4. Miedos

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Tras conseguir calmarle lo suficiente y dejarle bajo la atenta vigilancia del resto del grupo, David bajó para hablar con el otro hermano, encontrándoselo sentado con el portátil en las manos.

—¿La has visto?—preguntó sentándose enfrente.

—Si—contestó Tom apagándolo.

—¿Qué piensas de esto? ¿Sabes quien pudo hacérsela y publicarla?—le interrogó.

—No tengo ni idea—mintió Tom agachando la cabeza—¿Cómo se encuentra?

—Ahora descansa, pero le voy a decir al chófer que pare en la siguiente ciudad. Mientras vosotros os acomodáis en un hotel me lo llevo al hospital, no me quedaré tranquilo hasta que me aseguren que está bien del todo—explicó David con gesto serio.

—Me gustaría estar con él—dijo Tom con firmeza.

—Mejor no, está muy alterado y tras vuestra pelea....

Tom asintió. La pelea y la foto. Todo se había acumulado haciendo que el cuerpo de su hermano  dijera basta y estallara. Le daría tiempo, luego trataría de hablar con él para suavizar las cosas, y tal vez darle una explicación.




—¿Y estaba desnudo?—preguntó Gustav en voz baja.

Tras ser despertado por David y ponerse al día de las nuevas noticias, se sentó en el pequeño salón que había en el dormitorio, escuchando como Georg le contaba el descubrimiento de esa noche.

—Totalmente—contestó Georg sonriendo—No sabía que a Bill le gustara echarse una siestecita en ese estado....habrá que tener más cuidado y no entrar nunca en su habitación sin llamar.

—Que burro eres—susurró Gustav riendo.

Las risas de sus amigos llegaron a los oídos de Bill, además de sus palabras. Arrugó la frente y gimió por lo bajito. Esa era la reacción que se esperaba. Risas y burlas sin tener en cuenta por lo que estaba pasando. Su sufrimiento no importaba a nadie, ya no.

Se dio la vuelta en la cama y se tapó la cabeza con la almohada cerrando los ojos con fuerza. No quería oír nada, no quería ver nada...

Pero cada vez que cerraba los ojos esa foto flotaba en el aire, hasta podía sentir como su cuerpo era recorrido por las manos de Tom, oír como gemía al introducir un dedo dentro de lo que tantas veces le había negado...

No pudo evitar que se le escapase un sollozo de los labios. Se sentía humillado...se sentía violado...





El autobús paró en la primera ciudad que encontró pero por más que insistió en que ya se sentía bien, fue metido en un coche a la fuerza y llevado al hospital para que le hicieran un reconocimiento mientras que su hermano y los demás se alojaban en un hotel cercano.

—Es por tu bienestar—explicó David sentado a su lado—No quiero continuar sin saber que te sientes bien del todo, que no te vas a desmayar en mitad de un concierto.

Resopló enfadado y se giró con los brazos cruzados en el pecho, mirando por la ventanilla a través de sus oscuras gafas que cogió para evitar que su hermano viera la pena reflejada en su cara, asomada a sus tristes ojos.

Llegaron al hospital y dejó que David hablase con la enfermera, quien enseguida le metió en una sala de reconocimiento y le pidió que se fuera quitando la ropa mientras venía un médico.

Porque eres míoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora