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ᴺᵒ ᵉˢᵗᵒʸ ᵇᶦᵉⁿ. ⁰⁸
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Los siguientes días Ona estubo pensando en como ahora el chico más desagradable que había conocido y su amiga, empezaban una relación. Sabía que no sería duradera, tan sólo conociendo a su extrovertida amiga sabía que pronto se cansaría de ello.
Sin embargo, ella estaba en la obligación de apoyarla, al fin y al cabo, la castaña no era nadie para interferir en una relación que no era suya.
Aún que le jodiera, aún que odiara a ese chico más que a nada, aún que no quisiera a alguien así para Sara, ella había elegido pese a que Ona le insistiera en que lo olvidase. No podía hacer nada más.

Una presión en el pecho acompañó a la protagonista durante esos días, no entendía por qué, no debería importarle tanto algo como eso. Pero lo hacía.

Mientras la pareja salía a pasear y pasaban tiempo juntos, la madrileña evitaba los mensajes de su amiga cada vez que podía, le negaba las quedadas de tres y cada vez se enfriaba más la amistad, le incomodaba la idea de ser el mal tercio, o de tan sólo escuchar a su amiga hablar de Jude como el chico más sexy y cosas similares, últimamente no hablaba de otros temas.

Sara, por su lado, había notado ese muro que poco a poco iba aumentando en su altura en su relación con Ona. Llevaba a entender cual era el problema pese a que su amiga dijera que no era así, por eso estubo insistiendo en salir los tres juntos a algún sitio con el fin de hacerle ver a su amiga que el moreno no era tan horrible como lo veía Ona, sin embargo la chica no estaba muy de acuerdo con la idea, siempre la rechazaba.

Hasta que un día la rubia quiso verla, así que fué al estadio, pues Ona casi todos los días estaba allí trabajando, era obvio que la encontraría.

Y en efecto, la vió a lo lejos en una de las cafeterías, editando en su portátil varias fotos que había hecho hacía un rato. Suspiró y comenzó su amino hasta sentarse en la silla de enfrente, en la mesa que Ona había elegido para tomar su café.

—Hola—saludó la rubia, sorprendiendo a la protagonista.

—Emm..., hola ¿qué haces aquí? —respondió tímida.

—Pensaba que te alegrarías de verme —intentó sonar divertida pero se quedó en eso. Un intento. El hambiente no era cómodo.

—No es eso. No te esperaba aquí—dijo mientras arañaba sus pantalones con nerviosismo—¿vienes a ver a..., Jude?

—No, vengo a verte a ti —la reacción de la castaña fue cerrar el portátil y escucharla.

—Verás, estos días no hemos estado hablando, y me gustaría saber qué está pasando. He intentado comunicarme contigo pero nunca me respondes...

𝑈𝑁𝐴 𝑁𝑂𝐶𝐻𝐸 𝑀𝐴́𝑆, ㅤ 𝙅𝙪𝙙𝙚 𝘽𝙚𝙡𝙡𝙞𝙣𝙜𝙝𝙖𝙢Donde viven las historias. Descúbrelo ahora