Matt Khandhilac.
"Algún día te encontrarán y no estaré para protegerte, prométeme que les enseñarás esos bonitos colmillos que tienes"
Me miró con nostalgia detrás del almendrado de sus ojos y apretó mis mejillas, resoplé intentando que me soltara y procedió a besar mi frente para luego cargarme en sus brazos.
Recordaba ese día cada mañana, cada segundo, cada minuto, cada hora, lo recordaba a él, presumiendo mis colmillos, presumiendo mi tamaño, mi tono de piel, el color de mis ojos, el color de mi lobo. Siempre estaba allí, alentándome y diciéndome que era su mayor orgullo, incluso sin mamá aquí, incluso siendo todo menos un orgullo.
Estaba preparándome para ir al trabajo, hace exactamente diez años que vivo en el mundo mundano, mi padre dijo que jamás había tenido un hijo y cuando descubrieron que eso no era cierto, tan solo dijo que estaba muerto. Cuando vió el color de mis ojos, supo que lo mejor sería alejarme de todo el mundo licántropo, aunque eso también me exponga a que si algún día me encuentran podrían matarme sin nisiquiera intentarlo.
No porque no sabía pelear, porque había entrenado toda mi vida, pero no mataría a un lobo, no podría, aún me costaba entender que matar estaba bien en ese mundo.
Pero apreciaba el intento de protegerme.
Tengo veinte años, los cumplí hace tres meses, en luna llena, siempre cumplía años en luna llena, dolía y ardía, mi piel parecía luchar contra la transformación, mis huesos crujían, mi voz ya no se escuchaba como un maldito adolescente en desarrollo.
Aún intento conocerlo, a mi lobo, no quise ponerle nombre, supuse que éramos lo mismo solo que él no era tan...yo..
Me miré al espejo, suspiré intentando contenerme de estampar mi puño contra el vidrio, lucía tan lejos a mi padre, él era el Alfa más temido, era un Khandhilac, su linaje es una maldita leyenda, es parte de la realeza lunar, incluso los aquelarres protegen su sangre.
Pero luego estaba yo, Matt Khandhilac, era bastante bajo para ser un licántropo, solíamos ser altos, formidables, musculosos y toda esa mierda, y yo parecía un niño en un cuerpo de un adulto bastante desnutrido. Mi piel era bastante pálida, mis ojos eran cafés, esmeraldas si él estaba allí, mi cabello castaño caía desordenando por mi rostro y parte de mi nuca, me gustaba traerlo ligeramente largo y despeinado, me sentía a salvo debajo de todo el cabello en mi rostro, no se notaba que estaba aterrado de que me encontraran la mayor parte del tiempo.
El color de ojos de los Omegas debía ser azul, el de los Betas era naranja oscuro casi rojo, y el de los Alfas era rojo. Los lobos debían ser grises o marrones en el caso de los Omegas, los Betas solían ser marrones pero de un pelaje más oscuro y gruesos, también los superaban en tamaño, luego seguían los Alfas. Eran los únicos que podían ser negros, blancos en casos casi inexistentes, y eran los más grande y veloces.
O naces Alfa, o uno debe sacrificarse ante ti para cederte el rango, lo cual claro..no sucede..
Los Omegas somos bastardos, no naces siendo uno, usualmente son mestizos con algún humano o brujo, un error de la naturaleza, suelen morir antes de llegar a la adolescencia, son erráticos y peligrosos. En cambio los Betas, nacen siéndolo, y luego encuentran a su Alfa, casi todos nacen con ese Alfa, crecen con él, y luego están destinados a ser sus protectores.
Los licántropos somos mitad humanos, no por haber nacido de humanos, sino porque nuestra alma es humana, y nuestro espíritu animal no lo es, lo cual nos hace híbridos por naturaleza, pero no, no somos hijos de humanos, si eso sucediera, seríamos todos Omegas.
En cambio yo..
Suspiré colocándome las zapatillas, no quería entrar a ese maldito pensamiento nuevamente, ya habían pasado diez años, ya no estaba en su mundo. Entré a la universidad hace muy poco, me decidí por ingeniería, siempre me agradaron los números, entender las fórmulas matemáticas era más fácil que intentar entender las emociones humanas.

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Alfa.
FantasyDeslicé mi mano por el largo de su cuello, su respiración se aceleró y su pecho comenzó a subir y a bajar con desenfreno. Lo miré fijamente perdiéndose más a cada segundo, quería morderlo, quería hacer tantas jodidas cosas. - Mío. - gruñí entre di...