capítulo 1

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Mahidevram.
Entre a la habitación, mi mirada en el suelo, poco a poco la fui levantando hasta fijar mis ojos en el.

—mi sultán, ¿me ha llamado?—pregunte mirando a sus ojos con una sonrisa.

—mahidevram, estoy muy complacido por tu labor como madre, quiero felicitarte por...—su voz fue interrumpida por el sonido de la puerta abriéndose y el anuncio de su nueva favorita entrando.

Me voltee a verla y ella me ignoro totalmente, olvidando hacer la reverencia correspondiente o fingiendo haberlo olvidado.

—¡mi sultán! Estoy tan feliz de verlo, tengo que darle una noticia... estoy tan emocionada—rió, y salto en el puesto—¡¡estoy embarazada!! Le voy a dar otro bebe, un nuevo príncipe—Al decir lo último me miró durante unos segundos directamente a los ojos.

La felicidad exploto en el rostro del sultán, tomó los costados de su rostro y la beso en los labios apasionadamente. No estaba nada feliz de ver esto, mi corazón dolía y se hacia cada vez más pequeño hasta que parecía que iba a explotar.

Recordando los consejos de la madre sultana, no baje el rostro, en cambio levante aún mi rostro y fije mi mirada en un costado, esperando a que volviera a decirme que quería para poder ir a mis aposentos. Junto a mi hijo.

Espere unos minutos, estaban tan metidos en su burbuja que si seguía en la habitación vería aún más de mi peor pesadilla.

—disculpe—eleve mi voz para que me tomarán atención—mustafa me espera en la habitación, prometí cantarle un poco antes de dormir y no creo que duerma si demoro más.

El sultán al fin volvió su atención a mi, con hurrem visiblemente molesta por ello.

—esta bien mahidevram, te había llamado para felicitarte sobre tu excelente labor como madre—se separo de hurrem, se acercó a la mesita donde solía trabajar y de uno de los cajones saco un hermosos collar, en mi mano dejo el precioso collar de un rubí rodeado con diamantes—esto es para ti, puedes retirarte.

No fue diferente de si me lo hubiera arrojado.

—Muchas gracias—dije. No queriendo extender aún más la horrible visita.

***

—¿mamá? ¡quiero a mi madre! ¡quiero a mi madre!—escuche desde el pasillo los gritos de mi pequeño niño.

Tan solo tiene 5 años, mi bebé es un niño precioso, educado y de buen corazón. Únicamente hace pequeños berrinches cuando está adolorido o tiene mucho sueño, en esta ocasión seguramente es lo segundo.

Entre a los aposentos y rápidamente lo estreche entre mis brazos. Bese su cabello y lo mecí suavemente, todavía se comporta conmigo como si fuera un bebe. Con los demás es un niño grande y fuerte.

—¿donde estabas mamá? Prometiste que me cantarlas antes de dormir, siempre dices que las promesas no se deben romper.

—no la rompí, perdón mi bebé, tu padre me había llamado—intenté tranquilizarlo.

—¿mi padre?—cada vez que se refería a él lo hacía con una admiración y un afecto tremendos.

Espero que tanto amor hacia el valga la pena.

***

Entre al harem, era la celebración por el embarazo de hurrem. Estaban ahí todas las mujeres que pertenecían al harem. 

Hice una reverencia a la madre sultana y a hatice, no lo haría a hurrem, después de todo, aunque ella sea la favorita sigo siendo yo la madre del heredero al trono. Ella se levantó e hizo reverencia, sabe lo que le conviene y no le sirve de nada ser irrespetuosa.

—felicidades roxelana, digo, hurrem. Que tu hijo nazca sano—dije. No quería que ni siquiera ella estuviera aquí.

—gracias sultana—me dedico una sonrisa cínica.

La madre sultana dio palmadas en el asiento a su lado pidiéndome que me acercara.

—no te preocupes, pronto espero también noticias tuyas—susurro en mi oido—yo arreglaré todo para que suceda.

—gracias madre—susurre de vuelta.

Las concubinas se levantaron a bailar, otras cantabas y otras tocaban distintos instrumentos.

Algunas criadas trajeron pequeñas bolsas de seda con monedas y se las dieron a cada una de las sultanas, a hurrem y a mi.

—¡es hora de arrojar monedas!—todas las criadas se agruparon entre nosotras.

La madre sultana fue la primera en arrojar monedas, luego la siguieron las demás. Sería una falta de respeto no hacerlo por lo que las arroje todas de una vez. Luego, cuando se acabaron, una criada de la madre sultana le habló a una de las mías. No pude escuchar lo que decía.

—la sultana mahidevram se siente mal, se retirara y pide que la disculpen—dijo gulsa, luego avanzo hacia mi y susurro—es orden de la madre sultana.

Me levante, hice reverencia y salí. Apenas nos alejamos unos pasos del harem todas mis criadas empezaron a reír y sonreír.

—sultana, hoy irá donde el sultán, debe arreglarse— ¿hoy? Esa debía ser la razón por la que la madre me pidió salir. Ella lo organizo.

Rápidamente llegamos a los aposentos, me ayudaron a peinarme, maquillarme y me enfundaron en un vestido color tierra.

Al verme al espejo me gustó todo, menos el vestido, era un vestido con un escote alto, color tierra y muy aburrido. No era tan colorido como los que usaban otras sultanas. Estos me hacían ver triste, deprimida y aburrida. 

Y por primera vez me compare con otra mujer, yo era más bonita, eso no se dudaba pues absolutamente todos lo decían, pero ella era más exótica y entretenida. Era como un aire fresco en un día de verano.

Decidida, aunque demoraría un poco más en llegar donde el sultan pedí que me trajeran otros vestidos, los más coloridos que tuviera. Me trajeron uno verde, uno azul, uno con adornos morados y uno rojo. Todos eran opacos a pesar del color, el más colorido era el verde. Me volví a vestir con el y cambié las joyas, este era el único vestido con el escote ligeramente más pronunciado que los demás.

Esta vez me miré al espejo y me sentí más conforme con lo que traía puesto, pero aún así pensé en que debía encargar más vestidos.

Al llegar a las puertas de los aposentos del sultán fui anunciada y entre. Cabeza inclinada hacia abajo sin mirar a los ojos, como se debía hacer. Hice reverencia y luego levante la vista suavemente.

Suleiman me observaba con una expresión de sorpresa que luego fue remplazada por una sonrisa.

—mahidevram.

—su majestad, estoy muy feliz por ser llamada a los aposentos—le sonreí—hace ya un tiempo que no ocurría.

—la última vez que te llame te retiraste pronto, hoy no será así, estoy feliz de verte—hizo un gesto con la mano y me acerque a él, cuando parecía que iba a besarme el sonido de las puertas abriéndose y hurrem llamando a "suleiman" nos interrumpieron.

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