10. CUMPLEAÑOS QUE SABEN A DESPEDIDA

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No quiero abrir los ojos – pensé - y era verdad, no quería abrirlos, porque hacerlo suponía que me tenía que despedir de él y dolía mucho, dolía más que todo lo que había pasado, porque aquello había quedado atrás y esto era el ahora, un presente que nos volvía a envolver con otra despedida: de las que amargan, de las que te hacen sufrir, de las que te llenan de tristeza y te dejan llorando por las esquinas. Era muy temprano, pero me levanté sin apenas hacer ruido, salí al balcón con mi móvil y la mini impresora de fotos que me regaló Ares. Saqué la nuestra, no la que nos hicimos en la fontana, si no una que nos saqué mientras él miraba al horizonte y yo lo miraba a él en un atardecer que era precioso y que en aquella foto reflejaba todo mi amor por él, y le escribí una nota: la nota más triste que pude escribir en mi vida:

Nos volvemos a despedir, mi amor. Siempre te estaré agradecida por el día que pasamos ayer y que terminó de la mejor manera. No quiero esta despedida, así que te dejo mi regalo de cumpleaños para que lo tengas siempre contigo. Te amo y siempre te amaré.

Feliz cumpleaños, mi vida.

La dejé encima de la mesilla junto con la foto y una pulsera que le compré en una tienda artesanal mientras él no miraba, recogí la maleta sin hacer ruido y cogí el primer taxi que se cruzó en mi camino y que me llevó directa al aeropuerto. Mi vuelo no salía hasta las once y todavía faltaban dos horas, pero para entonces él todavía estaría durmiendo y ya no le daría tiempo a llegar. Me saqué un café de una de las máquinas y me senté en un banquillo de la terminal. Observé todas las fotos que me había hecho y recordé todos los momentos vividos el día anterior. Sí, hubo alguna lágrima, pero hubo miles de sonrisas como él me prometió y para mí eso había sido suficiente para poder respirar un poco. Habíamos pasado tanto tiempo separados que aquella charla nos hizo muy bien y nos comimos a besos, a caricias y a promesas hasta el amanecer que se quedaron guardadas entre aquellas sábanas. Faltaba una hora para mi viaje así que me levanté para facturar las maletas y fui hasta la librería a comprar un libro para que no se me hiciera tan pesado el trayecto hasta Asturias. Escogí uno que acababan de sacar y su título ''Antes de las navidades'' me hizo pensar que ojalá y para entonces pudiéramos volver a estar juntos, pero lo dudaba tanto... si él no era capaz de deshacerse de Adam y Atenea nunca podríamos estar juntos. Me volví a sentar en el mismo banquillo y contemplé la posibilidad de volver al hotel y convencerlo de que se fuera conmigo, de que nos escondiéramos en algún lugar y huyéramos para estar a salvo, pero era tan irónico que desistí de mi plan y me quedé embobada mirando a una pareja que discutía a lo lejos, levantaban las manos y se daban gritos sin importar los que los estaban mirando.

— Crees que algún día seremos así de escandalosos - escuché detrás de mí.

— Sam ¿qué haces aquí? - me quedé de piedra al verlo allí con una rosa y una caja de bombones.

— ¿Cree usted, señorita Ferriol, que se iba a escapar así sin más el día de mi cumpleaños?

— No me gustan las despedidas, lo siento.

— Selene, a mí tampoco me gustan las despedidas, no cuando se trata de nosotros. Esto es para ti, al menos acepta mi regalo.

— Pero si es tu cumpleaños, no el mío.

— Me da igual. Quería abrazarte por última vez hasta que nos volvamos a ver, y créeme que será más pronto que tarde. - dijo abrazándome fuerte. Yo me aferré a él y respiré su aroma.

— Gracias, Sam. Gracias por quererme tanto, y te aseguro que no estoy enfadada, no lo estoy. Algún día si podemos estar juntos, podremos formar una familia, y quiero que sepas que te estaré esperando.

— No hagas como si no fuera a volver, porque si lo voy a hacer. Solo te pido una cosa.

— ¿El qué?

EL EMBRUJO DE SELENE II : HECHIZADOS POR UN SOLO CORAZÓN.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora