sus ojos y junto su frente con la de Nico.

—No me dejes, por favor— susurró deseando con todas sus fuerzas que sus palabras mágicamente puedan volverse realidad —No soy nada sin ti. Te necesito en mi vida. Yo...— apretó más los ojos —Te amo Nico, te amo como no tienes idea...

Abrió los ojos para ver la reacción del hijo de Hades pero lo que vio sólo lo destrozó por completo. Nico tenía los ojos cerrados, una pequeña sonrisa en su rostro y su pecho ya no subía ni bajaba más.

—¡No!— exclamó Jason —¡No, Nico!— lo sacudió varias veces sin éxito —¡No!

Jason se llevó las manos llenas de sangre a su cabeza y lanzó un alarido desgarrador al cielo.

La lluvia se intensificó y los truenos que caían también. Abrió los ojos para ver el cuerpo sin vida de Nico y se dio cuenta que tenía algo en su mano.

Una fotografía.


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