EL JARDÍN QUE DIBUJAMOS

CAPÍTULO 28: Flor de Azafrán.

La flor de azafrán menudo se asocia con nueva vida y la llegada de la primavera. Los colores vibrantes de las flores del azafrán, incluidos tonos de púrpura, amarillo, blanco y naranja, también simbolizan la renovación y la belleza de los ciclos de la naturaleza. También se asocian con la felicidad y la alegría.

Mara no recuerda gran cosa de las últimas horas de la noche de ayer. Pero lo que sí recuerda con claridad fue el momento en el que Emma le declaró su amor delante de todos. Y, aunque una parte de ella, sobre todo la más antigua, está feliz, la otra está inquieta. Todo esto es más que nuevo para ella. No se trata solamente del hecho de no haber tenido nunca una relación seria con nadie, sino que estamos hablando de Emma. La chica por la que lleva suspirando desde que tiene uso de razón. Por eso anoche, cuando Emma dijo que la quería, Mara decidió que había llegado el momento de beber y no pensar. Es un poco cobarde, lo sabe, pero la vida no le ha entrenado precisamente para recibir amor incondicional por parte de Emma.

La resaca no se hace esperar. No recuerda cómo llegó a su cuarto ni tampoco en qué momento se despidió de los demás. Sólo sabe que ha amanecido sola en una de las habitaciones del que será el nuevo hostal de Assane y Diego, y sólo espera que de verdad haya dormido sola también. No le gustaría nada haber pasado la primera noche con su chica y haberlo olvidado por culpa del alcohol.

Siente que se muere por levantarse y beberse como poco siete litros de agua, sin embargo, el cuerpo le pesa demasiado. Su móvil vibra y ella lo coge por inercia. Pensado que será cualquier notificación sin importancia. Sin embargo, su corazón se desboca cuando ve el mensaje que aparece en pantalla: "Esta noche te invito a cenar". Es todo lo que pone. Emma nunca ha sido ni será de esas personas románticas y pomposas, y Mara sabe que sus mensajes son cortos, breves y directos. Pero nunca ninguno de esos mensajes le había trastocado tanto. El dolor de cabeza persiste, pero se ha vuelto de pronto mucho más llevadero.

—¿A dónde vas tan corriendo? —le pregunta Amelia cuando ambas se cruzan en el pasillo. —Diego ha comprado desayuno. Aunque bueno, casi es la hora de comer...

Pero Mara no tiene tiempo para ningún desayuno. Lo único que puede pensar es en la cena de esta noche y en hacer lo que sea para pasar la resaca.

—Lo siento, no puedo. Discúlpate de mi parte, y diles a Diego y a Assane que la cena fue una maravilla —responde ella sin dejar de caminar hacia la puerta con Amelia pisándole los talones.

—¿Es que no puedes quedarte ni un minuto?

—Imposible, esta noche tengo una cena —dice Mara cogiendo su abrigo y sonriendo a su amiga como nunca antes.

—Vaya, hace un rato Emma se ha ido por esta misma puerta diciendo exactamente lo mismo —replica Amelia con malicia.

Durante unos segundos ambas amigas se miran en un silencio cargado de comprensión. Amelia sabe bien lo mucho que ha sufrido Mara por Emma, y también sabe lo mucho que se quieren las dos. Se merecen que les vaya bien. Así que Amelia no puede reprimir el abrazo con el que ahoga a su amiga antes de dejarla marchar.

—A Min-ho y a Assane nadie los ha visto irse, —dice Diego apareciendo a la espalda de Amelia, —luego Emma se ha marchado corriendo y ahora Mara. Creo que tus amigas son todas unas desconsideradas —dice a modo de burla.

—¿A sí? ¿Eso crees? Pues fíjate que yo creo que han sido la mar de consideradas, —responde Amelia girándose hacia él. —Porque, por si no te has dado cuenta, nos han dejado esta enorme casa sólo para nosotros. Lo cual nos deja con un mar inmenso de posibilidades a explorar. —Amelia adora la expresión sonrojada que pone Diego cada vez que ella se muestra tan descarada. —Dígame, caballero. ¿En cuántas habitaciones nos da tiempo a montárnoslo antes de que ninguno de ellos vuelva por aquí?